Alrededor de las 14, bulevar Oroño se cubrió de bicicletas. Cuadras y cuadras de rodados, en su mayoría con gente joven pero también adultos, rompieron la rutina de un sábado a la tarde llamados por la convocatoria a la cabecera del puente Rosario-Victoria en protesta por las incesantes quemas en las islas, que llevan seis meses comprometiendo el medio ambiente y la salud, y por la sanción de una ley de Humedales que duerme en los cajones del Congreso. Y uno de los protagonistas de la movida fueron los chicos.
Parejas jóvenes con sus hijos dieron otra nota de sensibilización colectiva no sólo por el humo que molesta y afecta la salud de muchos rosarinos, más en tiempos de una pandemia respiratoria. También, por la preservación de una de las mayores reservas de biodiversidad del planeta y morigerador de fenómenos como las inundaciones y los extremos climáticos.
A hombros de los padres, desentendiéndose a ratos del motivo por el que estaban allí con ellos, todos con sus barbijos, acompañaron una movilización en la que también hubo personas mayores.
¿Riesgos? Muchas personas se juntaron en el extremo norte de Rosario, sobre el límite con Granadero Baigorria, en momentos de crecimiento de contagios por covid-19. Los organizadores de la caravana y asamblea recordaron a los convocados la necesidad de mantener la distancia de seguridad, dispusieron puestos donde se desinfectaba las manos con alcohol en gel y ordenaron a la gente para que pasara por ellos antes de subir a la cabecera del puente.