Sin lugar a dudas está asomando en la Argentina una operación económica claramente desestabilizadora llevada adelante por los sectores más concentrados del mundo financiero internacional.
El lunes pasado conocimos a través de varios medios de comunicación opositores al gobierno nacional una nota sumamente agresiva del periódico estadounidense de negocios financieros The Wall Street Journal.
El martes, pudimos acceder a los resultados del “Índice de Libertad Económica” publicado por la ultraconservadora Heritage Foundation. Curiosamente, estamos en el puesto 166, bien abajo en la calificación general, mientras que en 2002, en plena crisis, éramos muy bien conceptuados en el puesto 38.
Y en estas últimas horas varios medios se hicieron eco de un informe del Credit Suisse que recomienda vender bonos argentinos ante lo que considera un “deterioro de la economía”.
Es posible que algún recién llegado a la información económica y política argentina forme una opinión a partir del análisis del Credit Suisse. Pero, los que tenemos algunos años en el lomo, podemos recordar algo que pasó hace no mucho tiempo, apenas 13 años.
En marzo de 2001, como manotazo de ahogado, el entonces presidente Fernando De la Rúa decide el regreso de Domingo Cavallo al Ministerio de Economía. Luego de obtener la famosa “ley de superpoderes” (que le permitía a Cavallo casi todo, excepto vender el Banco Nación y privatizar las universidades) el creador de la convertibilidad llevó adelante el tristemente célebre “megacanje”.
Esta operación financiera fue operativizada por siete bancos, uno de ellos el Credit Suisse First Boston, una de las patas más importantes del Credit Suisse Group (recordemos que unos años más tarde, en 2005, el grupo helvético fusionó sus dos bancos insignias, el Credit Suisse y el Credit Suisse First Boston).
Volviendo al “megacanje”, los bancos implicados se llevaron 150 millones de dólares en concepto de comisiones. La operación financiera dio como resultado que la deuda externa argentina se incrementara en casi 40.000 millones de dólares (entre capital e intereses). Sin embargo, los principales medios de comunicación locales alabaron la medida, en un claro vínculo de intereses con el sector financiero.
Pero no fue casual que el Credit Suisse participe del “megacanje”. El autor intelectual de la medida no fue Cavallo, sino David Mulford, por entonces vicepresidente del Credit Suisse First Boston, quien cobró la friolera de 20 millones de pesos en honorarios.
Lo interesante es que el “megacanje” no sólo fue un desastre para la economía nacional sino que fue una estafa para los tenedores de títulos, que fueron obligados a entrar en la operación apenas siete meses antes del “corralito financiero” y el estallido de la Convertibilidad.
Ciertamente, esta operación no pudo haberse realizado sin la anuencia del staff de alto rango del Ministerio de Economía. Recordemos que a principios de enero pasado ocho ex funcionarios de la Alianza fueron procesados en la causa que investiga el “megacanje”.
Para finalizar: como vemos, al Credit Suisse (como a todo el selecto club de operadores financieros) nunca le interesó la Argentina ni los argentinos. Siempre operaron en contra de nuestros intereses nacionales y, en cuanto pudieron, estafaron a los ahorristas particulares.
Hoy vuelven al ruedo, motorizando una operación especuladora sobre los títulos públicos argentinos, con el único objetivo de desestabilizar la economía nacional.