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«Los hombres no pueden hablar de mimos porque están obligados a la crueldad»

La antropóloga estuvo en Rosario para dar un seminario organizado por la Facultad Libre. En diálogo con El Ciudadano habló sobre el momento actual del feminismo, el lugar de los varones, su vuelta a la Argentina y cómo es hacer teoría desde Latinoamérica

Rita Segato tiene sus cosas repartidas entre Brasilia, Buenos Aires y Tilcara. Hace 9 años empezó a volver a la Argentina de a poco, después de partir exiliada cuando tenía 23. Hoy tiene 67 y la ropa en tres placares. En Brasil todavía la esperan su biblioteca de ocho paredes de libros, sus cuadros y tres gatos: Fidel porque es rojo, Frida porque es blanca, malhumorada y buena, y Luigi porque su hija sentenció que tenía cara de Luigi. En su casa jujeña están la gata Bizcocha y la perra Urpila, que se llama así porque es un ejemplar de una raza originaria del altiplano. Como todos los perros pilas, es color acero y no tiene pelos salvo en la cabeza, donde se le forma un flequillo colorado. Segato explica que su piel es caliente y es buena para la artritis, las enfermedades reumáticas y el asma. Es la primera perra que tiene y es totalmente atolondrada. La antropóloga feminista habla en una entrevista igual que en la cocina de su casa. Usa el mismo tono para dar una clase en la facultad o ante un auditorio de 3 mil personas. Comparte la misma intensidad si el tema de conversación son gatos, perros, mimos o patriarcado. No es un gesto inconsciente. Es un acto que define como político: es parte de una politicidad femenina perdida y censurada durante la modernidad que en las últimas décadas las mujeres y disidencias vienen recuperando. “Los hombres no pueden hablar de gatos y de mimos porque son obligados a la crueldad. El mandato de masculinidad los oprime. Nosotras les estamos enseñando a hacer política”, dice en diálogo con medios cooperativos de Rosario.

Segato llegó a la ciudad esta semana para dar un seminario de tres días y una clase abierta en el auditorio Príncipe de Asturias del Centro Cultural Parque España. Del taller participaron más de 400 personas y de la charla otras 1500. Las actividades fueron organizadas por la Facultad Libre en coordinación con la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la UNR. Las clases se llamaron “30 categorías de un pensamiento incómodo” y durante las jornadas Segato compartió los principales conceptos que desarrolló en los últimos 40 años a partir de su trabajo en distintos lugares de Latinoamérica.

Se trata de toda una teoría y una forma de ver el mundo desde una mirada que define como decolonial, en contraposición a la hegemonía del pensamiento occidental que domina mucho más que las currículas universitarias. “Las humanidades formatean la historia. Cuando formulás un conjunto de conceptos estás dando forma a la mirada sobre la historia y sobre el futuro. La teoría es un poder extraordinario porque forma la grilla con que la gente clasifica las entidades y los objetos de la realidad. Cómo se forma esa mirada es cómo se camina hacia el futuro. Entonces, el campo de las ideas es muy vigilado y a los autores latinoamericanos nos es muy difícil atravesar la frontera desde el sur hacia el norte. Ellos tienen un camino seguro, incluso si son teorías malas”, dijo la antropóloga.

Para Segato, en Latinoamérica ser otro no tiene el mismo formato que en el Norte: “Durante muchos años se dio una colonización al interior los movimientos sociales. Nos dijeron cómo debía ser la lucha de las mujeres o de las minorías. Eso viene cayendo con la caída de la imagen que Estados Unidos tenía de sí mismo. Pero además, hubo intentos de apropiación de lo que se producía acá. Estuvimos a un paso de que el Me too se tragara al Ni Una Menos cuando son dos movimientos con metas históricas diferentes. El Me Too es individual y mira al Estado. Nuestro movimiento va a la sociedad”.

Como una estrella de rock

La llegada de la antropóloga a la ciudad fue distinta a la de años anteriores. En los últimos meses Rita Segato se convirtió en La Segato, una referente feminista que mujeres y varones leen y comparten por igual. Las entrevistas que le hacen se viralizan en pocas horas. Sus frases se vuelven memes, remeras y carteles. Los seminarios que antes daba ante decenas de personas hoy son para cientos. En el Parque España no fue la excepción. La mayoría eran mujeres, sobre todo jóvenes, pero también había varones.

En los alrededores del auditorio podían verse las bicicletas con pañuelos verdes estacionadas frente al río Paraná. Al final de cada clase se formaban filas para comprar sus libros y para pedirle que firmara ejemplares. Ella dice que todavía no entiende y que está sorprendida. Durante décadas convivió con el maltrato y ninguneo de colegas cuando era investigadora y docente en Brasil, hasta que después de 25 años migró a otro sector de la universidad: “La vida académica es muy difícil cuando uno hace una teoría original y no la cree separada del mundo”.

