La tradicional avenida Pellegrini modificó por unas horas su fisonomía. Es que en plena semana y en pleno día laboral, los bares se abarrotaron de hinchas para ver el Clásico. Y como ocurre cada vez que juega Newell’s, los hinchas rojinegros fueron quienes «se apropiaron» del lugar.
Desde temprano las mesas de los tradicionales bares estaban reservadas y a medida que el reloj avanzaba las mismas se iban poblando. Claro, todo con colores rojo y negro.
Hubo cánticos, enojos, insultos y más. Mientras mozos iban y venían llevando sandwiches, carlitos, pizzas y claro: mucha cerveza.
Mientras en Arroyito se agruparon los canallas, en Pellegrini fue todo de los leprosos. Sí, la fiesta de la ciudad hubo que vivirla a la distancia.