Especial para El Ciudadano
Los memes pasaron de ser sólo un chiste interno en el ciberespacio a ser el artefacto cultural por excelencia de estos tiempos. No obstante, ese pasaje a la comunicación diaria, sobre todo entre los más jóvenes, tuvo como agregado tribus online que crecieron al calor de la expansión de las redes sociales. En su más reciente libro ¿La democracia está en peligro?, el periodista Juan Ruocco analiza el fenómeno en forma histórica, comunicacional y luego política, para entender la relación entre Q Anon, Fernando Savag Montiel (el hombre que intentó asesinar a la vicepresidenta Cristina Kirchner), la toma del Capitolio el pasado 6 de enero de 2021 en Washington DC y el propio Javier Milei.
«Hay una idea de que el concepto de meme es bastante novedoso, y en realidad el origen de la idea no es tan nuevo como parece. Lo que sí es nuevo es lo que tiene que ver con su popularización, la masividad que obtuvo en estos últimos años de la mano de la profundización del uso de la tecnología en la vida cotidiana», explicó Ruocco en diálogo con El Ciudadano.
El joven oriundo de Buenos Aires se apoya en la definición de meme de la pensadora israelí Limor Shifman, que define al meme como “un tipo de ítem (o grupos de ítems) digitales que comparten características comunes de contenido, forma y postura, creados con conciencia uno del otro y distribuidos a través de internet”.
—Tu libro arranca con un primer y extenso capítulo con una historización del concepto de meme ¿Cómo evoluciona este dispositivo hasta transformarse en el puente discursivo entre las poblaciones más marginales del ciberespacio?
—Originalmente la palabra meme es una idea que propone por primera vez Richard Dawking, donde él propone en 1976 que debería existir un equivalente cultural a lo que es el gen, que son las unidades mínimas de información biológica, y en definitiva son el organismo fundamental de la evolución. Dawkins, que era un darwinista en toda la línea, entendía que la teoría evolutiva no sólo aplica a cuestiones biológicas, sino a todos los ámbitos de la vida: el aspecto biológico, el cultural y ahí es donde nace la idea del meme como unidad mínima de transmisión de información cultural, que se transmiten a través de la copia. Como efecto, genera modificaciones en el comportamiento y, a su vez, sufren la presión selectiva: compiten para ver cuáles son los memes que finalmente logran adaptarse al entorno humano.
La memética incluso llegó a ocupar un espacio como objeto de estudio autónomo, pero para el año 2008 las publicaciones académicas sobre este tema perdieron impulso. En paralelo empiezan a aparecer en internet, y en comunidades bastante periféricas, la idea y el concepto de meme utilizado más que nada para definir un tipo de ítem digital bastante particular y nuevo, que te permitía hacer un comentario cómico o irónico sobre otro material que podía ya estar circulando en la web. Y eso empieza a ganar atracción fundamentalmente en sitios periféricos como 4chan, 8chan, Reddit, que son plataformas digitales de publicación de contenido con muy bajos estándares de regulación del material que circula. Se empieza a constituir la expresión cultural de las comunidades digitales.
Los memes empiezan a crecer y a convertirse en algo más que solamente comentarios graciosos acerca de la realidad. Con la campaña de Obama, empieza a haber una cierta atracción interesante de algunos usuarios de memes que empiezan a utilizarlo a Obama como material para crear memes y empieza de a poco a pegarse no sólo a cuestiones meramente de comunidades digitales, sino que empieza a haber un ida y vuelta entre la realidad, las manifestaciones políticas en los comentarios sobre estos temas en Internet, y el público pasa a ser más bien general.
—Y en el 2013 es cuando aparece esta definición de Shifman que vos mencionás…
—Claro, donde ella ya habla de ítems digitales que si bien pueden mantener su forma, pueden cambiar su contenido. Ahí también un poco rescata esta cosa darwinista de la presión selectiva, de cómo la sociedad va reutilizando los memes o dejándolos en el desuso como pasó con un montón de los primeros memes que llegaron a nuestra visión, como trollface.
Como los memes empiezan a conformar una especie de cultura digital nativa, las comunidades empiezan a darse cuenta que los memes son una forma de comunicación bastante eficiente. Porque lo primero que hace un meme es ver si del otro lado hay un interlocutor válido. Si se entiende esa referencia en la que está basada el meme, hay un par, hay alguien que maneja el mismo código y eso a las comunidades digitales les importaba mucho, porque puede mantener la cultura interna sin que sea apropiada o invadida por gente que no maneja el código.