Segato cuenta que en los últimos años le llegan mensajes de personas de todas las edades y clases sociales para agradecerle. “Aún las personas que no piensan como yo, me respetan. Y a los que no me respetan las borro de Facebook”, dice y cuenta que todos los días se pregunta sobre sí misma. “Las cosas que pienso las digo muy bien. Pienso las palabras que salen de mi boca. Soy muy puntillosa. Esas frases que circulan son palabras mías que pensé muchísimo”, aclara. Hace poco visitó la ciudad de Córdoba y vio a una joven con un cartel con una frase suya que decía: “La prohibición del aborto es una violación de Estado”. Ella se le acercó y le preguntó dónde la había leído. Cuando la joven le contestó que era suya se quedó tranquila: “Una idea es como un hijo, como alguien a quien diste a luz”.

Pero si durante 30 años Segato estuvo acostumbrada a discutir sus ideas con mujeres, el cambio de los últimos años fue la llegada de los hombres a su pensamiento. “El mandato de masculinidad destruye a los hombres. Es siniestro. Los que se dejan atrapar se destruyen humanamente. Hoy me escriben varones de todas las edades y clases sociales para agradecerme por esos conceptos. Eso pasa porque es liberador. Cuando uno nombra algo que existe en la experiencia de los otros, prende un reguero de pólvora porque es un nombre a algo que existe. Y no es una minoría la que me escribe. Por eso hay que hacer teoría. Porque esos nombres transforman la historia: un nombre es un espejo”, dice.

Cuando piensa en la participación de los varones en las marchas explica que las movilizaciones son para todas las víctimas del patriarcado. “Los hombres no están en la marcha ayudando. Nosotras los estamos ayudando a librarse del yugo y del mandato de masculinidad que es siniestro. Están oprimidos porque están teniendo que demostrar que son hombres. En el momento en que eso cambie cae el mundo. Los crímenes contra las mujeres hay que retirarlos de la intimidad. Hay que desprivatizarlos. Por eso hay que entender que el patriarcado es un orden político, que se esconde en la moral y la religión. Es la primera escuela de desigualdad y se montan en ella todas las desigualdades”. señala Segato.

Pensamiento incómodo

El nombre del seminario fue sugerido por el periodista Reinaldo Sietecase cuando en una charla le dijo a Segato que su pensamiento incomodaba. Es que cuando ella habla mueve estanterías. Baja línea dentro del feminismo al advertir sobre el punitivismo, pone a los varones en lugar de víctimas y no tiene problema en decir que es falso que las mujeres hayan avanzado con la llegada de la modernidad: “Nunca el patriarcado fue tan tenaz, riguroso y letal como en el mundo de la modernidad, que encerró la manera de gestión, de deliberación y de hablar de las mujeres. En el pasaje a la modernidad el hombre secuestra la política e impone la manera masculina de hacer política. En el mundo precolonial el hombre tenía su espacio político que era hacia afuera de la casa. Y la mujer tenía su propio espacio político que era en la casa. Hoy vemos como no político ese espacio porque la óptica moderna dice que la casa es el lugar de lo íntimo y de lo privado. Pero eso nunca fue así y es lo que tenemos que romper. Nuestra manera de hacer las cosas es política. Es diferente y viene de la historia del espacio doméstico. La modernidad encapsula la vida doméstica y la hace privada. Nos encapsula en la familia donde morimos porque nadie nos protege. Cuanto más individualista es una sociedad menos protección hay en la familia. Las religiones enseñan a endiosar la familia cuando es un infierno para mucha gente y es la primera lección de la desigualdad. Por eso digo que empezar una conversación hablando de gatos y perros es parte de la politicidad, la vincularidad y la manera de pactar acuerdos en clave femenina”.

Para Segato, las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo son el mejor ejemplo para hablar de la politicidad femenina. “Ellas entraron a la política desde la posición de madres. Es un cambio extraordinario que no es anecdótico ni táctico. Lo hicieron primero en nombre de sus hijos y su posición de madres pero después se transformaron ellas mismas en sujetos críticos. Desde aquel momento hay una continuidad de la reemergencia de una política que estaba censurada y rasurada. Ellas inician el camino que continúa en las marchas feministas de hoy. No son cosas distintas: son las mujeres en búsqueda de su pasado perdido, su politicidad perdida”, sostiene.

En esa continuidad aparece el gesto de Nora Cortiñas de ponerse el pañuelo verde. “Habla de su inteligencia y de que es una mujer que nunca dejó de pensar. Ella percibe que hay una unidad eslabonada”.

