En septiembre se cumplieron 40 años de la Masacre de Munich mientras se desarrollaban los Juegos Olímpicos en la ciudad alemana, cuando ocho integrantes de la organización palestina autodenominada Septiembre Negro irrumpieron en la Villa Olímpica y tomaron como rehenes a once israelíes, incluidos deportistas, técnicos y dirigentes. El rosarino Omar Vergara integraba el equipo argentino de esgrima y recordó aquellos acontecimientos que incluso lo tocaron a él: dos días antes había vencido en la disciplina de florete individual a una de las víctimas. “En ese momento estábamos aislados de los acontecimientos, supimos qué pasaba recién al día siguiente, había mucho hermetismo en la organización”, relató quien hoy es miembro del Comité Ejecutivo de la Federación Internacional de Esgrima.
Vergara tenía 29 años cuando participó de sus segundos juegos –ya lo había hecho en México 68 y lo haría nuevamente en Montreal en el 76–; fue campeón nacional y sudamericano entre los años 68 y 70; campeón en los Panamericanos de 1975, lo que le valió el Olimpia de plata, y no faltó a ningún juego olímpico, ya sea como integrante del equipo argentino, luego como árbitro, dirigente y en los dos últimos como miembro del la Federación Internacional.
Eximio tirador, Vergara repasó los acontecimientos: “Nos despertamos a los 8 de la mañana, como todos los días, y la puerta de salida de la Villa Olímpica estaba cerrada. Las calles eran todas peatonales, los autos iban por el subsuelo; quisimos salir a la calle principal y no nos dejaron. Nosotros estábamos en el último edificio lindero a un cerco por donde el grupo terrorista ingresó. Me enteré de eso años después, cuando vi la película 21 Horas en Munich. A cincuenta metros, en la vereda de enfrente de donde estábamos, se encontraba la delegación uruguaya, vecina de la delegación israelí. Cuando tiempo después circuló una fotografía donde se ve a un tipo con una media que le cubre la cara, es el que veíamos a lo lejos nosotros”.
Vergara aseguró que no había ningún tipo de información a los deportistas: “Nos terminamos enterando de los hechos mucho después, primero porque no hablábamos alemán, y además, obviamente no había las comunicaciones que hay hoy. Sin decirnos porqué, nos trasladaron al comedor por las calles subterráneas, ahí vimos a unos policías con unos uniformes que recordaban a los usados en los años 40, con esos cascos típicos, personal policial que hasta ese entonces no habíamos visto en la Villa. Comimos y para volver a nuestras habitaciones tuvimos que dar una vuelta enorme, estaba todo cercado, pero no sabíamos, ni nos decían qué ocurría. Hasta que en determinado momento llegan unos helicópteros y vemos que se llevan a gente. Todos los deportistas estábamos agolpados contra el cerco, esperando el desenlace de algo que no estaba claro. Llegamos a ver tipos encapuchados, con armas, era todo muy confuso porque realmente estábamos muy aislados de los hechos, ni siquiera había un alemán que nos dijera en inglés lo que estaba pasando. Al día siguiente no hubo competencia, se habían suspendido, yo me fui al centro y compré un diario francés donde pude leer con detalle lo que había pasado. El titular, en letras catástrofe decía: «rehenes»”.
Según recuerda Vergara, las fuerzas policiales alemanas habían convencido a los secuestradores que se trasladaran en helicóptero con los rehenes a una base aérea, allí un avión los esperaría para salir rumbo a un país árabe. Sin embargo, los esperaba una emboscada y cinco francotiradores cruzaron disparos con el grupo Septiembre Negro y el saldo fue la muerte de cinco rehenes y tres terroristas fueron capturados con vida.
“Hubo críticas al Comité Olímpico por no haber suspendido los juegos, y justamente, en un comunicado el COI señaló que no podía otorgarle éxito al atentado, si se suspendían los juegos se estaba premiando lo realizado por los guerrilleros palestinos. Al día siguiente, en el estadio Olímpico, hubo una ceremonia, las banderas estuvieron a media asta —los países árabes se negaron a la medida— se homenajeó a los deportistas muertos”, agregó Vergara. “Yo tiré florete y quedé con una pequeña lesión, y al día siguiente tiré espada. Fue mi mejor juego olímpico, clasifiqué para la segunda ronda. Tiempo después me enteraría de que a uno de los muchachos muertos, yo lo había vencido en florete individual un par de días antes, fue algo muy fuerte. Recuerdo que al nadador estadounidense Mark Spitz, que había ganado siete medallas de oro, lo sacaron de la Villa, porque creían que podía ser víctima de un atentado. Lo que ocurrió en Munich fue un episodio más de las Cruzadas, para acá que no tiene fin, porque antes del atentado en Munich y después, las luchas entre palestinos e israelíes siguieron. El conflicto es el mismo, el odio entre los musulmanes y occidentales es ancestral. Por eso, este año fue un orgullo ver al director argentino Daniel Barenboim, como uno de los nueve elegidos para portar la bandera de los Juegos Olímpicos, alguien que lucha con su música para unir a los pueblos”.
