Bar de un hotel céntrico de Rosario. La estrella de rock que se muestra como un desfachatado en escena está sentado con traje y anteojos negros en uno de los sillones cómodos del lugar. Delante de él hay un cortado y un platito con chocolates y galletitas. Así comenzó la primera nota del día que Adrián Dárgelos ofreció como anticipo del show presentación de Discutible, el nuevo disco de Babasónicos.
El disco se conoce desde octubre pero las presentaciones que dio la banda recientemente sólo se limitaron a recorrer sus grandes éxitos.
Este sábado será la primera vez que sus fans locales podrán disfrutar a pleno de las nuevas canciones y puesta en escena de Discutible, en el Anfiteatro Municipal Humberto de Nito. En Buenos Aires deberán esperar al 1° de junio, y en agosto será el estreno del material en la ciudad de Córdoba.
Discutible se titula el último disco de Babasónicos. La banda liderada por Adrián Dárgelos y que completan Diego Uma , Diego Uma-T , Diego Panza y Mariano Roger tocará por primera vez en Rosario estas canciones al tiempo que promete un repaso por algunos de sus clásicos.
El concierto contará con el “opening night” de El Kuelgue (ver aparte) y tiene la particularidad, además de ser el estreno total del nuevo disco, de volver a ese lugar que maravilló a Dárgelos hace años. “No recuerdo si fue diciembre 2003 o marzo del 2004; veníamos de una gira vertiginosa con Jessico, aunque ya había salido Infame. Habíamos tenido 140 shows en el año, quince o veinte días de gira sin parar. Sabía que teníamos un show en Rosario pero no sabía cómo era el escenario. Cuando llegamos, me acuerdo que venía redormido, me bajo del micro y veo esa arquitectura, fue amor a primera vista, después terminó el show y nos volvimos, no tuve tiempo de disfrutar la ciudad, pero quería volver a tocar ahí. Mirá cuánto tiempo pasó…”, dijo Dárgelos en el marco de una larga charla que mantuvo con El Ciudadano donde habló del disco, de la música y de su recorrido artístico.
—Con tremenda agenda ni sabés donde tocás…
—(Risas) Sí, siempre; pero está buenísimo. Aparte somos unos privilegiados, son pocas las bandas o los artistas argentinos que tienen este tipo de giras y la verdad es que te da un valor de la performance, porque cuando tocas muchos días seguidos comenzás a flotar en la música y disociás eso, la música pasa a ser algo físico y corporal, es un instrumento. Porque todo el trabajo previo consiste en miles de horas escribiendo, ninguna letra me sale espontáneamente.
—¿Y eso de la inspiración?
—Es un cuento. Hay una canción de la banda Pearls Before Swine, del Boston de los años 60, “The Jeweler” (“El Joyero”), que dice que el joyero sólo es el que conoce el uso de las cenizas porque para lograr que algo brille tiene horas y horas de pulido detrás. Y te juro que es así. Hay épocas donde la música espontanea tiene su valor, pero cuando hiciste dos o tres discos de ese estilo, se acabó ese valor y es como resolver en el escenario las situaciones inesperadas. Hacer una canción no es fácil, y tampoco hay que agregarle mucha conciencia, mucho ego. La música es un viaje de extrapolación y a la vez provoca catarsis en el público, y es esa clase de performance medio mágica que tiene lo que me encanta de la música.
—Muchos te piden que expliques tus canciones, y decís que simplemente las disfruten. ¿De dónde sentís que viene ese empeño por saber el porqué de todo?
—Explicar cada canción le quita vuelvo. La canción tiene una construcción narrativa distinta que la de la poesía, te lo digo yo que escribo las dos cosas y también soy lector de poesía. La canción lleva implícito una especie de gancho emocional y es como un virus emotivo, te impacta, te toca y se va. Te toca en un espacio que no esperabas, en un kiosco o viajando en colectivo. La podes escuchar un mes y no te pasa nada pero capaz más adelante te toca. Hay canciones con las que no pasada nada, cada cuerpo es una caja con cerradura; no hay más explicación que eso. Ahora, respecto de cómo se mide la calidad de las obras, para mí, tener un disco de diez canciones y que el 80 por ciento de ellas tenga trascendencia, eso es un éxito. Ojo que hacer canciones es un oficio, una maestría que no se puede enseñar ni aprender; tiene mucho de una fase autodidacta, de búsqueda, de expresión, y a veces de magia y fluidez. Es una especia de alquimia, le encontrás sentido. Lo encapsulas dentro de frases y música, lo envías por el éter e impacta en la mácula de otro. Ahí cuando impacta se abre, y esa mini parte te explota adentro y es algo rarísimo. Opera en el pensamiento como modo lingüístico y se desarma. Pero bueno, para todo necesitas muchas horas de trabajo, no voy a mentirte. Porque la inspiración es un rapto donde percibís un poco de genialidad sobre algo, pero después tenés que pulir y pulir.
