Sin contendientes, a riesgo de hartar al electorado y con gastos organizativos de aproximadamente 200 millones de pesos, las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (Paso) del próximo 14 de agosto parecen no tener razón de ser.
Sin embargo, la decisión oficial de sostenerlas –pese a las insistentes versiones de que serían canceladas– puede contribuir a la consolidación de un sistema electoral más sólido y transparente.
Además, en el proceso político actual seguramente serán una brújula para oficialistas, opositores y votantes de cara a las generales del 23 de octubre.
Avaricia política
Para que las primarias funcionen como, por ejemplo, en Uruguay o en la propia provincia de Santa Fe se requiere que los encargados de fijar las reglas dejen de empeñarse en privilegiar la menudencia –entiéndase cierta ventaja no siempre asequible– en lugar de avanzar hacia un mejor circuito electoral.
El propio gobierno nacional le dio un golpe al corazón del renovado esquema de las Paso al permitir las denominadas listas de adhesión, una variante de las ex colectoras.
Hay analistas que prevén que tarde o temprano las primarias serán suprimidas en la Argentina. Ya ocurrió en 2006 luego de que fueran establecidas tras la elección que consagró a Néstor Kirchner en la que, como ocurre ahora también, la interna peronista se dirimió en los comicios generales.
La falta de contendientes a la que se alude en el primer párrafo de esta nota obedece a que el espíritu de una primaria no estará en juego el 14 de agosto.
De todos los candidatos a presidente y a gobernador bonaerense que se presentarán ese día sólo Daniel Scioli tendrá que medirse con el intendente de José C. Paz, Mario Ishii, en la compulsa del PJ por la Gobernación, porque el resto irá solo. Sí habrá competencia en categorías electorales menores.
En cuanto a los gastos, fuentes oficiales calcularon que las tres elecciones nacionales –primarias, generales y balotaje– requerirán 650 millones de pesos, por lo que el primer eslabón de la cadena representaría un tercio.
¿Para qué hacer semejante erogación? Si de las diez fórmulas presidenciales que se presentarán el 14 al menos siete volverán a estar en las generales, y las que queden en el camino será porque no alcanzaron el piso requerido del 1,5 por ciento de los votos válidos emitidos y no porque fueron derrotadas.
Modelos
Lo cierto es que tanto en Uruguay, donde fue implementado luego de una reforma constitucional plebiscitada en 1996, como en Santa Fe, en la que se votó a fines de 2004, el modelo también mostró pros y contras pero se fue consolidando.
En el vecino país se aplicó en las elecciones de 1999, de 2004 y 2009. No son obligatorias y se eligen delegados para un congreso o convención que terminan decidiendo el candidato, a menos que el ganador aventaje por 10 puntos al segundo.
En Santa Fe, el sistema actual fue consecuencia del desgaste del doble voto simultáneo y acumulativo conocido como “ley de lemas”. Si bien la modificación entró en vigencia en las legislativas de 2005, en esa oportunidad todos los partidos presentaron listas de unidad y las pruebas de fuego vinieron después, cuando Hermes Binner fue consagrado primer gobernador socialista de la Argentina; y este año, cuando cada interna reunió a varios candidatos y consagró al ganador, a excepción de Miguel del Sel que fue el único postulante del PRO.
Pero más allá de las experiencias exitosas, estas primarias cobran mayor relevancia porque servirán para tener un panorama más claro de las posibilidades electorales de cada competidor.
A la cancha
Tras una sucesión de traspiés del kirchnerismo en distritos adversos como Capital Federal, Santa Fe y posiblemente en Córdoba, la semana próxima, el clima político cambió.
Para la oposición será clave ver quién sale segundo porque de esa manera buscará capitalizar el denominado “voto útil” antikirchnerista, lo que le permitiría forzar a un balotaje en las elecciones generales.
La presidenta será reelecta si consigue el 23 de octubre el 45 por ciento de los votos o si recoge más de 40 por ciento con 10 por ciento de diferencia sobre el segundo.
Ante esa sumatoria de cuestiones, el gobierno también fijó su norte en las primarias. La intención es que Cristina Kirchner obtenga más de 40 por ciento de los votos.
Si se tiene en cuenta los resultados obtenidos en 2007 en cada una de las provincias mencionadas y en la Ciudad de Buenos Aires, todo indica que la luz por ahora no pasa de amarillo.
Hace cuatro años, la fórmula Cristina Kirchner-Julio Cobos obtuvo el 45 por ciento de los votos en todo el país.
En Santa Fe, donde Agustín Rossi acaba de cosechar un magro 22 por ciento, Cristina redondeó 35,5 por ciento hace cuatro años, y en la Ciudad, en la que Daniel Filmus sumó casi 28 por ciento, la fórmula presidencial oficialista había reunido 24 por ciento y había sido segunda detrás de la encabezada por Elisa Carrió. En Córdoba, también fue segunda con 24 por ciento detrás del binomio que aquella vez lideró Roberto Lavagna.
Se espera que la jefa del Estado –ahora junto a Amado Boudou– también retroceda en Mendoza, donde en 2007 sacó el 60 por ciento (en compañía del mendocino Cobos).
Pero Mendoza, quinto distrito electoral, representa sólo el 4 por ciento del padrón nacional. La Ciudad de Buenos Aires el 10 por ciento y tanto Córdoba como Santa Fe merodean el 9 por ciento cada una.
Todo este análisis desemboca en que más allá del sube y baja, la clave volverá a estar en la provincia de Buenos Aires, que comprende el 38 por ciento del padrón nacional (el 23 por ciento es del Conurbano).
Allí, Cristina Kirchner obtuvo el 46 por ciento en 2007 y Daniel Scioli el 48 por ciento. La crisis agropecuaria redujo esa cuota al 32 por ciento en 2009.
Ahora, el campo volvió a mostrar su bronca en Santa Fe y Scioli reaccionó rápido para evitar otro revés de los productores del interior bonaerense, incluso con señales de autonomía. El comportamiento del campo bonaerense será otra de las radiografías que mostrará el voto del próximo 14 de agosto.