Cuando Silvio Herrera batallaba en la zona pintada, los aros de El Tala eran los más odiados del básquet rosarino, equipo aguerrido protagonista en el ascenso, con un equipo fatto in casa con talento y personalidad, al que anotarle era más complicado que salir contento de una negociación con el FMI.
El tiempo modificó tableros de madera por los de acrílico, mutó el piso de mosaico en lustroso parqué, y el elenco rojo, blanco y negro es un habitual protagonista de la Superliga local, con títulos recientes en su haber. Los tanteadores abultados en el tablero electrónico contrastan con los marcadores más austeros de los ’90 que incluso a veces se llevaba con las chapas. Pero algo no cambia, el apellido Herrera en la planilla (ahora digital cuando se puede) de El Tala.
Tomás, Lucas y Manuel siguieron el destino familiar y de club y picaron la pelota desde chicos, aunque cuentan los atrevidos de calle Cochabamba que en la forma de jugar los genes no pesaron tanto y los pibes tienen más talento.
En esta campaña se dieron el gusto de compartir cancha en la primera de su equipo de toda la vida. La explosión de talento de Lucas le hizo ganarse minutos en la primera como inicial, situación que coincidió con el regreso de Tomás desde Calzada y su recuperación de una lesión. Y claro, el más chiquito (de edad) creció y se hizo un lugar en la rotación de Juan Pablo Lupo. Es Manuel.
“Volver a El Tala es una gran oportunidad que se me presentó, y me siento muy contento. Es un gran paso poder volver a jugar en la Superliga después de varios años jugando en el ascenso”, cuenta Tomás, el mayor: “Estoy en una etapa en la que me estoy acomodando en el equipo después de varios meses sin poder jugar por una lesión de rodilla, pero totalmente agradecido con mis compañeros y cuerpo técnico que me apoyaron desde el primer día. Es el club del que salí y viví mis mejores momentos”.
“Jugar con mis hermanos es una experiencia muy linda, porque son las personas que más quiero, y siempre van a estar para mí, como yo para ellos. Poder entrenar y disfrutar con ellos en una cancha de básquet no sucede todos los días, por eso quiero aprovechar esta posibilidad”, reflexiona el 3-4, tal vez el único que se acerca al legado familiar.
Una de las joyas del básquet rosarino es Lucas, de aparición rotunda y futuro promisorio. Hay que disfrutarlo en casa. Y él también lo hace con el plus de compartir con la familia: “Jugar los tres juntos en El Tala es muy lindo. Es el club en el que empezamos los tres desde chicos. Compartir entrenamientos y partidos es algo que está piola”.
“Normalmente tratamos de ayudarnos entre los tres, pero Tomás al ser el mayor es el que más nos aconseja”, aclara Lucas, quien como sus hermanos reconoce que de tanto en tanto hay alguna pelea o enojo típico de la relación familiar. Nada que no pase en cualquier relación fraternal.
“Me faltan muchas cosas por mejorar, pero estoy contento por cómo está jugando el equipo y me siento muy cómodo con ellos y con el técnico. Este año estoy totalmente focalizado en El Tala y tratar de competir lo máximo posible. Luego más adelante se verá”, aclara sobre su futuro inmediato el jugador clave de la U19 y titular en la primera.
Y claro, desde abajo llega Manuel, quien fue clave en la U15 de la pasada campaña y que está próximo a cumplir 16, pero que ya se codea entre los mejores.
“Para mí es lindo jugar con mis hermanos ya que son con los que crecí toda mi vida y comparto cada momento con ellos. Con Lucas ya llevo varios años compartiendo equipo en inferiores y con Tomás es el primer año. Conformar el plantel de primera está bueno, me ayuda a mejorar porque entreno con jugadores de mucha experiencia”, cuenta el pibe, quien no define posición: “Me gustan todos los puestos mientras juegue, pero me veo más de 3 o 4”. En eso seguramente el tiempo dirá.
Los triples caen, El Tala supera otra vez los 100 puntos, el piso brilla y los aros lejos están de ser los más odiados del básquet local. Herrera conduce, finta, amaga y define a puro talento. Mismo apellido, otras épocas, y vale por tres. Legado familiar de amor por el básquet y el club.