Intenso y melódico son dos emociones que pueden definir Hacia mí, flamante disco del guitarrista y compositor Luis Fuster que acaba de publicar a través del sello rosarino BlueArt y que, este viernes, a las 21.30, dará a conocer con un concierto en la Terraza de la Cúpula de Plataforma Lavardén (Sarmiento y Mendoza).
Fuster encuentra en la música un lugar donde volcar sus inquietudes en forma de preguntas y, ocasionalmente, en ese proceso, conjeturar respuestas. Lo hace en Hacia mí abriendo un escenario configurado por el espacio, el tiempo y la velocidad. Tres aspectos que, combinados, lo expulsan a una tierra (externa) muy inestable, donde los paisajes van pasando ante sus ojos protagonistas y la sensación que plantean, de aparente verdad revelada, le requieren nuevas preguntas que lo transportan al otro extremo, a su más profunda intimidad.
La diversidad de formas y sentidos melódicos y rítmicos que adopta Fuster en esta obra, que contó con la producción, grabación, mezcla y masterización de Palmo Addario y la colaboración de un seleccionado de músicos, entre los que se cuentan Jota Morelli, Claudio Cardone, Coco Maskivker y Adrián Schinoff, lo llevan a pasar por una amplia gama de colores entre el blues, rock, funk y jazz, en una decena de canciones mayormente instrumentales que logran una síntesis perfecta entre virtuosismo y emoción.
En diálogo con El Ciudadano, el músico refirió algunas aproximaciones sobre este álbum que tocará junto con Palmo Addario, Tutu Rufus, Coco Maskivker y Leonel Lúquez.
—Es un disco muy intenso donde te permitís pasar por muchos lugares. Está muy presente la idea de viaje. ¿Recordás cuándo sacaste el pasaje y tomaste la decisión de comenzar ese viaje?
—A Palmo (Addario) lo conozco desde hace muchos años. Juntos hemos grabado muchas cosas. Yo siento a este disco como un proceso de maduración particular. Y el pasaje que vos decís, yo lo saqué cuando un día le dije a Palmo: tengo veinte maquetas (de canciones) y me gustaría que elijamos los mejores y me ayudes en la producción donde cada músico que sumemos pueda expresar lo que mejor le sale. El requisito, además, era que esos músicos fueran amigos. Entonces elegimos aquellos que nos parecía que mejor podían expresar la idea de cada tema. Ahí se armó este seleccionado.
—Le asignaste mucho valor a la amistad a la hora de haber pensado este disco.
—Siempre tiendo a la amistad. En otros discos que grabé o donde tuve la posibilidad de armar las cosas, busqué la amistad como un aditamento importante. En este disco quería hacer algo súper profesional, lo mejor que se pudiera, exigiéndonos al máximo. La amistad facilitó la conexión porque nos encontramos con los músicos a grabar y cruzábamos mates poniéndonos a hablar de la vida. Porque, además, el disco no fue algo netamente técnico.
—Esa sensibilidad se escucha, una fibra que expresás desde el título mismo del disco. Se trata de descifrar una respuesta (si es que existe) a través de canciones en su mayoría instrumentales…
—Justamente. Lo que pasa es que a mí no me sale escribir letras y no me salen melodías con voces. A mí me bajan ideas a partir de imágenes y sensaciones y a través de la guitarra. Entonces lo que hago cuando comienzo a sentir eso es encerrarme en el miniestudio que tengo en casa y grabar esas ideas. Este disco es el trabajo de dos años que fue madurando. Se grabó en poco tiempo, pero todo lo que es composición y arreglos llevaron mucho tiempo, porque lo quisimos hacer lo mejor posible.
—En cuanto a las sonoridades del disco, ¿habían surgido desde antes de la grabación?
—Es muy buena la pregunta porque en realidad a mí me sale una fusión de estilos –tocando no puedo decir que soy un guitarrista de blues, rock o jazz–, tengo una mezcla, estudié un poco de cada cosa y eso influye. Aparte me gusta esa fusión. Los temas originalmente tenían una impronta, unos un poquito más rockeros, otros un poquito más canción. Como las maquetas ya se venían perfilando, les dimos dirección a los músicos invitados para hacer las canciones y un poco también los arreglos y el espíritu del tema.
—Las canciones van in crescendo hasta llegar al final, donde virás el timón. No parece casualidad que termines con un tema (“Yendo hacia mí”) en donde casi te despojas de invitados.
—Sí. Como cuando terminás algo, estás llegando a tu casa y te vas sacando la ropa. O cuando te vas relajando. Incluso, la idea fue esa. Porque el «hacia mí» es justamente como el resumen de la cuestión. Y lo queríamos lo más natural posible, sin aditamentos extra. Tiene guitarra acústica, una guitarra eléctrica sin ningún tipo de distorsión ni nada, una batería muy simple y es lo que se escucha, nada más.
—¿Cómo será la presentación en vivo del disco?
—Muchos de los músicos que grabaron en el disco son sesionistas y no están en Rosario, viven en España y Estados Unidos, entre otros lugares; es muy difícil armar una banda y ensayar con gente que tiene una agenda tan apretada, casi que no se puede coincidir nunca. Jota (Morelli) tenía previsto estar, pero hace unos días le salió una gira por España con Los Enanitos Verdes y se tuvo que ir. Para mostrar el disco convoqué a los mejores músicos amigos de la ciudad.