—¿Cómo llega el disco “Discutible” al mercado de la música?
—Cada disco nuestro viene con un discurso acerca de por qué estamos en ese momento contingente, cuál es nuestra guerra contra la realidad, cuál es nuestra partida de inspiración, qué buscamos y qué encontramos en ese periodo. Es cómo lucho contra lo que veo: si me voy a quedar pasivo ante lo que veo, ¿qué escribiría? A ver: ¿por qué la música romántica de los 80 perdió vuelo? Porque se lo comió el reggaetón. Discutible es un concepto, y es el primer disco con el que uso esa palabra (risas). El objeto de las canciones es un material “discutible”, pero desde ya el arte de tapa del disco es discutible. Es como un libro de diez páginas, gigante, en un mundo digital donde sólo se ve de 3×3 centímetros. Es discutible gastar plata en eso ahora, pero la calidad de las canciones y la entrega es muy importante para nosotros. Incluso ves que las canciones en el mundo suelen durar dos o tres minutos. Nosotros tenemos una de seis minutos (“La Pregunta”), que es incómoda para la radio, pero la hacemos igual.
—¿Ese mismo concepto lo aplicaron a los videos?
—Totalmente. Hicimos una saga de videos discutibles, como el de “Cretino”, que están más cerca del video-arte que del video de promoción. Porque no te olvides que el videclip es marketing; se usó siempre para acompañar a la música y se olvidan que la obra es la canción. Así que ya publicamos los videos de “Trans-Algo” y “Partícula” y hasta la comunicación que usamos para informar el disco y todo el resto fue por optar por redes o sistemas lo más discutibles posibles (repartieron panfletos con un teléfono, que sonaba a una línea caliente, pero que al llamar se podía escuchar un adelanto de las canciones del nuevo disco). Cómo nos mostramos y cómo hacemos las cosas, podes estar de acuerdo o no, pero es nuestro material. Y no es plantarse con capricho, y tampoco por la trayectoria. Buscamos que el espacio lo gane la calidad y la trascendencia de la obra. Por eso me pone muy contento tocar en el Anfiteatro, porque puedo hacer un show a escala mayor que cualquier otro show que hayamos hecho en Rosario a la fecha.
—¿Cuál es tu participación en la producción del show?
—Total. Soy el que guiona el show, desde las luces y las canciones hasta la escenografía. Soy el que trabaja junto al puestista, que ya es como el sexto Babasónico. Se llama Sergio Lacroix y trabaja con nosotros desde el 92, hizo la gira Dynamo de Soda Stereo, el umplugged de Julieta Venegas y hasta el show de Hernán Cattáneo de la semana pasada. El dibuja todo, arma el arte de cada show de Babasónicos. Yo necesito saber qué pasa en cada segundo del show. Igual, ya hicimos más de dos mil y pico de recitales y tenemos la cabeza para poder armar shows en el Anfiteatro, en Metropolitano o en El Círculo. Además, hace 28 años que tocamos y aún seguimos ensayando todas las semanas. Sabemos lo que hacemos y lo disfrutamos, y para disfrutar un show no podes tener miedo, no tenemos nervios ni nada, sabemos cómo es, incluso hasta dónde me voy a parar para que me apunte la luz. Todo eso es nuestro show.
—¿Qué relación hay entre el Adrián Dárgelos sentado acá, café de por medio, y el que está en escena?
—Soy muy distinto en el escenario. Del de allá arriba no podrías estar muy cerca porque es un personaje que expresa una amoralidad tremenda. No tiene moral, no tiene padres, no tiene vergüenza, no siente nada. Es un ser muy oscuro. Igual es un juego, no te asustes… (risas). Me fue saliendo de toda la vida. Fue empezar a hacer las cosas que me daban vergüenza y salió así.
—¿Y cuál de los dos es el guapo que dice “estoy mirando a tu novia y qué”?
—(Risas) El de arriba del escenario, obvio. Yo no tengo nada de guapo.
