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Los «otros» fragmentos de un discurso amoroso

Sala llena en La Comedia el viernes a la noche, con la obra teatral "Malditos (todos mis ex)", en la que los autores Mariela Asensio y Reynaldo Sietecase van de la provocación a la nostalgia.

Fotos de Guillermo Turin/Prensa Sec. Cultura Municipal.
Fotos de Guillermo Turin/Prensa Sec. Cultura Municipal.

Por Miguel Passarini

“Llorar forma parte de la actividad normal del cuerpo enamorado”, escribió Roland Barthes en su cada vez más iluminado Fragmentos de un discurso amoroso. La afirmación adquiere relevancia si se piensa que amor y sufrimiento parecieran intentar un diálogo imposible que se rompe, definitivamente, cuando el final del vínculo entre los amantes, por acción u omisión, se termina confirmando, ya no hay más remedio y el camino se bifurca.
Partiendo del deseo de reflexionar acerca del amor y sus arbitrarios y muchas veces dolorosos desenlaces, la actriz, dramaturga y directora porteña Mariela Asensio (Mujeres en el aire, Lisboa, un viaje etílico, Hotel melancólico) y el poeta, escritor y periodista rosarino Reynaldo Sietecase (Cierta curiosidad por las tetas, Pendejos) escribieron Malditos (todos mis ex), que tras una exitosa temporada porteña se presentó el viernes en La Comedia, a sala llena, en el marco de una atractiva programación que se desarrolló en ese espacio municipal de jueves a domingo.
Al ritmo de una noche sin tiempo, un grupo de personajes, cuatro mujeres y tres hombres, se disponen al relato de un recorrido ensoñado y cruel, en el cual lo dicho y lo no dicho serán la excusa para que esas mujeres que son una misma en diferentes momentos de la vida, le confiesen a esos hombres el sufrimiento padecido (no exento de cierta violencia), el rechazo inevitable o la pasión descontrolada y fugaz.
Alter egos de una misma mujer que se desdobla y por momentos se rompe en mil pedazos, las confesiones aparecen a borbotones: “Para ser una mujer, tengo lo peor de un hombre”, se escuchará de boca de una de ellas, una especie de relatora burlona, bufonesca, frente a otras (ella misma), quizás trágicas, quizás melancólicas, quizás rotundamente inverosímiles pero irresistiblemente encantadoras y humanas.
Así, apelando a una poética del desencanto, con el sinsabor del desenamoramiento que por momentos emociona y en otros pasajes lleva a la risa, jugando una especie de contradicción en la que deseo (el cuerpo), mente y corazón parecieran estar en un permanente estado de ebullición, la dupla Asensio-Sietecase reconstruye los fragmentos de su propio discurso amoroso, y hasta por momentos los banaliza, los agita, los juega a la contradicción a través de un atractivo puzzle de palabras y situaciones más o menos poéticas, pero inusualmente efectivas, que impactan en el público como verdaderas bofetadas. malditosnota
La puesta de Asensio, un espacio despojado, apenas unos objetos y vestuario y un estado de ensoñación casi catártico en relación con el “permiso” de mostrar y contar lo frustrante de cada una de esas relaciones, se vale de un recurso propio del teatro post dramático: el distanciamiento es la estrategia permanente para contar lo sucedido, y la música en vivo y el uso de micrófonos juegan a favor de esta variable musical y melancólica de una típica comedia dramática, marcas propias de un género que en su momento Asensio transitó junto a José María Muscari pero que aquí se cimienta en un texto de una profundidad infrecuente para este tipo de trabajos. De hecho, sorprende la amalgama que, a nivel dramatúrgico, consigue la dupla de autores y que luego mantienen viva en escena el notable equipo de actores integrado por Federica Presa, Ariel Pérez de María, Raquel Ameri, Federico Schneider, Marina Lovece, Hernán Herrera y Constanza Molfese.
Es así como esta mujer de agosto de 1978, cercana en cierta forma a la propia Asensio que de algún modo exorciza en Malditos… su historia personal, se desnuda por última vez frente a esos hombres a los que Sietecase dotó de discursos, pero eso sucede al mismo tiempo que la mujer en cuestión decide sepultarlos, para dejar atrás, definitivamente, un divorcio conflictivo, un amor que nunca fue y un hombre al que ya ni siquiera parece recordar.
Buscando un nuevo lugar en el discurso, en un posible nuevo relato y en el futuro, la dupla Asensio-Sietecase quizás recurra, con el tiempo, a poner en palabras y en escena aquello que dejaron ellas en el camino recorrido: Malditas (todas mis ex) no estaría nada mal para pensar una segunda parte de este atractivo entramado de pequeñas historias cuya modernidad e irreverencia no contradicen las normas del mejor teatro sino que se acercan a su única forma posible, la de los actores entregados a un arte que se funde y se esfuma casi como el amor cuando inexorablemente se termina.

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