La mayoría de los emergentes mediáticos que llegan a la política argentina se derechizan (también pasa en otros países) o encuentran en sectores de la derecha un refugio, un lugar de puertas abiertas muy atractivo que de inmediato les genera una idea de “pertenencia”. Y desde esa inyección de odio hacia los gobiernos populares que expresan desembozadamente, esos emergentes, unidos en la lógica de los anti derechos y también en su gran mayoría con discutibles niveles de capacidad para ocupar cargos públicos, ganan predicamento (ya son conocidos) con discursos de choque en algunos sectores de una sociedad, también odiantes, que aprendieron a repetir una y otra vez, como un mantra, y al calor de la mayoría de los medios hegemónicos, que los referentes de los gobiernos populares son “todos corruptos”.
Desde los 90, cuando el fenómeno de la “pizza con champagne” se puso en marcha en la Argentina, hasta el presente, sobran los ejemplos de ese grado mediocre de frivolización de la política, en su mayoría con personas que tuvieron carreras fugaces o inexistentes en los medios de comunicación y el espectáculo, seguramente porque el talento no abunda, pero supieron reinventarse al calor de sus expresiones en redes sociales del presente que parecen tener cautiva la atención de la política y el interés de las decisiones de una parte sustancial de la ciudadanía a la hora de votar, y desde ese lugar, periférico y descomprometido, con un profundo desconocimiento y hasta con cierto desprecio por lo que la política representa, terminan ocupando un cargo.
Dentro de esta variable de mediático/a devenido/a en político/a aparece en la lista la actual diputada de la provincia Amalia Granata, otrora mediática y también actual columnista radial (Radio Mitre, en el programa Polino auténtico!), del bloque Somos Vida de la provincia de Santa Fe, que por estas horas enfrentaría un pedido de expulsión de la Cámara Baja por sus expresiones vertidas en redes sociales tras el atentado a la vicepresidenta de la nación Cristina Fernández de Kirchner del jueves por la noche en la puerta de su casa, un hecho que parece haber puesto en tensión la contienda política argentina aún más allá de la tan mentada grieta.
Granata twitteó, entre más: “Todo armado, qué pantomima… Ya no saben qué hacer para victimizarla…Y para que suba en las encuestas. Demasiado obvios. Se les acaba la joda del choreo y la corrupción. Vamos Argentina que podemos salir adelante sin estos delincuentes”.
El impacto de su publicación en medio de un potencial magnicidio que llevó al presidente Alberto Fernández a declarar el jueves a la medianoche feriado nacional para el viernes, algo que también fue motivo de burla para la diputada, con movilizaciones multitudinarias en repudio al atentado y en defensa de la democracia en todo el país, en una Argentina jaqueada por la economía tras el paso de cuatro años de macrismo y dos de pandemia más algunas decisiones de política económica del presente bastante discutibles, fue extemporáneo pero no sorprendente. La diputada ejerce en redes continuas descalificaciones al kirchnerismo y al Frente de Todos, en algunos momentos muy cercana a Juntos por el Cambio y en otros, a discursos aún más radicalizados, apoyando a los referentes de la extrema derecha como es el caso del libertario Javier Milei, buscando sostener su lugar en la política.
Una larga lista de funestos comentarios y una carrera que arrancó con los pañuelos celestes de los «provida» cuando los verdes dominaban las calles y la militancia feminista, marcan el comienzo del derrotero político de Granata que la llevó a ocupar una banca en la provincia de Santa Fe.
Lejos de respetar la Ley Nacional por el Aborto Seguro Legal y Gratuito, la diputada sigue militando contracorriente como lo hizo en junio pasado junto al ultraderechista Milei cuando ambos celebraron la decisión de la Corte Suprema de Estados Unidos de llevarse puesto el aborto legal, casi 50 años después de que se legalizara este derecho tras el histórico y basal caso Roe vs Wade de 1973, asegurando: “En Argentina también lo vamos a lograr”.
Pero no sólo eso. Las descalificaciones de “alto impacto” fueron por mucho más. Los colectivos feministas y en particular el de Actrices Argentinas fueron blancos de disputa en redes para Granata que nunca midió la ferocidad de sus comentarios porque es precisamente eso lo que sus seguidores pretenden de ella.
“No necesito que reconozcan mis derechos en un día festivo, porque ya los tengo. Ante la ley soy igual a los hombres y el respeto de mis pares me lo gano sola con mis acciones. Terminemos con el relato tribunero que atrasa”, posteó el Twitter el último 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, cuando cientos de mujeres mueren al año en la Argentina y en el mundo por violencia de género y donde está más que claro que los derechos están muy lejos de ser igualitarios.
Ese mismo odio de efervescencia mediática frente a interlocutores de pocos recursos periodísticos, sin capacidad de repregunta, que por lo general, en tiempos de la televisión panelista del presente, siguen poniendo a Granata como una “mediática” cuando ocupa una banca en Diputados, y entonces todo es lo mismo y todo se mezcla, reapareció contra el colectivo travesti-trans. Pidió, desde su lógica anti derechos, desestimar la “utilidad social” de las políticas que lo han favorecido “para darle de comer a los pibes”, e intentó debatir y polemizar sobre el Cupo Laboral Trans o el acompañamiento de reasignación de género entre otros tratamientos médicos, en otro de sus tantos ataques a las minorías, esta vez al colectivo LGTBIQ+.
Dispuesta a ir por más en su batalla contra el campo nacional y popular, una de sus últimas víctimas fue el referente de la música urbana L-Gante de quien Granata expresó: “No es artista, es un emergente de una sociedad en decadencia”, quizás porque muchas veces lo que se mira con desprecio se vuelve un espejo.
Así, un derrotero que es más vasto, una lista que nunca se detiene, las redes que habilitan el verdadero odio tribunero y la catarata de publicaciones maliciosas y rimbombantes que parecen haber llegado a un techo con poner en duda el atentando a la vicepresidenta, en algún momento hacen tambalear lo que se muestra, lo que se ve, para dejar en evidencia lo que hay detrás, que por lo general es nada.
Diputados repudiaron el atentado a Cristina y no trataron el pedido de remoción de Granata