Pero inevitablemente cuando empiezan a llamar la atención de agentes externos esas comunidades empiezan a maximizar en toda Internet, entonces uno ya empezaba a ver que los memes que estaban en la plataforma 4chan después aparecían en Reddit, en Taringa, en 9gag y de pronto Internet se empieza a conformar alrededor de un lenguaje común. Pienso en la década de 2010 como esa primera generación de memes que servían como para expresar sentimientos, que eran como formas avanzadas de lo que habían sido los emojis en su momento. Lo que los memes le agregan es esa capacidad participativa, que vos podes agarrar ese contenido y resignificarlo.
Estas comunidades se vuelven lugares muy significativos o muy importantes para los que las integran. Pensemos que eran usuarios que no se sentían parte o no se sentían interpelados por lo que era la política más tradicional o por los lugares más oficiales de enunciación. No era gente que participara de las comunidades académicas o científicas, o que tuviera una militancia política, sino que su principal herramienta de socialización y politización eran las comunidades online. Es por esto mismo que cuando esos memes se hacen masivos, ese lenguaje tan propio de ellos es adoptado por los normies las comunidades empiezan a reaccionar contra los sujetos públicos.
—En esa fagotización que el mundo hace de los memes y de ese “lenguaje común” que era propio de las comunidades de internet, es cuando empiezan las primeras expresiones de represalia por esa “apropiación” ¿Pero cómo se llega a impregnar el discurso público?
—Hay dos cuestiones a tener en cuenta. Estamos hablando de comunidades que son muy masculinas o masculinizantes, con integrantes que son casi exclusivamente varones con dificultades para la socialización. Y en segundo lugar, nos ubicamos en un clima de decepción general que había dejado la crisis del 2008. En ese año, a un usuario le dan de baja un video de YouTube donde Tom Cruise hacía una defensa muy proselitista de la Iglesia de la Cienciología, y las comunidades de 4chan lo leyeron como un ataque a la libertad de expresión y a toda internet, y comenzaron a manifestarse de forma organizada en las diferentes sedes de la iglesia alrededor del mundo. Este fue un caso donde pudieron ver que, entre ellos, no estaban solos, y que tenían poder de fuego.
La particularidad es que todos los que se manifestaron asistieron con máscaras de Guy Fox, que es el personaje de V for Vendetta, que era como una especie de símbolo, porque de lo que se trata el cómic de Alan Moore es justamente sobre una especie de luchador de la libertad en un contexto de un gobierno fascista, un Estado totalitario clásico. Ahí empiezan a aparecer algunos de los clivajes chaneros como la libertad de expresión, Anonymous, la idea de un Estado totalitario que intenta callar a las personas comunes, la identificación con una figura rebelde antisistema.
En el 2014, el llamado GamerGate llamó tanto la atención de los medios masivos de comunicación que estas comunidades observaron que también tenían llegada al jetset de la sociedad, ya no estaban tan aislados como antes y hasta incluso podían llamar la atención del poder. Ahí es donde está el quiebre de época: la campaña de Donald Trump en 2016, que hasta incluso incorpora un meme de 4chan y lo reinterpreta, lo cual los chaneros lo toman como un señalamiento. O mejor dicho, estas comunidades adoptan a Trump como su líder.
—Uno de los capítulos de tu libro habla directamente sobre los memes y la violencia…
—El eslabón que falta para completar el cuadro o el perfil de estas comunidades tiene que ver con los atentados en Utoya, Noruega, en el 2011. Anders Breivik, un personaje de 32 años que habitaba y formaba parte de estos foros y cosas por el estilo, pone una bomba en la sede de gobierno en Oslo y mata a 77 chicos que eran de la juventud del Partido Laborista, que era el oficialismo del gobierno noruego. Y en el atentado publica un manifiesto que se llama «2083, una declaración de independencia europea», donde el tipo justifica por qué hizo los ataques y argumenta la teoría conspirativa de que hay un genocidio orquestado por las élites políticas y económicas contra la población blanca, sajona.
En el momento del ataque, tanto el manifiesto y como los links son subidos completamente al sitio 4chan y ahí es donde aparece una idea completamente radicalizada que se empieza a mezclar muy fuerte con la cultura del sitio. De alguna manera, lo que hace Breivik es, a través de la violencia, darle propaganda a una idea y a una teoría conspirativa, pero que sigue explicando para muchos de los usuarios los cambios sociales que se estaban viviendo en sus países: la inmigración masiva de personas desde África y países árabes y lo que eso conlleva a nivel cultural para cada país, la aparición del feminismo, la discusión sobre el rol de los varones blancos heterosexuales en las sociedades europeas, norteamericanas, y demás. Ahí empieza a haber una serie de cuestionamientos y cambios sociales que son muy difíciles de adaptar, porque corren el eje fundamental por donde solía pasar el poder, que era sobre, justamente, los varones blancos heterosexuales del primer mundo.
