Por: Elisa Bearzotti
Días atrás, haciendo la primera incursión de la jornada en redes sociales, me encontré con la imagen de la actriz y cómica italiana Teresa Mannino, quien siempre me sorprende con sus monólogos de clásico humor meridional. Pero en esta ocasión la Mannino no intentaba provocar la risa de sus seguidores, sino que, mirando seriamente a cámara comentaba la tragedia ocurrida en su tierra, Sicilia, donde los incendios provocados por la inusual ola de calor europea, llegaron incluso hasta el aeropuerto de Palermo. La comediante finalizaba el podcast proponiendo un gesto simbólico: regar cualquier planta que tuviéramos cerca, de manera que todas aquellas cercenadas por el fuego pudieran ser replicadas por otras, en cualquier parte del mundo. Actualmente, la Mannino vive en Milán, por lo cual resultaba asombroso leer comentarios de este tipo: “hermosa propuesta, pero aquí en el norte no podemos regar porque ya estamos bastante inundados”, o este otro: “en Vercelli tuvimos una tempestad, igual que en Milán, el agua entrando por todas partes, vientos que hacían volar todo, granizo…”. Pocas horas antes, ya me había quedado completamente azorada al ver en otra red social las fotos que posteaban mis parientes italianos, oriundos de Palmanova, provincia de Udine, en la región de Friulia, mostrando bolas de granizo del tamaño de una manzana que destruyeron los sembrados de la zona, además de provocar múltiples anegamientos y daños en las casas, como así también en las redes públicas de luz y agua. Es necesario decir que entre Milán y Palermo, más allá de la enorme distancia histórica, socioeconómica y cultural que los separa, hay menos de 900 kilómetros. Sin embargo, pareciera que en esta ocasión el clima se empeñó en maltratarlos por igual, aunque usando armas contrapuestas: demasiada agua en el norte, demasiado fuego en el sur.
Pero no sólo en Italia, sino que esta semana, las temperaturas extremas que asolaron el Mediterráneo provocaron múltiples incendios, obligando a evacuar a miles de personas también en Grecia y Argelia. En Grecia, el foco más importante se desarrolló en Rodas, la isla donde nunca se pone el sol, con llamas que en algunos casos superaron los 5 metros de altura, lo cual obligó a la evacuación de más de 19.000 personas, en su mayoría turistas, que luchaban por conseguir pasajes para retornar a sus hogares. “Definitivamente aún nos quedan varios días duros por delante. Estimamos que tendremos una desescalada de la ola de calor, pero lo cierto es que en los próximos días, en las próximas semanas, todos debemos permanecer en alerta constante”, explicó el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis a la agencia de noticias Euronews. Es que año a año las noticias sobre las variables climáticas resultan más y más aterradoras, dibujando un apocalipsis anunciado que, sin embargo, no alcanza para empujar a la acción a los líderes del mundo, más comprometidos con su propia supervivencia que con la supervivencia del planeta. Y en ese sentido, resulta revelador un reciente informe publicado por la red científica World Weather Attribution (WWA), que estudia el vínculo entre los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático, asegurando que las olas de calor en Estados Unidos, Europa y China, con temperaturas récord de más de 40 y 50 grados en algunas regiones, hubieran sido “casi imposibles” sin los desajustes provocados por la actividad humana en los últimos años. De acuerdo a lo consignado por la agencia de noticias AFP, el cambio climático, causado por las emisiones de gases de efecto invernadero de origen humano, “ha hecho que las olas de calor sean más largas y frecuentes”, y no “acontecimientos excepcionales” como antaño. Para llegar a estas conclusiones, los autores del estudio -siete científicos de los Países Bajos, el Reino Unido y EEUU- utilizaron datos meteorológicos históricos y modelos climáticos que comparan el clima actual y el calentamiento global de 1,2 grados, con el del pasado. Otro dato importante fue provisto por la NASA y el observatorio europeo Copernicus, quienes afirmaron que julio de 2023 “se convertirá en el julio más caluroso jamás registrado” hasta el momento.
Muchas de las esperanzas para lograr una reducción de la emisión de combustibles fósiles están puestas en la próxima conferencia sobre el cambio climático (COP28), que se realizará en noviembre en Dubái. Sin embargo, esta semana volvió a fracasar una reunión preparatoria en India, país que este año ostenta la presidencia del G20, a la que asistieron los ministros de Energía del grupo de países llamados “del primer mundo”. “Se instó a los países desarrollados a cumplir sus compromisos para alcanzar el objetivo de movilizar conjuntamente 100.000 millones de dólares al año desde 2020 y hasta 2025 en el contexto de una acción de mitigación significativa, con transparencia en la aplicación”, indicaron los participantes del evento en un documento conjunto, tras el encuentro en Goa, en India. Sin embargo, durante la reunión, las principales potencias avanzadas y emergentes no lograron conseguir elaborar un plan de acción para la reducción progresiva del uso de energías fósiles (petróleo, gas y carbón). El texto del grupo -que representa el 80% de la economía global, dos terceras partes de la población mundial y el 75% del comercio internacional- destaca la importancia del financiamiento climático para el desarrollo sostenible y la erradicación de la pobreza. Un dinero que sin embargo, no logra salir de las arcas vorazmente defendidas por los países más poderosos (y contaminantes) del planeta.
Hace algunos años tuve la oportunidad de recorrer en barco las increíbles islas que forman parte del archipiélago de las Cícladas, en Grecia, con sus casas de madera y piedra dormitando bajo el arrullo del mar Egeo. Creta, Mykonos, Santorini, Rodas, Delos, piedras de un collar de ensueño donde la increíble belleza del lugar compite con los fragmentos más sobresalientes de la cultura universal. Es imposible llegar al puerto de Rodas sin imaginar la figura del Coloso, una de las 7 maravillas del mundo antiguo, erguido sobre sus 33 metros de altura y custodiando las puertas de la ciudad, durante la época del apogeo naviero, político, militar y cultural griego. Sin embargo su reinado resultó efímero, ya que fue destruido por un vulgar terremoto en el 226 AC, apenas 60 años después de su emplazamiento. Hoy, a pocos días de la fiesta de la Pachamama, la “Madre Tierra” tan reverenciada por los pueblos originarios, sería bueno dejarnos interpelar por las lecciones de la historia, que nos muestra de manera incesante como el planeta termina rebelándose una y otra vez contra la soberbia humana. Una lección que, sin embargo, nunca terminamos de aprender.