Los silbidos a la presidenta brasileña Dilma Rousseff y a su par boliviano Evo Morales, ataviado con la camiseta de la selección de su país en un almuerzo de corte internacional, el jueves pasado en la apertura del Mundial, son apenas indicios del postulado que señala que fútbol y política se entrelazan en la historia.
La dimensión planetaria del torneo lo dota de una simbología mayor.
En Brasil, la agenda de reuniones se abulta hasta el punto de llegar a postergarse encuentros formales a la espera de finalizar el campeonato, lo que alargará la estada de algunos políticos que lleguen a vivar a sus equipos. Para el quehacer criollo, marcado por una pretemporada de campaña electoral, la idea es cómo ver los partidos en los que juegue Argentina en directo, sin perder votos en el intento.
El caso de Mauricio Macri es quizá el más notorio. El jefe de Gobierno porteño tenía previsto asistir ayer al partido de Argentina y desde allí mismo iniciar una gira oficial por Israel durante cinco días para participar en el Congreso Judío Mundial, donde se realizará una conferencia global de alcaldes.
Los asesores del líder del PRO aseguran que fue invitado por el alcalde de Río de Janeiro, Eduardo Paes, el mismo que dijo: “Si Argentina gana el mundial me suicido”, aludiendo a esa posibilidad en su propia tierra. Claro que luego se retractó, pero admitió al hablar ante los periodistas su postura: “Ellos tienen a Messi y también al Papa, que nos dejen ganar el Mundial a nosotros. No pueden ganar todo”.
Así, el jefe de Gobierno porteño no tiene alojamiento contratado en Brasil y como muchos otros políticos argentinos se sumará a un vuelo corto que le permite ir y venir en una misma jornada, si es necesario.
Cuestiones al pasar que en momentos de tensión podrían generar conflictos mayores. Como sea, Macri piensa ver todo el combinado argentino alternando giras y gestión, como también viajará el candidato y jefe de Gabinete Horacio Rodríguez Larreta, sin posibilidad aparente de que obtenga una plaza en la tribuna brasileña otra candidata PRO, la vice María Eugenia Vidal, que deberá quedarse gobernando. También partirá una tropa de legisladores porteños, entre ellos Cristian Ritondo.
Scioli y Cristina no. Massa sí
Ninguno de esos argentinos, claro, forma parte de las lista de una veintena de líderes mundiales que serán recibidos por la presidenta Rousseff durante el Mundial. Mientras hasta ahora desde la Casa Rosada aseguran que Cristina de Kirchner no viajará, tampoco lo hará Daniel Scioli. Pero sí el líder del Frente Renovador Sergio Massa, quien casi tierno justificó la partida con una promesa a sus hijos.
De la interna K, Julián Domínguez tiene idea de ir al menos a presenciar algunos de los partidos en los que dispute Argentina, después de todo también va el empeño por mostrarse fanático. No hará lo mismo Florencio Randazzo. Los que se quedan, claro, buscarán exprimir las actividades para reforzar sus propias ambiciones si en eso se concentran.
Como una paradoja, Macri, con pantallas gigantes instaladas en la Ciudad de Buenos Aires, repicará la transmisión oficial de Fútbol para Todos.
Corriendo fechas
Por el Mundial que comenzó el jueves último se debió cambiar la fecha de una reunión de las potencias emergentes Brics (Brasil, Rusia, India, China, y Sudáfrica) que pasó para el 15 de julio próximo, y así el gobierno de Brasil invitó a todos los mandatarios a asistir a la Final de la Copa que se jugará dos días antes en Río de Janeiro. Ya confirmó su presencia Vladimir Putin, pero otros estarán en Fortaleza (al noroeste de Río) en una cumbre convocada para debatir la creación de un banco de fomento de los Brics y el 16 de julio los mandatarios de los Brics se reunirán en una cumbre en Brasilia.
Final con líderes globales
El ruso Putin, como la alemana Angela Merkel –que la semana pasada fue recibida por Dilma– y el vicepresidente de EE.UU., Joe Biden, fueron los primeros en confirmar la asistencia al Mundial, mientras los argentinos en campaña no saben bien cómo descubrirse o no en la misma cruzada. Todo tendrá que sintonizar con los resultados. Una final con la Argentina de protagonista agotaría pasajes aéreos y hasta la flota presidencial.