Y a partir de ahí, 4chan adhiere a su cultura esta explicación digamos racista, xenófoba del mundo. Estos discursos empiezan a circular y a manifestarse en muchas formas en un montón de movimientos políticos y a través de diferentes capas y niveles de memes, algunos más silvestres, otros más pensados, pero que van contagiando y se van pegando como una rémora a los tiburones. Entonces, mientras vos tenés la expansión de la cultura memética en general, también tenés la expansión de estas ideas radicalizadas en particular. Y el efecto que tienen es que después, durante los años siguientes a lo que es primero el atentado Breivik, el GamerGate y la aparición de Donald Trump, en ese orden.
—En Argentina, la pandemia trajo consigo la aparición más espectacular en el mediático sentido de la palabra de los sectores que abrevaban en estas ideas conspiranoicas como las vacunas con chips, o los terraplanistas ¿Cómo cuaja ese evento en esta comunidad?
—Hace 10 años, no teníamos la tecnología que hoy nos hace difundir, crear o copiar memes con la facilidad con la que te lo permite el propio editor de fotos de WhatsApp. A ese avance de la tecnología se le fueron pegando un subconjunto de los memes que contenían todas estas ideas, mucho más radicales, acerca de por qué el mundo está fallando o por qué está cambiando, y siempre con explicaciones muy sencillas a problemas muy complejos. Como por ejemplo «se trata de una conspiración judía, es una conspiración de Soros y Open Society Foundation para destruir a los europeos y gobernarlos más fácilmente».
Y en la pandemia, muchos de estos delirios paranoicos persecutorios de todo este sector se terminan haciendo realidad, pero por cuestiones sanitarias. Todas estas discusiones que parecían mucho más ajenas y lejanas a nuestra realidad, porque la realidad social y la conformación ideológica en nuestro país era otra, empiezan a empiezan a aparecer acá en Argentina, y en particular lo que empieza a suceder como algo novedoso es la utilización de la estrategia del escándalo como forma de publicidad. Eso es lo que motoriza muy fácil todas estas narrativas, que además es propio de la lógica de la redes.
Esta forma de comunicar termina siendo la clave para que un montón de líderes políticos que suscriben parcial o totalmente a esas ideas radicales, o a una parte de estas ideas, tengan una estrategia de cómo abordar la discusión pública. Y la discusión pública es generar escándalo, indignación.
—¿Podría decirse que Milei es producto de todo esto, al margen de que sea el candidato más nativo de este nuevo territorio que son las redes y el ciberespacio?
—Totalmente. Si vos te fijas en lo que es la evolución de Milei primero como casi un participante del star system televisivo local y después en su derrotero político, su gran estrategia era polarizar cada vez que decía algo. Y esto es algo que lo cuenta él mismo.
Ni bien aparece Milei, muy pronto aparece gente de la cultura digital que empiezan a clipear y cortar sus apariciones y subirlas a YouTube, a Instagram, a Twitter cuentas que empiezan a replicar esas frases, esas apariciones y esas cuentas crecen muy rápido. El discurso de Milei era tan incendiario que lo único que no generaba era indiferencia. Te obligaba a posicionarte a favor o en contra. O es un mesías que soluciona todo en Argentina o un loco que no puede ni siquiera pasar un psicofísico.
Tanto Trump como Milei usan expresiones que eran imposibles de configurar dentro del esquema de lo que la política norteamericana y argentina permitían decir o no decir. Ningún político que se precie de tal podía decir una barbaridad como la conformar un mercado de órganos y creer que iba a salir airoso. Bueno, Trump, con lo del muro contra los inmigrantes no sólo salió airoso, sino que ganó.
—¿La democracia está en peligro?
—Hay un problema, que no sé si es irresoluble, pero que tiene que ver con la vuelta al menú político de la violencia como herramienta de propaganda. Yo creo que si eso queda sin control, sí es un peligro para la democracia.
El truco de nuestra democracia y de nuestras democracias de alguna manera es haber sacado esa opción del menú. El consenso básico es que no nos vamos a matar por política. Lo loco es que esto a la vez tensiona muy fuerte con la idea de libertad de expresión, y eso es algo que trato de dar cuenta en el libro con algunos artículos más académicos que tratan de ver cuáles son los vínculos entre discursos radicalizados y acciones radicalizadas. Si bien originalmente se creía que había un vínculo directo, parece que no están así. Ahí está el nudo gordiano o el núcleo del problema, ver qué tipo de relación y de qué manera desalentar la radicalización de las acciones.