Marcela Isaías
Hace más de 27 años que Silvia Sánchez transita por diferentes realidades del nivel inicial en la provincia, buena parte en la función directiva. De todas esas salitas que recorrió se queda con el jardín maternal (desde los 45 días a los dos años de edad).
“Es mi lugar en el mundo”, afirma con pasión la educadora. Dice que la ternura y la alegría son las herramientas de trabajo sustanciales para darles la bienvenida a las niñas y niños al sistema educativo.
Habla del cambio de paradigma que atraviesa esta etapa del inicial, dejando ya muy atrás la idea de “guardería” para dar lugar a la de “crianza compartida”, donde la función educativa es clave. Este viernes 28 de mayo se celebró el Día de las Maestras y Maestros de Jardín y de los Jardines de Infantes.
Hasta no hace mucho tiempo –y cada tanto se escucha– se hablaba de “guarderías” para referirse a los jardines maternales, las salas que reciben a las niñas y los niños desde que son bebés. Por cierto –apunta Silvia Sánchez– una idea tremenda, asociada “a la categoría de guardado”. “El paradigma que atravesamos hoy es el de «crianza compartida», que incluye la función educativa”, despeja la directora del Jardín Maternal N° 298 Tira con Tirita (Cangallo 156 bis).
Silvia defiende la tarea de educar que tienen los jardines maternales, más allá de todos los cuidados primordiales que demandan estos espacios de la niñez. “Sabemos que enseñar a los bebés es alojarlos en un mundo, en una cultura”, dice, y afirma que ese tipo de certezas que tienen al interior del maternal no se pierde en tiempos excepcionales como los de la pandemia, marcados por la distancia.
Compartir crianza, alojar a las más pequeñas y pequeños en un mundo, en una cultura, no es tarea sencilla. Para Silvia la clave está en sostenerse en una pedagogía de la ternura: “La ternura como constitutiva de todos los vínculos intersubjetivos que se gestan en el interior del maternal”.
Amplía esta idea citando a una autora de su preferencia, la psicoanalista Rosa Jaitin, al decir que “el miramiento que hay en el jardín maternal convierte ese «desvalimiento» del bebé en validez y poder”.
¿Qué pasa con los jardines maternales en tiempos de pandemia? La primera respuesta de Silvia está en “el poder creador” que tiene la docencia, en la capacidad de “recrearse” en momentos nada favorables.
“Yo siento que este ha sido un tiempo de aprendizaje y de puesta en común. Nos hemos recreado de alguna manera todas, y la escuela ha cobrado el valor que tiene: una gran función educativa”, dice la directora del jardín maternal de Arroyito. Y destaca que en este tiempo se ha fortalecido el vínculo con las familias. “Son las garantes solidarias en la casa, intermediarias necesarias, porque aquí hay una tríada: el niño, el docente y la familia”.
Para sostener esa tríada vincular en tiempos de pandemia, Silvia asegura que hay que ampliar la mirada. Lo dice con el ejemplo del juego, una función básica para los aprendizajes, y muy particular en el nivel inicial. “(Daniel) Braivlosky –doctor en educación y especialista en educación inicial– afirma que el niño, a través del juego, toca el mundo. Toca el mundo en una categoría que inaugura y dice: con el «tacto atencional de las infancias». Y el «tacto atencional de las infancias» se remite a que toco con el oído, con la mirada, con la expectativa… Y si toco con todo eso, no perdimos el «tacto atencional de las infancias»”, cita Silvia, y continúa: “Con las familias acordamos que, si es un niño muy bebé, con quien recién habíamos comenzado y ahora se ha cortado esta presencialidad, le ponemos la nana que ponía la docente mientras lo cambiaba o le recitamos la poesía con la que jugaba, nos estamos reconfigurando todo el tiempo”.
La directora se para también en estas otras ideas para definir a quienes trabajan en el nivel inicial –en la presencialidad o en la distancia– al decir que se trata de educadoras y educadores cuyas intervenciones “son profesionales, adecuadas, oportunas y con un sustento teórico” de base.
Obligatoriedad y universalidad
La ley de educación nacional (26.206) define al nivel inicial como “una unidad pedagógica” que comprende a las niñas y a los niños desde los 45 días hasta los cinco años de edad inclusive.
