Varios años pasaron desde las últimas visitas importantes del mundo del rock. Hasta Axl Rose y Duff McKagan recuerdan sus llegadas a escenarios locales para presentar proyectos solistas. Pero quizás se pueda decir que la noche del martes en el Estadio de Rosario Central marca un mojón en el camino. Casi 30 mil personas estuvieron allí, algunos venidos desde distantes lugares del país, para ver el show de Guns N’Roses en Rosario. La memoria de los asistentes más maduros recupera momentos de shows similares: Queen, Sting, Peter Gabriel y Bob Dylan. Pero claro, con resultados económicos diferentes y en distintos momentos.
De este modo, el <Not in This Lifetime Tour 2016< trajo a la banda de California por primera vez a Rosario, con la oportunidad única de verlos a todos juntos, en su formación plena: Axl Rose, Slash, Duff McKagan, Dizzy Reed, Richard Fortus y Frank Ferrer.
Dando así inicio al capítulo argentino de su tour de regreso que incluye dos presentaciones, mañana y pasado, en el estadio de River Plate, Los Guns ofrecieron un show de alto despliegue escénico, con un repaso de sus grandes composiciones de todos los tiempos y algunos homenajes a otras gemas del rock. Siempre liderados por una gran barrera de sostén formada por la maravillosa guitarra de Slash y el bajo de Duff McKagan, que soportan con holgura las interpretaciones graves y agudas de Axl, quien una vez más cumplió con la premisa de entonar tantas canciones emblemáticas con un registro vocal que es una marca registrada de la banda y con una impronta que deslumbró a generaciones, también fue importante el impacto que Axl logró a través del tiempo en un público que lo sigue con fanatismo. De hecho, la garganta caliente y el movimiento naciendo desde su cadera para poner el cuerpo a una versión poderosa de “Live and let die”, dejó conformes a todos.
Durante dos horas y media y luego de la previa los asistentes pudieron escuchar todas las canciones esperadas. Uno tras otro, pasaron los temas en puestas perfectas, en medio de un gran escenario de dos niveles, con pantalla partida al fondo y dos grandes a cada lado, a lo que sumaron una parafernalia de efectos coordinados con precisión.
Con una entrega profesional de los músicos estables y de sesión, las miradas y la atención estuvieron en todo momento centradas en la guitarra, líder indiscutida en esta nueva etapa de la emblemática formación. Slash, con su estampa de galera, pantalón de cuero y camisa leñadora, corrió entre los dos niveles de la escena subiendo y bajando por escaleras iluminadas, tocando riffs inolvidables, empuñando guitarras de uno y doble mástil (popularizada por él en “Knocking on Heaven’s Door”), entre fuegos artificiales y una puesta lumínica impactante. De hecho, el guitarrista fue la bengala del concierto, ocupando todos los lugares disponibles, ofreciendo solos, jugando con improvisaciones y rindiendo homenajes a grandes melodías de la música. El concierto tuvo grandes momentos, pero el virtuosismo es Slash lo convirtió en el protagonista de la noche.
Mientras pasaban una tras otra las canciones más significativas, como “Lluvia de noviembre” con Axl en piano, o una poderosa y pegadiza “Tocando las puertas del cielo”, el público cantó los temas y festejó cada “intro” de las canciones: en el césped se podía apreciar un público en su mayoría masculino, con edades que no pasaban los treinta y pico, al tiempo que en las plateas sí se observaban seguidores de la banda desde sus inicios, algunas mujeres con binchas y otros padres con sus hijos.
La banda rindió homenajes importantes. Slash tocó, como viene haciéndolo desde hace años, la melodía de la película <El Padrino<. También aparecieron los acordes de “Angie” de los Stones, algo de Pink Floyd y “Layla” de Clapton, mientras Duff exhibía, en grandes bases, marcas y solos que desparramó a lo largo del concierto, con el símbolo de Prince estampado en el frente del bajo blanco. Precisamente, el bajista imprimió su protagonismo en “Better”, y se relacionó en un duelo de instrumentos con Slash, donde se evidenció la comunicación que existe entre ellos, y que no se percibe con el cantante.
“Mr Broestones”, “Chinese Democracy”, “Bienvenidos a la jungla”, “Vivir y dejar morir”, “This is love”, “Don’t cry” y una treintena de canciones inoxidables sonaron con una base instrumental tan ajustada como potente, donde al llegar al final con “Paradise City” ya no importó que Axl tosiera y hasta el público aplaudió en señal de apoyo.
Al promediar el show, en la zona reservada para invitados y prensa, alguien comentó que fue Axl quien eligió Rosario como tercer lugar de la gira, dejando atrás a Mendoza y Córdoba, porque tenía un buen recuerdo de su visita solista. Otros aseguraron que McKagam recordaba con simpatía su encuentro con el público de Willie Dixon y la posterior salida a la noche rosarina con asado incluido.
Lo cierto es que, más allá de la elección de la banda, el concierto que ofreció Guns N’Roses demuestra que Rosario, ciudad de grandes corazones, está dispuesta a recuperar su plaza para los shows importantes del rock. Un público con muchas ganas se desplazó hasta Rosario, y una nueva camada de jóvenes que no llegaba a los 25, disfrutó cada momento de una gran noche al lado del Paraná.
Cielo Razzo se lució en el gran escenario
La banda rosarina fue la encargada de talonear a Guns N’ Roses y eligió un repertorio de sus canciones más conocidas, con la escucha atenta del público que cerca de las 20 estaba esperando el gran concierto. Pablo Pino y sus compañeros invitaron a Flor Crocci y fueron desgranando sus hits, con aplausos y cánticos del público que celebró la elección que la propia producción internacional había decidido. Un rato antes, Massacre abrió el show mientras los primeros asistentes ingresaban al estadio.