El esgrimista que no faltó a ningún juego desde México 68 hasta Londres de este año “salvo Moscú en el 80 por el boicot que hiciera EE.UU. y que la junta militar adhirió mientras vendía trigo a Rusia”, explicó cómo fue cambiando la seguridad en este tipo de eventos: “En Munich había seguridad, nosotros podíamos invitar gente a la Villa, recuerdo que vinieron unos amigos alemanes que incluso pudieron comer en el comedor de la Villa, sin inconvenientes. Estos tipos, los guerrilleros palestinos, no sólo atentaron contra los israelíes, atentaron contra el espíritu de los Juegos Olímpicos que eran una fiesta, un lugar abierto. Recuerdo a un deportista argentino, que tenía un buzo de los juegos que se disputaron en México 68, y se movía por todos lados con esa indumentaria sin inconvenientes. Ahora, los juegos ya no son una fiesta sino un espectáculo, que no es lo mismo. Después de Munich, en el año 76, se disputaron en Montreal, Canadá —donde también participé— y recuerdo a un deportista francés, con su ropa, querer ingresar a la Villa sin acreditación y la Policía lo molió a palos.”
Hoy, con 69 años, Vergara, tiene su estudio de abogacía pero su pasión por la esgrima está intacta y “dos veces por semana tiro en el salón del Jockey Club, además de ser vicepresidente y candidato a presidente de la Federación Argentina y miembro del comité ejecutivo de la FIE, donde es muy difícil de acceder”. Consultado sobre si la esgrima en sus especialidades sable, florete y espada está al alcance de cualquiera, Vergara responde con firmeza y afirma que “no es un deporte de elite, sí lo es la equitación o el polo. Se puede ser un competidor de esgrima teniendo una posición económica modesta, hay muchos chicos que obtienen becas de la Secretaría de Deportes para poder practicarlo, hay un rol muy importante que hoy ocupa el Enard. El tema en la esgrima del mundo, no solo en Argentina, es que está de moda el sol, el agua, el aire libre. Mi hijo hizo esgrima pero se terminó inclinando por el rugby, con amigos, donde juegan con sol, lluvia, barro. En esgrima, cuando te bajás la careta, estas solito, es un deporte muy didáctico”, concluyó.
Reglamento
Una de las imágenes de desolación en los Juegos Olímpicos de Londres fue, sin dudas, la esgrimista coreana Shin Lam que se quedó más de una hora llorando desconsolada por una injusta eliminación por un error reconocido pero no ratificado por los jueces. Omar Vergara estuvo presente en el momento de la decisión y admite que ocurrió algo insólito: “Un problema reglamentario. Cuando se detiene el asalto, falta un segundo, entonces, ¿cómo se reanuda el tiempo?, se hace manualmente por alguien que normalmente es un oficial de la firma que provee los relojes, en este caso Swiss Timing, ¡el tipo se fue al baño y dejó a una niña!; cuando comenzó el asalto, la nena se abatato, toco el botón, se paró y pasó el segundo sin que el reloj se mueva.Mientras se prenda la luz el golpe es válido, la luz estaba apagada por la torpeza de la niña. Yo participé de la decisión que no fue la mejor, porque le asistía la razón a la esgrimista coreana. La semana próxima tenemos reunión de comité ejecutivo en Suiza y este tema se va tratar. La coreana tenía razón pero la ley no se la daba. Presenté un proyecto, que no sé si será atendido. El árbitro no tiene facultades para modificar el tiempo, esto no pasó nunca en la historia.Presenté un proyecto para que el árbitro auxiliar sea quien maneje el reloj, porque en esgrima hay un árbitro que se ve en la televisión y otro, a un costado, mirando en video, que cuando se pide video —como en el tenis—, se mira y se discute; este árbitro auxiliar puede manejar el reloj”. Finalmente la coreana Lam rechazó la denominada “medalla de la vergüenza” que la Federación Internacional de Esgrima pretendía darle luego de su polémica eliminación en Londres 2012, con un simple “no gracias, no me hace sentir mejor, porque no es una medalla olímpica. No acepto el resultado, porque creo que fue un error.”