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Los límites de la política monetaria de la Fed

La Reserva Federal que hasta hace pocos días dirigió Ben Bernanke estuvo en la vidriera tras la Gran Depresión de 2007/2008.

La intervención realizada esta semana ante el Congreso estadounidense por la flamante presidenta de la Reserva Federal (Fed), Janet Yellen, dejó claro los límites que está alcanzando la política monetaria como llave maestra del Estado para influir sobre la economía.

Desde que la Fed tomó para sí la tarea de lidiar contra la amenaza de una nueva Gran Depresión a partir de 2007-2008, la figura del recién retirado Ben Bernanke, al frente del banco central estadounidense hasta el 31 de enero pasado, se transformó en un punto de referencia ineludible en su país y en el mundo.

Sus palabras, definiciones e intervenciones públicas, como fuera en el pasado con su antecesor en el cargo Alan Greenspan, eran interpretadas por los mercados como indicios e incluso como compromisos de determinada orientación.

En la jerga del mundo financiero, esta “forward guidance”, lo que podría traducirse como una “guía u orientación para el futuro”, ha tenido una importancia central en la determinación de la conducta de los mercados, tanta incluso como la política monetaria explícita del Banco Central.

Con la ratificación del “tapering”, o retirada gradual de la Fed de su compra mensual de bonos del Tesoro para inyectar liquidez, los mercados internacionales se sacudieron en las últimas tres semanas  y su expresión más evidente fue la catarata de devaluaciones de las monedas emergentes.

Es que, entre diciembre y enero, la Reserva dejó de comprar 20.000 millones de dólares en bonos, pasando de la cifra anterior de 85.000 millones mensuales a 65.000 millones, despertando temores de que esta política se profundice y acabe en una subida de tasas de interés por primera vez desde 2007.

Pero esta posibilidad se ha diluido rápidamente, tanto por los datos macroeconómicos estadounidenses como por la interpretación de sentido común que Yelllen ha hecho de los mismos y que la ha llevado a poner en sordina cualquier cambio abrupto en la política de la Fed.

En su intervención ante el Congreso, Yellen ha dejado en claro que no tiene en mente avanzar hacia un incremento, ni siquiera gradual, de las tasas de interés, y ha dejado flotando la idea de que ni siquiera es seguro que continúe la desaceleración de la compra de bonos al mismo ritmo en diciembre y enero.

También ha dicho que la política monetaria de Estados Unidos se fija con relación a la situación de la economía local y que, desde este punto de vista, a la Fed no le preocupa el impacto de sus medidas sobre la economía global.

Se trata de una clara afirmación del carácter nacional de la política de la Reserva y de una respuesta a las críticas de algunos países emergentes, que han debido incrementar sus tasas de interés para impedir la fuga de capitales ante la implementación del “tapering”.

Yellen está basando sus primeras definiciones relativamente inmovilistas en los nada buenos datos de la situación del empleo, la caída de las ventas minoristas, la tendencia bajista de los precios y la escasa profundidad y calidad de la reactivación económica en su país.

Un elemento singular que pone de manifiesto esta realidad ha sido la súbita pérdida de potencia del dólar que, durante la primera quincena de enero, mostraba un fortalecimiento relativo frente al resto de divisas de países desarrollados.

En las últimas dos semanas, en cambio, la moneda nortemericana ha venido cayendo frente al euro, al yen y a la libra, pasando de casi 1,34 dólares por euro a cerca de 1,38.

El problema que enfrenta Yellen de aquí en adelante es la efectividad de su “forward guidance”, esto es, la capacidad de influir con credibilidad sobre los grandes inversores y jugadores del mercado.

Esto ocurre no sólo por el cambio siempre complejo de presidente de la Reserva, sino fundamentalmente por la combinación entre el ciclo descendente de los precios de las materias primas, la ralentización de China, la incertidumbre en Estados Unidos y el estancamiento y tendencias deflacionarias en Europa.

En este contexto, los analistas, inversores y la propia Yellen visualizan y buscan superar los límites propios de la política monetaria en condiciones de excepcional complejidad en el escenario económico mundial.

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