Habrá que hacer el esfuerzo de abstraerse del momento, de la emoción, del llanto, para alcanzar la real magnitud de lo conseguido por los Sub 15 de Temperley, que el domingo en un estadio abarrotado se consagraron campeones del Argentino de Clubes de su categoría al vencer a Unión Eléctrica en la final. Es que ser campeón de un certamen que recorre el mapa del país (en la etapa de Santa Fe, por ejemplo, jugaron 40 equipos) está destinado a pocos, a elegidos, cualquiera sea la categoría y generalmente los laureles se los llevan los equipos de Liga, esos que reclutan, que se nutren de lo formado en todo el país. Y todavía más raro es para un equipo rosarino, en una ciudad que al tener tantos clubes difícilmente pueda acumular a muchos jugadores de jerarquía en un equipo.
Y Temperley lo hizo. Dominó desde 2013 en adelante y golpeó las puertas de las finales nacionales en una ocasión, pero en esta temporada concretó todo lo anhelado, con título provincial invicto y casi 50 juegos sin perder, racha que se cortó en cuartos de final y semifinales cuando cayó ante Unión Eléctrica. Destino.
Es que al sudor y talento que sus pibes derrochan en la cancha, los padres le pusieron el pecho fuera de ella para gastar lo que no tenían y traer el cuadrangular final a Rosario. Y se movieron para que el torneo tenga todo y más, revolucionaron el barrio, lograron que se limen asperezas en un año duro para el club y ofrecieron un espectáculo organizado, le cambiaron el look a la institución y convocaron a la gente del básquet que, en días de mucha oferta de encuentros definitorios, los eligió.
Los encuentros fueron magníficos, la paridad total, y un par de jugadores se robaron las miradas, como Juani Marcos (El Coatí de Eldorado), base rosarino que promedió 36 puntos y que metió 44 en el duelo por el tercer puesto a Boca.
Y el otro que la rompió también es de la ciudad, Marco Giordano, dueño de la pelota y patrón del torneo, jugando y haciendo jugar para guiar a un equipo que lo acompañó de manera notable. Porque Giordano es un fenómeno pero no juega solo. Ian Duhamel y Tomás Martínez fueron gladiadores bajo el aro y se la bancaron sin Francisco López, que tras jugar la fase de grupos vivió la definición desde Australia por un viaje familiar.
Y en el perímetro fue clave el manejo de Alvaro Roig, la mano de Lucas Estevez, el corazón de Manuel Garino, la potencia de Stéfano Mariani, y el incansable acompañamiento de Guido Santoli, Tomás Pacenza, Lisandro Guzmán y Gregorio Traglia, que dieron lo suyo cuando les tocó. El equipo de Walter Pedemonte y Kevin Castro superó a Tokio de Posadas y perdió con Boca en la fase de grupos del hexagonal, para jugar la emotiva semifinal ante El Coatí y acceder a la final en la que esperaba la bestia negra cordobesa. Destino.
Con la sangre en el ojo y el aliento ensordecedor de su gente, los pibes del Negro quebraron el juego en el tercer parcial, Giordano dibujó un triple doble (22 puntos, 11 rebotes y 10 asistencias) y la marea humana festejó en el Morosano primero y en la pileta después. Cada abrazo familiar, cada lágrima, cada grito, cada festejo, tiene su razón. Temperley quedó en la historia.