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Los cambios que traen las lámparas bajo consumo

Por Carlos Pagura.- A partir de hoy, no se comercializan más las lámparas de luz incandescentes. Lo que aparenta ser un simple reemplazo tecnológico ocasionará diversos impactos. En nuestra salud, nuestros gastos, el medio ambiente y el sistema energético.

Nuestro país da el último adiós a las lámparas de luz incandescentes con la entrada en vigor de la ley 26.473, que estableció -luego de una postergación- el último día de mayo como fecha límite para comercializar lámparas incandescentes de uso residencial.

Lo que parece un reemplazo técnico de rutina encierra en realidad cambios cotidianos y también a gran escala, que alterará cuestiones relacionadas a nuestra salud, el medio ambiente, la matriz energética del país y el impacto sobre los gastos domésticos.

PUEDEN AFECTAR LA PIEL, PERO EN CASOS ESPECÍFICOS

La emisión de radiación ultravioleta es uno de los temas controvertidos que acompañan a las lámparas bajo consumo.

Andrés Politi es coordinador de la campaña nacional de prevención de cáncer de piel de la Sociedad Argentina de Dermatología. Explica: «Son una versión modificada de los tubos fluorescentes, que ya emitían radiación UV, por lo que no es un tema nuevo. Aunque es cierto que la exposición será mayor».

Agrega que «siempre se dijo que los pacientes con cáncer de piel tenían que tener cuidado con la exposición a los tubos», pero advierte que «no hay que sembrar la alarma, el riesgo para la población general es insignificante».

Quienes deberán tomar recaudos son las personas con diagnósticos previos. «Hay un grupo de enfermedades fotoagravadas que la luz empeora. Algunas son raras, o más comunes como erupciones o urticarias. Otras que surgen con la ingesta de medicamentos y hay otras genéticas. La clásica es el lupus. Estos pacientes deben tener cuidado a exposiciones muy cercanas o por un tiempo demasiado prolongado«.

Ante la misma inquietud la Unión Europea encomendó una investigación a un comité científico, que concluyó que «no existen pruebas que demuestren que constituyen un riesgo», si bien tampoco descartó posibles efectos adversos en pacientes con enfermedades cutáneas poco frecuentes.

Una de las soluciones para estos casos, coinciden el experto argentino y el informe europeo, son las lámparas con doble capa de protección.

Otro efecto molesto, el «parpadeo» lumínico que provocaba «fatiga visual» ha sido superado con un rectificador interno que convierte la corriente eléctrica.

BENEFICIAN AL MEDIO AMBIENTE, AUNQUE CONTIENEN MERCURIO

La reducción de las emisiones de gases de Efecto Invernadero por la adopción de las nuevas lámparas no será -en principio- sustancial según las cifras de la organización ecologista Greenpeace, Argentina aporta sólo 0,6% del total mundial. Pero en tiempos en el que las naciones aumentan sus restricciones a la contaminación, no hacerlo sería ir a contramarcha: Australia, Canadá, los países nórdicos, la Unión Europea, Rusia, EE.UU y de a poco los países sudamericanos (Colombia, Perú y Venezuela) ya han dictado prohibiciones totales o paulatinas para las viejas lámparas.

Un dato clave es la decisión china, productor del 70% de las lámparas incandescentes, de abandonarlas en menos de una década. Para medir su impacto, basta pensar que sólo el 15% de los hogares chinos -una población de 1.340 millones de personas- utilizan en la actualidad lámparas bajo consumo. A largo plazo, como efecto global, evitarán la construcción de centrales eléctricas, ahorrar recursos no renovables y evitará la emisión de gases nocivos para la atmósfera.

En contrapartida, las lámparas recibieron críticas debido a su contenido de mercurio. Según los ambientalistas no hay de qué alarmarse: la cantidad es de unos dos miligramos, mil veces menos que el clásico termómetro para tomarse la fiebre. Sin embargo, ante el caso de rotura de una lámpara lo mejor es tomar precauciones. «El mercurio es toxico y se absorbe en contacto con la piel y a través de las vías respiratorias, por lo que es un buen consejo ventilar el ambiente y cubrirse la mano para tomar la lámpara», aconseja el especialista Andrés Politi.

El fantasma del peligroso mercurio también aparece al momento del descarte; por ello es imprescindible no arrojarlas con la basura domiciliaria, para que su recolección diferenciada permita tratarlas como un «residuo electrónico», al igual que las pilas y baterías. Hernán Giardini, responsable del tema en Greenpeace, es concluyente: «La toxicidad de una lámpara es muy baja, pero es muy peligroso que millones de ellas terminen en los rellenos sanitarios, por el impacto ambiental que provocarán».

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UN AHORRO ENÉRGETICO DEL TAMAÑO DE DOS ATUCHAS

Cuando la tendencia avance y el reemplazo residencial se propague a las distintas esferas públicas y privadas, la medida puede generar un shock positivo importante para superar futuras crisis en el suministro energético del país.

Un informe confeccionado por Greenpeace calcula que sólo a nivel residencial el ahorro puede alcanzar los 4.200 GWh anuales, casi el doble de lo que produce la central atómica Atucha I.

El secreto, explican, es la enorme ineficiencia de las lámparas incandescentes: el 80% de la energía que consumen se pierde en calor. Por supuesto, el reemplazo de las lámparas sólo puede ser un paso dentro de un plan más ambicioso: no hay que olvidar que una heladera con freezer consume, en una hora el equivalente en kilowatios a una bombita incandescente de 100W. Y un aire acondicionado de 2.200 frigorías el equiparable a 50 focos de bajo consumo de 15W.

VEREMOS SU INCIDENCIA EN LA FACTURA ELÉCTRICA

A pesar de que son más costosas, debido a su mayor duración (8.500 horas contra 1.000 de vida útil promedio) y su inferior consumo (un 20% de la electricidad que necesitan las lámparas incandescentes) el cambio debería reflejarse en la boleta de la compañía eléctrica.

La Secretaría de Energía realizó una sencilla comparación entre una lámpara tradicional de 100W (que cuesta $4.5) con su par bajo consumo de 20W (que cuesta $25).

Al cabo de ocho mil horas (vida útil de una lámpara bajo consumo), proporcionando la misma luz y tomando como ejemplo un usuario tipo R2 de la Capital (sin incluir cargo fijo ni impuestos), el cálculo otorga al usuario del nuevo modelo un ahorro de $27,5 en la facturación eléctrica.

Además se obtiene un plus: para alcanzar las ocho mil horas de vida útil habría que comprar ocho lámparas convencionales, que a $4,5 c/u representan un gasto de $36, once pesos más que el costo de una bajo consumo.

Pero hay que resaltar que la incidencia sobre la facturación eléctrica no será directa, ya que el gasto por iluminación representa sólo el 30% del importe total.

UNA DESPEDIDA ANUNCIADA

Derrochadoras de electricidad, dañinas para el medio ambiente, ineficientes para iluminar, la lámpara tradicional fue sumando méritos para convertirse en enemiga pública de un mundo afiebrado por la escasez de los recursos energéticos y los reclamos de más «políticas verdes».

Al borde de la extinción, de aquí a un tiempo veremos sólo a las pequeñas sobrevivientes que la nueva ley exceptúa: las de 25W y las lamparillas que suelen utilizarse en electrodomésticos, como hornos y heladeras. Las últimas herederas de las revolucionarias bombillas inventadas por Edison hace 130 años.

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