—Coco Sily citaba esa frase en su “Cátedra del macho”…
—Sí, hace plata con nuestra canción. Y dudo de la hombría llamada macho, el macho es uno de los peores males de la sociedad, pero no me interesa ponerme en la temática porque yo vendo mi espectáculo. También sé que los Midachi cantaban una canción de Babasónicos pero a su manera. No les doy bolilla. Sí me encantó saber que La Sole cante “Irresponsables” y Fito estuvo presentando en sus shows la canción “El Colmo”. Eso es un honor. Imaginate que estos artistas admiren y lleven al escenario tu canción, como lo hicieron otros artistas internacionales, es algo que me pone muy feliz.
—¿Cuál es tu canción favorita de Babasónicos y cuál la de toda tu vida?
—Uy… son muchas, pero de Babasónicos me gusta mucho “Un pálpito” (Discutible), y también otra de las nuevas, “Ingrediente”; me gusta mucho cantarlas. Después, si tuviese que quedarme con una sola de toda mi vida, es “Enjoy the Silence”, de Depeche Mode. Es una maravilla lírica y melódica imposible de reproducir, algo que contiene el secreto, el fenómeno de la canción.
—Si te gusta tanto, ¿te darías la licencia de entonarla en algún show?
—Es hermosa, pero nosotros no hacemos covers, igual estaría bueno tocar alguna estrofa… no lo sé. En breve vamos a estrenar unos covers o rarezas sorpresa en las redes sociales. Fue algo que surgió de los ensayos, entre nosotros, pero creo que nunca las vamos a tocar en vivo (risas).
—¿Queda algo pendiente de aquél pibe que quería formar una banda?
—Nunca fui un pibe así, no soñaba con armar una banda. No pasé mi infancia creyendo que iba a ser músico, un compositor. Fui siempre negado a esa idea porque no existía una escena ni un mercado en Argentina posible en los 80. Sólo un puñado de bandas y solitas que yo creía que bajaban de un sistema divino y que no sabía dónde vivían o que sus padres los habían llevado a un casting. Mis padres y todos los de Babasónicos estaban en desacuerdo con que hiciéramos música, nos daban el ok pero sólo como un hobby. Pero la verdad es que la incapacidad de insertarme y de insertarnos nosotros como engranajes del mecanismo productivo a fines de los 80 me marginó a ver que lo único que podía hacer era esto. No deseaba ser músico, pero fuimos elegidos por el público; porque firmamos un contrato antes de tocar con la vieja CBS (hoy Sony), fue algo impensado, con dos canciones y una foto. No teníamos nada más. Hicimos ese demo con un cassette, me llamaron a la casa de mis padres donde estaba cada tanto, porque fui a un colegio en el exterior. A partir de ahí salimos a tocar y un año después salió el disco, que fue en vinilo y casette. Ese día que salió hicimos el show de apertura de Soda, en la gira de Dymano.
—Magia, suerte, talento…
—Los artistas mágicos y sorprendentes no son los que quisieron serlo. Por el contrario, son los que el público ha elegido de alguna manera. Todos nacemos o marchamos inexorablemente hacia la muerte. Algunos a regañadientes, otros llorando todo el camino, otros logramos burlarnos de ese camino y eso es lo que aplaude el público, esa osadía, esa burla. Lo estúpido que es, o lo genio. En el escenario, parece que es un héroe o un inmortal, y la música gusta por eso, porque te hace olvidar de tu propia realidad, de esa muerte de la que no vas a zafar. Y todo esto viene de aquellas tribus que se reunían en la noche alrededor del fuego, no se sabía si a la mañana te levantabas o antes te comía un tigre o un cocodrilo. Todos le tenían miedo a la oscuridad y a la noche, pero para olvidarse del miedo tenían sus cantos y rituales, sus instrumentos. Y así conciliaban el sueño.
Dos con peso propio
El desembarco de Babasónicos en el Anfiteatro Municipal estará precedido por dos esperados shows para apaciguar la espera. Desde las 19.45 será de la partida el rosarino Juani Favre cuyo último disco Despierto en la sombra fue producido por Adrián Dárgelos. A su término, a partir de las 20.30, será el turno de la ascendente banda El Kuelgue (foto) que repasará su repertorio y los temas de Cariño reptil, su último disco. La banda liderada por Julián Kartun propone en vivo shows colmados de diversión, humor y buena música, aspectos que son parte de su concepto fundante. Con cientos de seguidores locales que agotan las entradas cada vez que se presentan, en este concierto se espera que suenen nuevos temas que van desde el candombe hasta el freestyle. La apertura de puertas será desde las 19, mientras que, a partir de las 16.30, se podrán adquirir tickets en la propia boletería del Humberto de Nito.
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