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Los diferentes mayos de Francia

Movilizaciones y protestas generadas por las reformas propugnadas por el gobierno de Macron tienen actores parecidos pero objetivos diferentes a las ocurridas en mayo del 68

Por Andrés Rolandelli / Especial para El Ciudadano

La puesta en marcha de las reformas propugnadas desde setiembre de 2017 por el presidente Emanuel Macron genera tensiones en la sociedad francesa. Por fuera del esquema partidario tradicional, con un pasado en calidad de ministro de finanzas del gobierno socialdemócrata de François Hollande, el mundo privado de las finanzas y la filosofía, habiendo sido discípulo directo de Paul Ricaur, el joven político galo se hizo con la primera magistratura de la sexta economía del mundo.

A pesar de nunca haber ocultado su impronta liberal, en campaña, su discurso se vertebró por fuera del binomio de derechas e izquierdas. La retórica con la que logró diferenciarse ganando votos en ambos bandos fue: “Para distribuir la riqueza primero hay que generarla”.

Medidas controvertidas

Su receta no es nueva. Es la clásica receta liberal de incentivar la oferta en detrimento de la demanda. Para ello las reformas buscan cumplir con el doble objetivo de reducir el déficit fiscal y aumentar la productividad de la economía francesa. De esta manera, luego del receso en setiembre de 2017, en lo que los franceses llaman la “rentrée”, anunció un paquete de medidas, muchas de las cuales ya están siendo implementadas.

La más controvertida, en funcionamiento, fue la reforma del mercado de trabajo para lograr una mayor flexibilidad. Esta implica un límite a las indemnizaciones por despidos improcedentes; una ampliación de la jornada laboral y  reducción en el pago de las horas extras; facilidades por parte de las empresas para poder despedir en caso de que se necesite optimizar el proceso productivo; negociaciones directas entre el trabajador y la empresa prescindiendo del sindicato, entre otras cuestiones. A ello se le suma el objetivo de reducir en 122 mil los puestos del servicio público francés para los próximos años. Según se argumenta desde el gobierno, se espera que la medida tenga un impacto en la baja de la tasa de paro de casi dos dígitos.

En la misma dirección se pretende realizar una reestructuración de la empresa estatal de transporte ferroviario. Por sus siglas en francés la Sncf, es un emblema y orgullo de los franceses. Los intentos de reestructurarla en el pasado han naufragado. Para la actual gestión gubernamental, gran parte del déficit fiscal se explica por el rojo de sus cuentas. Dos serían las causantes: el primero es el estatuto del ferroviario que supone un trato diferencial para los trabajadores si se lo compara con otras ramas. Se argumenta que si bien en el pasado el trabajo era insalubre, hoy por el avance tecnológico ya no lo es, lo cual no justifica las jubilaciones anticipadas y la prima por trabajar con carbón. La segunda es el sostenimiento de líneas no rentables que son el único medio de conexión de zonas rurales con urbanas. Situación que genera tensiones por la amenaza a la supervivencia de muchas comunidades.

En el ámbito educativo se implementó la controvertida reforma que termina con el sistema por sorteos para el ingreso a la universidad. El actual sistema de selección supone, entre otras cuestiones, la utilización de un programa informático que mediante una serie de algoritmos dictamina no sólo carreras sino el lugar donde estudiarla.

En algunos casos implementadas, en otras anunciadas, desde setiembre de 2017 a mayo de 2018 se sucedieron todo tipo de protestas. No sólo de trabajadores ferroviarios, estatales y estudiantes, sino también de los trabajadores de la salud y los aeroportuarios.

Cincuenta años después

A un año de la asunción de Macron, en el quincuagésimo aniversario del Mayo del 68, huelgas, marchas, tomas de universidades y enfrentamientos con la policía constituyen el paisaje de una Francia convulsionada. La tentación por la analogía, respecto de lo acontecido cincuenta años atrás es grande. Ayer como hoy, estudiantes y obreros constituyen el eje de confrontación con el gobierno.

Sin embargo, visto retrospectivamente, el núcleo de la oposición del 68 era contra un estado de cosas que hoy podrían ser anheladas. Aquella Francia gestada en la postrimería de la Europa de posguerra era una sociedad de la abundancia. El cuestionamiento de aquella generación de jóvenes universitarios, a los que se plegarían vastos sectores obreros, estaba dirigido contra el entumecimiento y rigidez que el Estado de Bienestar había generado. Fueron muchas las prerrogativas de aquellas jornadas, y aún hoy se analizan sus consecuencias. Hoy sabemos que pretendían terminar con una lógica paternalista, rígida y burocrática de todas las estructuras sociales y políticas de la Quinta República Francesa. La crítica magistral del gran Pasolini caracterizando a los estudiantes de poseer  “prerrogativas pequeñoburguesas”, en sus designios y acciones fue audaz al mismo tiempo que certera. Más aún cuando se observa el derrotero de muchos de aquellos jóvenes cuando dejaron de serlo.

Sin embargo, caracterizar en los mismos términos a las protestas de 2018, más allá de que los protagonistas sean los mismos, es incorrecto. Las actuales son la reacción esperable a la serie de reformas de inspiración neoliberal que buscan reestructurar y terminar con lo que el principal referente opositor, Jean Luc Melanchon, denominó el Estado Social francés. La ironía amarga es que muchas de las consignas del 68 más que en los manifestantes del 18 parecen haberse metabolizado en muchas de las medidas del actual gobierno. Cincuenta años después quienes parecen estar asestando un tiro de gracia a lo que queda de aquel Estado de bienestar, con la excusa de liberar “las energías de la sociedad y generar la riqueza a distribuir luego”, es la coalición de gobierno liderada por el joven Macron. La magnitud de las reformas hizo que confluyan en su crítica la ultraderecha del “Front National” y la principal fuerza de oposición de izquierda, “La France Insumise” de Melanchon.

En la memoria de la élite política francesa, el 68 conlleva amargos recuerdos y resquemores. Aquella gesta terminó con la carrera política de Charles De Gaulle. La determinación de Macron en utilizar las fuerzas de seguridad para desalojar a fuerza de palos a los estudiantes que tomaron las universidades, toma nota de aquel suceso. Más aún cuando dicho acto constituye un sacrilegio en el marco del aniversario del 68. Según sus propias palabras no se dejará llevar por humores sociales momentáneos y seguirá adelante con las reformas cueste lo que cueste. Quién ganará la pulseada es algo que no se puede saber. A pesar de las protestas y su imagen maltrecha, su capital político no muestra signos de deterioro. En los días que corren las aguas parecen calmas. Pero se avizoran nubes y puede que París sea nuevamente el ojo de la tormenta.

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