La seguidilla de ataques contra gitanos en varios puntos de Europa ha alzado las voces de protesta de organizaciones de defensa de los derechos humanos, que acusa a los gobiernos de fomentar la xenofobia contra esta comunidad y utilizarlos como chivos expiatorios de la crisis económica que afecta a la región.
El caso que dio el puntapié fue el de Leonarda, una joven gitana de 15 años que fue expulsada de Francia a Kosovo junto a su familia por carecer de los papeles necesarios. En contra de las multitudinarias manifestaciones que presionaron por una marcha atrás en la decisión, y la ideología que pregona el Partido Socialista en el poder, el gobierno de François Hollande optó por la deportación.
Ello, a pesar de que Leonarda, sus hermanos y su madre nacieron en Italia –es decir, son ciudadanos europeos–, no conocen el idioma kosovar y corren riesgo de ser atacados, dado que en el pasado los gitanos fueron perseguidos allí. Sin embargo, el 74 por ciento de la población apoyó la expulsión de Leonarda: los altos índices de amparo ante la medida se traduce en las urnas, donde la ultraderecha de Marine le Pen se asienta como la tercera fuerza del país con promesas sobre la lucha contra la inmigración.
Como si de un dominó se tratase, a los pocos días en Grecia se hizo público otro caso, el de María, apodada el “ángel rubio”, quien fue retirada de la custodia de sus padres gitanos de tez morocha al despertar sospechas a las autoridades por ser blanca, rubia y de ojos azules. A medida que la historia se convertía en noticia internacional avanzaron las investigaciones y se determinó que no poseía el mismo ADN que el de la familia con la que convivía. Millones de llamadas colapsaron los teléfonos de las oficinas de cuidado infantil prometiendo ayuda para encontrar a sus verdaderos progenitores. Todos apuntaban a que posiblemente había sido secuestrada a una “pareja nórdica”. Sin embargo, la ruta de la investigación condujo hacia una mujer en Bulgaria, que habría entregado en adopción a su hija al no poder hacerse cargo de su crianza. Ya para entonces, la aparición de María había generado todo tipo de elucubraciones relativas a la existencia de redes de tráfico de menores, e incluso con casos de secuestros de niños en Europa y Estados Unidos.
El gobierno griego –envuelto en presiones por la recesión de la economía desde hace cinco años– respondió así a los pedidos de una sociedad en la que el movimiento neonazi Amanecer Dorado domina una tercera parte del Parlamento.
El último caso tuvo a Irlanda como escenario, donde los agentes de servicio social debieron devolver a sus padres gitanos a una menor de siete años tras habérsela quitado debido a sus rasgos físicos, similares a los de María.
“Lo más importante es que vuelve a casa”, dijo una de las hermanas de la menor que fue sacada de su casa del barrio de Tallaght, el lunes, por agentes de la Garda (Policía irlandesa) después de la denuncia de un residente a quien le extrañaron los rasgos escandinavos de la pequeña. Pese a que la pareja gitana aseguró que se trataba de su hija, la explicación no convenció a las autoridades, que optaron por enviar a la niña rubia y de ojos azules al Servicio de Salud irlandés a la espera del resultado de una prueba genética, que dio la razón a los progenitores. Tras la polémica, el primer ministro irlandés, Enda Kenny, y el titular de Justicia, Alan Shatter, negó que las autoridades tengan prejuicios hacia los gitanos.
Para el director ejecutivo del Centro Europeo de Derechos Romaníes (gitanos), Dezideriu Gergely, la cobertura informativa de los casos en Grecia e Irlanda está llevando a un creciente recelo de los europeos que, cada vez más, caen en estigmatizaciones sobre la supuesta tendencia de esa etnia a la criminalidad. Recordó, además, que no conviene olvidar que algunos gitanos, un pueblo heterogéneo y nómade a lo largo de gran parte de su historia, tienen la piel clara y el cabello rubio.