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“Los bombardeos del 55 fueron un acto terrorista”

A 65 años del ataque aéreo a Plaza de Mayo, Mercedes Prol –profesora de Historia de la UNR y la UNER– reflexiona sobre las lecturas realizadas sobre el hecho y por qué fue invisibilizado por gran parte de la academia

Catorce toneladas de bombas, más de mil heridos y 350 muertos. Una plaza como escenario de una masacre que permitiría, unos meses después, la consagración de la autodenominada “Revolución Libertadora”. El pasado 16 de junio se cumplieron 65 años de que la Marina y las fuerzas Aéreas atacaron la Plaza de Mayo en Buenos Aires con el objetivo de asesinar a Juan Domingo Perón que había sido elegido como presidente en 1951 con un apoyo del 62,54% en las urnas.

El día del bombardeo, una multitud contemplaba un desfile militar hasta que el cielo se vio cubierto por la presencia de 40 aviones de la Fuerza Aérea y de la Aviación Naval que durante cinco horas arrojaron bombas sobre Plaza de Mayo y la Casa Rosada. Los aviones llevaban dibujados en su fuselaje la inscripción “Cristo vence”.

Perón logró refugiarse pero el ataque dejó más de mil heridos y más de trescientos muertos. A pesar de la magnitud del hecho, desde entonces hubo poca producción académica que se interesara en dilucidar los motivos del ataque, sus consecuencias, lo que significó para la política argentina. Es un hecho no caló en la memoria colectiva como otros eventos.

Finalmente, el 16 de septiembre de ese año, se impuso la fuerza de los grupos golpistas dando lugar a nuevo golpe de Estado que determinó el exilio de Perón. La dictadura proscribió al peronismo y comenzó una persecución mayor hacia amplios sectores de trabajadores y militantes políticos.

Mercedes Prol es profesora de Historia en la Universidad Nacional de Rosario y de Entre Ríos. Le interesa conversar sobre el bombardeo a Plaza de Mayo como “una defensa de una reconceptualización, una nueva interpretación de un hecho que fue invisibilizado”. Le interesa también marcar una voz disonante de las palabras que resuenan en los grandes medios nacionales y tradicionales.

Violencia política

“Para quienes han estudiado el problema de la violencia el año ’55 constituye un parteaguas que marca el inicio de un proceso de radicalización ideológica y radicalización política en Argentina, que se agudiza a partir del golpe militar de junio de 1966. No obstante, hay diversas posiciones al respecto. Algunas versiones sostienen efectivamente que esa radicalización comenzó con la proscripción del peronismo de la escena pública y política”, explica Prol.

Una vez iniciado el golpe de 1955 se sancionó un decreto que prohibió al partido peronista y a todos los símbolos asociados al peronismo, se intervino la Confederación General del Trabajo –CGT-.

Prol recuerda “la fracción de militares encabezada por Aramburu y Rojas que tuvieron como objetivo desperonizar la sociedad y la política” y avanza “la exclusión y la represión hacia el peronismo radicalizó en parte las posturas de los actores del peronismo, con diversas expresiones, primero la resistencia peronista y luego una radicalización ideológica y política más profunda que no sólo se debió a la proscripción del peronismo sino a una coyuntura global en la que las juventudes abrazaron la causa de la revolución, y la lucha armada. Esa radicalización fue amplia, ya que la protagonizó tanto en un sector del peronismo, como otras agrupaciones de izquierda y un sector de la Iglesia Católica. Para estos actores, en su mayoría jóvenes, fue legítimo pensar que podían utilizar métodos radicales para cambiar el sistema y superar la situación de opresión e inequidad social que crearon tanto las dictaduras como los gobiernos semidemocráticos”.

Al mismo tiempo indica que “otras versiones sostienen que la violencia fue producto de las transformaciones que se operaron en Argentina a partir de la segunda mitad de la década del 60, cuando las fuerzas armadas adoptaron la Doctrina de Seguridad Nacional que las habilitaba para ‘combatir al enemigo interno’, y consideraron enemigo interno a cualquier expresión política y cultural que afectara los valores del orden ‘occidental y cristiano’, pero fundamentalmente eran enemigos el comunismo y el peronismo”. Este tipo de violencia estatal “generó un conjunto de respuestas sociales que movilizaron y rebelaron a amplios sectores de la población, entre ellos jóvenes estudiantes, trabajadores, trabajadoras y luego agrupaciones armadas que surgieron a fines de los años sesenta. Los azos, el Correntinazo, el Rosariazo y el Cordobazo fueron una muestra cabal de las movilizaciones y la rebelión popular”.