Para ella los feminismos en la Argentina han avanzado mucho en la construcción de esa nueva forma de hacer política. No niega, sin embargo, que las conquistas en las leyes no tuvieron efecto en las estadísticas. “Avanzamos mucho en el campo estatal pero no tuvimos un impacto en la protección de la vida porque los índices de violencia siguen siendo altos. Pero hemos avanzado en la visualización de la masa de mujeres que se ha politizado. En las marchas vemos otra forma de ocupar el espacio público. Las marchas de mujeres son muy distintas a las de sindicatos, tiene otras características. Es un cambio de vida. Hoy el prestigio es nuestro: es ponerme un pañuelo, pintarme el pelo, salir a la calle, hacer lo que quiero. Estamos demostrando que el goce existe de otra forma. Por eso muchos hombres están fascinados con este proceso. Porque estamos demostrando que gozamos en la calle, sin muertos, sin sangre, sin producir sufrimiento ajeno. Es un estilo totalmente distinto de estar en la calle. Ese es el camino del cambio y la prueba son los antagonistas de nuestro proyecto histórico: en menos de 5 años tuvieron que salir a la calle para intentar frenarnos”, menciona.

Perón al Estado, Evita a la política

En la misma sintonía piensa hoy a la figura de Eva Perón. Cree que es un personaje tabú y poco estudiado en la Argentina. A Segato el cambio en la forma de pensarla le llegó en una conversación con su hija. “Estábamos discutiendo y salió la pregunta de si Eva debería haber tenido un cargo público o no. Con la manera en que uno piensa la respuesta es que sí. Y mi hija me hizo ver que estaba equivocada. Me dijo que Eva necesitaba que alguien sustentara el Estado para ella hacer su política. Me contestó con mis argumentos. Eva hizo su camino en la política, con una policiticidad netamente femenina. Necesitaba que Perón le tenga el Estado para ella poder avanzar de una forma intuitiva y con una estrategia clara de bienestar para más gente”, sostiene.

“Hay un camino que sólo se abre con una manera de ser nuestra de las mujeres, que hablamos de gatos como algo fundamental. Es un camino que abre esa politicidad. En mis primeras épocas de profesora lo hacía intuitivamente porque quería dar mi clase así, sin ser distante. Después lo reflexioné y entendí que es un estilo de hacer las cosas que es político. No separo la manera en que me comporto en la cocina de mi casa de cualquier otro lugar. La domesticación de lo público es primero hecha de una manera intuitiva como rebeldía en mis clases. Y después fue comprendida como una historia de una domesticidad que quedó estigmatizada y desheredada de la política”, agrega.

Salir de la violencia

Segato empezó a escribir sobre violencia en 1993 cuando el gobierno de Brasilia le pidió un estudio sobre los motivos de la violación. Junto con otra colega entrevistaron presos en las cárceles y desarrollaron una teoría en la cual pensaron a la violación no como un fin sino como un delito que dice algo: responde a los mandatos de masculinidad de los hombres. En ese momento, Segato pensó que el estudio era transitorio en su carrera y que pronto volvería a los temas que venía trabajando, vinculados a religión, sociedad y género. Pero desde entonces la antropóloga no pudo salir del análisis de la violencia contra las mujeres. Lo hizo en Brasil primero y después en todo el continente.

“Es una obligación y un deber ciudadano. Entré para contestar una pregunta y no pude volver a salir. El llamado a seguir pensando ese tema nunca me dejó de llegar”, explica y aclara: “Ya voy a salir. Es un tema que hace daño. Es infeliz y una no deja de sentir. Una tiene dos opciones: o parar de sentir o enfermarse. No hay tercera. El análisis es poner entre vos y tu tema la racionalidad analítica. Es una forma de defenderse pero igual se siente. El cuerpo escucha porque tiene orejas”, cuenta.

–¿Y sobre qué te gustaría escribir cuando puedas salir del análisis de la violencia?

–Quiero escribir un ensayo sobre el arraigo, sobre por qué uno elige un lugar y por qué quiere volver. Desde el día que me fui estuve buscando el camino de vuelta a mi país y cómo recuperar el lugar que había perdido. Era una obsesión. Hasta hoy me pasa que hay muchas cosas que no sé de acá. Me nombran artistas, escritores, conductores de televisión que no conozco porque fue muy difícil mantener el vínculo. Me llevó nueve años volver. De repente fue mágico, encontré ese canal de retorno y entré como por un tubo. Pero mi primera pulsión retornante fue en noviembre de 2001. Todos me decían que estaba loca y me preguntaban por qué quería volver. Y tuve que inventarme una respuesta. Empecé a decir este es el único lugar del mundo en el que cuando camino por la calle me cruzo con mis fantasmas. Cuando dije eso en una sociedad tan rara como la argentina, fue un argumento irrebatible. Nadie me dijo que estaba loca. La gente podría haberme contestado que no hable pavadas pero nadie me dijo que un fantasma no existe.

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