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Los dueños de la moral

“No conocen el significado de la vergüenza, de la moral”. Así calificó un periodista ruso a las mujeres de dicho país por “acostarse con extranjeros” durante el Mundial.

En el artículo publicado en el diario Moskovski Komsomolets el miércoles pasado, el periodista repudió con mucho énfasis que las mujeres tengan relaciones sexuales con aficionados de otros países que viajaron a Rusia para ver la Copa del Mundo. Aseguró que el gran evento futbolístico desató una serie de conductas de las rusas que no son “apropiadas”. Las calificó de putas (como si eso fuera un insulto). Y aseguró que al escuchar la lengua extranjera las mujeres se enloquecen y «abren las piernas», mostrando un ejemplo de la «depravación de nuestra sociedad».

Pero no se quedó ahí. «Hasta un brasileño valdrá más que nuestros paisanos», comentó. Pareciera que al trabajador de prensa lo que le molesta es que no se quieran acostar con él y con sus pares. No sólo es misógino, también racista.
Hace unos años, seguramente el artículo hubiera pasado desapercibido. O incluso, hubiera sido visto con buenos ojos por parte de la opinión pública. Hoy, por suerte y por la lucha mundial del movimiento de mujeres ya no lo es, aunque siempre hay excepciones, obvio.

Esos lugares en los que el patriarcado históricamente colocó (y coloca) a la mujer ya comenzaron a cuestionarse, a desconstruirse. Ese lugar de sujeción, que por siglos fue naturalizado y aceptado, se cuestiona y rechaza. No somos una incubadora para garantizar la reproductividad; nuestro lugar no es la cocina, salvo cuando queramos estar allí no por mandato. Y nuestro cuerpo es sólo nuestro.

Falta mucho por hacer, logramos ganar varias batallas y poner en jaque a ese orden impuesto. Pero los retrógrados continúan ahí, agazapados, esperando el momento oportuno para mandarnos a cerrar las piernas o para decirnos con quién está bien abrirlas.

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