Prol aclara: “Todo corte en historia es arbitrario pero el ’55 y el ’66 marcan cambios en relación al problema de la violencia. Hubo violencia antes del ’55, pero era otro tipo de violencia. Las violencias tienen distintas matrices y responden a distintos actores, lógicas y problemas. Es posible sostener que los bombardeos de junio de 1955 se inscriben en el marco de una acción terrorista no sólo destinada a matar a Perón, a derrocarlo, sino sobre todo a sembrar miedo en la población”

“No se puede hacer historia contrafáctica, no nos está permitido, pero a veces romper esa regla sirve”, propone la docente de Historia de la UNR. Y plantea esta pregunta: si sólo querían derrocar a Perón matándolo directamente, ¿por qué no diseñaron otro plan?

Las bombas que estallan en la memoria y en los familiares de las víctimas

Además, sostiene que hubiera sido más fácil. Prol indica que por su trabajo académico recorrió los diarios publicados entre 1946 y 1954 y concluye: “Perón era un hombre que tenía contacto directo con los y las peronistas, hizo un montón de reuniones con los gobernadores, iba de concentración en concentración y, a partir de 1952, luego de la muerte de Eva Perón, se reunía muy seguido con las mujeres del Partido Peronista Femenino y vivió dando charlas y cursos en la CGT. Los bombardeos pueden ser catalogados como una acción terrorista, porque junto con el objetivo de matar a Perón estuvieron destinados a amedrentar a la población e impedir la movilización”.

“Este hecho de la visibilidad de Perón, de la exposición pública que lo hacía un objetivo fácil, pone en cuestión también los argumentos que usaron los propagandistas del gobierno militar iniciado en septiembre de 1955 cuando buscaron responsables de la masacre una vez ocurrida, intentaron focalizar en que hubo un responsable y fue el propio Perón. Un noticiero informativo, que se conserva como documento, dice que el único responsable de la masacre había sido Perón que sólo pensó en sí mismo cuando se refugió en el Ministerio de Guerra y el propio gobierno que sabiendo que los bombardeos iban a suceder no tomó las medidas necesarias para evitar que la población civil acudiera a Plaza de Mayo, porque se había anunciado un desfile de aviones”, repasa Prol.

“Los hechos muestran que fue un tipo de violencia específica y que el foco no fue solamente Perón. Quizás en la coyuntura hubo mucha gente que creyó en esa versión, hoy es difícil de sostener. Hoy esos militares y sus apoyos civiles son responsables ante la historia de las acciones que cometieron, de la masacre a la población y de terminar con un gobierno constitucional, dos acciones que están articuladas”, afirma.

Frente opositor y destituyente

Prol plantea que el conflicto que se desató en junio de 1955 no se puede analizar de forma aislada, “se articula con tensiones y enfrentamientos previos que se sucedieron desde 1951 o desde 1949 en adelante y, principalmente, con el que se inició en los meses finales del año 1954 entre el gobierno y la Iglesia Católica, y se prolongó durante la primera mitad de 1955, dividió al mundo católico y al peronismo también porque hubo figuras que circularon por un espacio y otro, que compartieron sociabilidades”.

Pero considera que los grupos golpistas no hicieron foco en la legitimidad de las elecciones. Hubo intentos de golpes desde la posible candidatura de Eva Perón a la vicepresidencia en el acto denominado Cabildo Abierto, también “existieron tensiones dentro de la CGT y hubo otras acciones violentas, se pusieron bombas durante una concentración de la CGT en 1953, en la que se registraron manifestantes muertos y heridos”.

Sin embargo, Prol subraya el conflicto con la Iglesia que se inició en los meses finales de 1954 y alcanzó un punto significativo durante la procesión de Corpus Christi, en junio de 1955, poco antes de los bombardeos. “Los motivos de las tensiones y el conflicto manifiesto fueron diversas. Pero esa procesión fue una manifestación de la oposición en conjunto, no sólo de la Iglesia. La Iglesia también estuvo dividida frente a los acontecimientos, hubo miembros de la jerarquía que continuaron apoyando a Perón».