Ese nivel se divide en dos partes: por un lado el jardín maternal, que abarca hasta los dos años, y el jardín de infantes, que va desde los 3 a los 5, de los cuales las salas de 4 y 5 son obligatorias. Para todos los casos, la norma sancionada en 2006 tiene como meta “promover el aprendizaje” en las niñas y los niños, a quienes se considera “sujetos de derechos”.
La obligación de los Estados es garantizar que las infancias puedan transitar por estas etapas del sistema donde se iguala en derechos. Eso incluye a los jardines maternales que no son obligatorios para las familias, pero sí universalizarlos para las políticas públicas.
“La universalización tiene que ver con el compromiso. Esta gestión tiene gran compromiso con la universalización, no sólo por las declaraciones que se hacen sino por la creación de cargos y de salas de dos y tres años creadas en este último tiempo”, valora la directora del Jardín 298.
La educadora vuelve a subrayar aquí la tarea educativa que cumple el nivel inicial, desde el jardín maternal, y por tanto el trabajo docente en la presencialidad o en la distancia que marca este tiempo de excepcionalidad de la pandemia.
Silvia asegura que es en este tiempo cuando esa tríada de jardín, niñez y familias está más fortalecida que nunca, y es cuando más se necesita de ese “garante solidario” (las familias) que ayude a poner en una situación de aprendizaje a las niñas y los niños, en un espacio que no es el edificio del jardín.
Eso sí –aclara la educadora– todo ese “pensamiento, acción y creación de ese acto siguen estando a cargo del docente y la institución”.
A la pedagogía de la ternura en las que se apoya el trabajo en el maternal, Silvia suma la de “la alegría”: “Alicia Fernández –psicopedadoga– habla de la importancia de la alegría en las instituciones. Dice que la alegría no es algo «light», y que un adulto esté alegre no lo infantiliza, sino que esa alegría le da una fuerza creadora, que cuando fuimos creciendo la fuimos perdiendo”.
Ternura y alegría para alojar en el mundo a las infancias y dar la bienvenida a un sistema formal “que va a ser bastante largo después”, marca Silvia, y agrega: “El nivel inicial es el primero que le dice a una niña o un niño «Hola!, bienvenido». Es el que le da por primera vez la bienvenida a un niño en el sistema”.
Silvia tiene un mensaje para este 28 de mayo: “A las familias, para que sigamos trabajando juntos, que todo sea siempre a través del encuentro” y a cada compañera y compañero docente el “de seguir creando en favor de esas infancias que tanto confían en nosotras”.
Rosario Vera Peñaloza
El Día Nacional de los Jardines de Infantes y Día de la Maestra Jardinera se recuerda en homenaje a Rosario Vera Peñaloza (1873 -1950), maestra riojana que fundó el primer jardín de infantes argentino.
Según un relevamiento de Unicef (“La oferta de nivel inicial en la Argentina”), la cobertura de la sala de cinco años es casi universal (96,3%), un 81,5% a la sala de cuatro años y un 53,7% a la sala de tres años.
El informe observa que “la proporción de niños y niñas que asisten a algún tipo de oferta educativa se incrementa con la edad” y atribuye esa tendencia a “la normativa que estableció la obligatoriedad de la sala de cinco años en 1993 y el mandato de expansión y obligatoriedad de la sala de cuatro años, establecida a nivel nacional en 2014, y la creciente demanda por la universalización de la oferta para las edades más tempranas”.
Y en relación al jardín maternal, “la matrícula muestra una tendencia en crecimiento” aunque es el que presenta “la menor matrícula dentro del nivel y también el que tiene como actor principal al sector privado”.
La ley de educación nacional establece que tanto el Estado nacional como las provincias “tienen la responsabilidad” de “expandir los servicios de educación inicial”, además de “promover y facilitar la participación de las familias en el desarrollo de las acciones destinadas al cuidado y educación de sus hijas e hijos”.
También la de “asegurar el acceso y la permanencia con igualdad de oportunidades, atendiendo especialmente a los sectores menos favorecidos de la población”.
Seguramente extender los jardines maternales públicos y gratuitos será la garantía de sostener esa crianza compartida, que iguala en oportunidades y derechos a las infancias.