El Partido Maorí de Nueva Zelanda propone nuevamente rebautizar el país con su nombre indígena. El Partido Maorí propuso otra vez rebautizar oficialmente Nueva Zelanda como Aotearoa para dar más visibilidad al idioma indígena en la vida pública, informaron los medios locales de ese país del Pacífico. El plan contempla también rebautizar Wellington, la capital del país, como Te Whanganui-a-Tara y Christchurch como Otautahi.
La propuesta fue presentada de cara a las elecciones parlamentarias del 17 de octubre. “Es inaceptable que solo el 3% del país pueda hablar su idioma oficial”, sentenció el candidato del Partido Maorí, Rawiri Waititi, en un comunicado. Nueva Zelanda tiene dos idiomas oficiales, el inglés y el maorí (te reo, en indígena).
La primera ministra, Jacinda Ardern, que aspira a conseguir un segundo mandato en los próximos comicios legislativos, consideró positiva la iniciativa, aunque no explicitó todavía si la convalidará.
“Escucho cada vez más el empleo de Aotearoa como sustituto de Nueva Zelanda y creo que es algo positivo”, refirió en un comunicado. “Tanto si lo cambiamos por ley como si no, no creo que cambie el hecho de que cada vez se hace más referencia a Nueva Zelanda como Aotearoa”, añadió.
Tierra de la nube blanca
Por su parte, el viceprimer ministro, Winston Peters, criticó la propuesta del Partido Maorí argumentando en Twitter que “esto es un titular llamativo sin ninguna atención al costo para este país”.
Los esfuerzos por intentar cambiar el nombre oficial de Nueva Zelanda se suceden desde hace años. El nombre del país isleño procede de los conquistadores holandeses (hoy, neerlandeses), que decidieron bautizarlo así en recuerdo de la provincia de Zelanda. El nombre maorí de Nueva Zelanda, Aotearoa, significa “tierra de la nube blanca”.
Un tratado como justificación colonial
A principios de los 60, cientos de personas se manifestaron contra el dominio europeo y simpatizaron con los maoríes, que llevaban años criticando la complicidad del gobierno con los colonizadores y explotadores británicos.
Gracias a esa nueva ola de protestas y a una generación que ya no estaba dispuesta a aceptar la constante violación a los derechos de las tribus, se creó el Tribunal de Waitangi en 1975.
Los jueces recibieron ahí todas las denuncias, testimonios, archivos e informes relacionados con la violación del tratado del mismo nombre que las comunidades firmaron con la Corona en 1840.
The Treaty, como lo llaman los neozelandeses, se implementó bajo una serie de artimañas jurídicas que los líderes maoríes vinieron a denunciar más adelante. Pues las dos versiones del tratado, la inglesa y la maorí, diferían en puntos tan fundamentales como el de la soberanía y la posesión de la tierra.
Por años, la Corona utilizó el tratado como una justificación colonial, sin que los indígenas pudieran defenderse o blindarse frente a lo que habían firmado.
Por eso el tribunal creado en 1975 es fundamental, pues por primera vez hubo un respaldo real para reconocer el Tratado de Waitangi y reparar por las interpretaciones que beneficiaron a los colonos en detrimento de los maoríes.
Memoria, reparación y acciones restaurativas
Margaret Kawharu ha defendido los derechos de los indígenas maoríes de Nueva Zelanda por más de veinte años. Su padre era de la comunidad Ngati Whatua, que habita a unos 35 kilómetros de Auckland, y su mamá es holandesa.
Desde joven se involucró en las luchas de los maoríes y en su esfuerzo por superar el legado colonial que la Corona inglesa dejó en el país durante el siglo XIX.
Todo ese proceso ha llevado a Margaret y a sus coterráneos a una serie de batallas legales para recuperar lo que les quitaron. Por su tenacidad y la de los demás líderes, su tribu recibió cerca de 60 millones de dólares en reparación por los daños causados por la Corona inglesa.
Sin embargo, su posición nunca ha sido la de la confrontación o la beligerancia. Al contrario, Margaret es una fiel creyente de la paz y la unidad. Como vocera y delegada de su comunidad ha intentado establecer puentes y promover conversaciones con el gobierno.
Está convencida de que la memoria, la reparación y las acciones restaurativas tienen impactos mucho más duraderos en las víctimas del conflicto, que el castigo y la violencia.
En sus palabras, “el Tratado de Waitangi fue un acuerdo que la Corona inglesa hizo con algunas comunidades maoríes de Nueva Zelanda en 1840.
Aunque en un principio parecía una forma de respetar la soberanía maorí, pronto nos dimos cuenta de que no era más que otra herramienta colonial para seguir usurpando nuestras tierras y manteniéndonos a merced de las autoridades europeas.
Entonces, solo en 1975 el acuerdo fue reconocido legalmente y se constituyó un tribunal para reparar a los maoríes. Con eso se abrió una especie de Comisión de la verdad, en la que se recibieron quejas, peticiones y declaraciones sobre los abusos y vejámenes en la historia del país hasta nuestros días”.
Respaldo a la lucha de los grupos étnicos
Margaret Kawharu es consciente que las características históricas y los acuerdos en ambos países son completamente diferentes, también cree que la búsqueda de la paz es inherente a la condición humana.
Los grupos tribales maoríes de Nueva Zelanda acudieron a ese tribunal y así comenzó un largo proceso de comprensión de los problemas que los maoríes enfrentaron cuando la Corona les robó sus tierras.
La ciudadanía comprendió la deshonestidad, el imperialismo, la dominación y las injusticias que el Tratado trajo consigo y empezó a respaldar la lucha de los grupos étnicos del país.
Esa búsqueda ha posicionado a Nueva Zelanda como uno de los países más seguros del mundo, con mayor calidad de vida, menor desigualdad y mejor educación.
Aunque todavía tienen retos enormes, como el aumento del suicidio juvenil y el desproporcionado encarcelamiento de indígenas frente a la tasa nacional, desde los tribunales se han dado pasos agigantados para mejorar la situación de las tribus.
Nueva Zelanda, incluso, es uno de los pocos países del mundo sin una constitución política escrita y uno de los primeros en declarar a la naturaleza sujeto de derechos, lo que les ha permitido a los maoríes proteger muchos de sus territorios sagrados.