El as de la aviación que desde el cielo defendió al pueblo: el bautismo de fuego del Muñeco Adradas

«A todas estas manifestaciones respondieron con movilización callejera los militantes peronistas”, indica. Y sigue: “Los argumentos esgrimidos por quienes eligieron la vía de los bombardeos y el golpe fueron muy variados, pero se puede sostener que los hombres de las FFAA y los civiles que los apoyaron y pertenecieron a diversos partidos políticos argumentaron que lo hicieron para terminar con una tiranía que impedía las libertades civiles y políticas. Veían como tiranía, por ejemplo, la reforma a la ley electoral nacional que limitó las bancas de la oposición en el recinto legislativo o los límites en la participación de los partidos de la oposición en la escena pública”

A partir de 1954 en la disputa con la Iglesia, Perón y el gobierno se enfrentaron “con ciertos valores católicos arraigados —el fin de la educación religiosa en las escuelas, la ley que terminaba con los hijos ilegítimos o naturales por ser extramatrimoniales— valores que, por otra parte, el peronismo siempre había defendido abiertamente desde 1946 con políticas públicas, pero que no tuvieron unanimidad dentro del movimiento”.

“Esta lectura abroqueló a la oposición que necesitaba reunir fuerzas, aunque fuesen de diversos colores. A esos argumentos se sumaba el hecho de que para los sectores más conservadores de la oposición el peronismo había trastocado las jerarquías sociales legítimas, hoy podemos decir que a algunos sectores antiperonistas les molestó el empoderamiento de los y las trabajadores”.

Finalmente, Prol plantea que “no es posible negar el tipo de control implementado desde el gobierno peronista que respondió también a una lógica específica de concepción de la política y tuvo sus argumentos, un control que no puede ser asimilado al totalitarismo aunque los opositores así lo percibieron. La salida que eligió este grupo de militares y civiles no fue la de ganar elecciones sino la de irrumpir de forma violenta, garantizando un golpe de Estado montado sobre una masacre. Esa salida respondió también a un imaginario instalado en la política argentina, pero creo que hay que avanzar sobre una interpretación más exhaustiva y observar responsabilidades. Ese golpe se concretó en septiembre de 1955”.

Memoria colectiva

Prol considera que los bombardeos no estuvieron presentes en la memoria colectiva pero que en estos últimos 15 años se empezó a torcer un poco la relectura de la historia. “Hoy son hechos que se discuten abiertamente, tienen un lugar en el Archivo de la Memoria, se produjeron documentales realizados desde la TV pública, Canal Encuentro y Canal 7. Quienes armaron el archivo Prisma de la TV Pública tuvieron un rol importante en recuperar documentos. Hay que destacar que este acontecimiento por supuesto estuvo y está en la memoria de la militancia peronista y de los escritos militantes de distinto tipo, ensayos, biografías, libros de historia, hay que reconocerlo, porque fueron ellos y ellas los que procuraron que tengan visibilidad pública y política”.

Por otra parte, le parece que fue el kirchnerismo también el movimiento que habilitó realizar una nueva interpretación de los distintos peronismos: primer peronismo, los setenta, el menemismo. “Creo que esa rehabilitación fue sumamente productiva, no para construir un relato épico y ocultar los tramos oscuros, sino para repensar dilemas históricos de la política en Argentina de otro modo y dilemas que entroncan fenómenos que no son sólo el peronismo o los peronismos. Porque toda situación presente abre prismas nuevos para observar a fenómenos políticos polémicos, como lo fueron el peronismo y el antiperonismo”.

Prol indica que “las memorias no son neutras ni completas”: “Por años las producciones académicas al abordar el primer peronismo no analizaron los bombardeos como una forma específica de violencia, no buscaron conceptualizarla, o bien lo consideraron simplemente un acontecimiento más dentro de las escalada de violencia política que se abrió a partir de 1951 en Argentina del que participaron dos bandos enfrentados, heterogéneos ambos”.

“En el inmediato posperonismo se produjo una renovación en la universidad pública y en las ciencias sociales específicamente y los artífices de esa renovación que cobraron visibilidad eran antiperonistas y habían apoyado el golpe militar, aunque tempranamente se desencantaron y dejaron de apoyarlo, ese desencanto no dio del todo como resultado una búsqueda interpretativa más compleja del peronismo, quizás también porque peronismo y antiperonismo eran hechos recientes. Y quienes se aproximaron al fenómeno en los setenta pensaron que era necesario desentrañar la relación que el peronismo había construido con la clase obrera para saber si se podía contar con ese background previo de ejercicio político para cambiar el sistema”

Finalmente con la recuperación democrática en 1983 “la dupla autoritarismo/democracia se apropió de los investigadores y todos pensaron en desentrañar qué había aportado u obturado el peronismo a la construcción de la democracia en Argentina y lo hicieron con un molde de democracia que era distinto al de la posguerra y al que los actores tuvieron en la cabeza en aquel contexto”.

Prol conluye que se necesitó un cambio generacional para modificar los enfoques: “Ese cambio se consolidó hace pocos años. La acción de inscribir los bombardeos como un hecho específico de violencia que es necesario conceptualizar tiene que ver con ese cambio”.

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