Por: Alejandro Duchini
“Si te dicen todo el tiempo que no servís, vas a crecer pensando que no servís. Y crecés con ira. Pero el deporte contagia. Por el deporte ya te interesa estudiar, aprender, hablar. Fijate cómo cambia cuando alguien te dice ‘sí podés’”. La frase la dice Cirilo Ibair Da Silva, capitán de Los Toros, equipo de rugby formado por presos del Complejo Penitenciario 3, de El Dorado, Misiones. Se puede ver en el brillante documental Historias desde Adentro: Los Toros, que compite en el Daroca & Prisión Film Fest. Gestionado por el Comité Nacional para la Prevención de la Tortura y dirigido por el periodista y documentalista argentino Christian Rémoli, los 29 minutos de duración son espectaculares.
Si bien Rémoli plasmó en formato audiovisual lo que hacen los detenidos, la idea original partió de Mariano Hernando, nacido en Eldorado pero recibido de profesor de educación física en La Plata. Finalizados sus estudios, al regresar a Eldorado, Hernando presentó un proyecto para trabajar con el rugby en el penal de su ciudad. Los primeros en incorporarse, aunque con dudas, fueron los integrantes del taller de carpintería, cuyas historias de vida pueden verse en el trabajo de Rémoli.
“Acá regía la ley del más fuerte. Siempre estás aprendiendo a ser más salvaje: ví un montón de gente que hoy no está. Nos peleábamos por una cuchara, por algo que por ahí es tan simple pero que a nosotros nos costaba la vida. Llegamos a no ser humanos, sino ser animales”, grafica Da Silva en Los Toros. Habla de los tiempos previos a que le propongan jugar al rugby. Desconfianza pura: “Esto no viene gratis, Mariano. ¿Qué vos querés?”, lo apuró a Hernando cuando le habló de jugar al rugby. La respuesta llega por el mismo detenido: “Y le ví en los ojos de creer en nosotros”.
Hernando creó la Fundación Tackleando Muros. Empezaron con dos pelotas, un cono y apenas catorce jugadores. La cancha, precaria, con tierra colorada y pinches que lastimaban los pies descalzos. A esos pinches se los conoce como toritos; de ahí el nombre del equipo. Pobreza total. En un paredón se leía, pintado: “Respeto, humildad, sacrificio”. “Fue lo mejor que me pasó”, le dirá a Remoli otro de los detenidos. El equipo empezó a competir fuera del penal y a ganar. Llegaron a la final de un torneo y alcanzaron a ser 40 los integrantes del plantel. Perdieron el partido decisivo pero ganaron en otros aspectos.
Algunos de ellos se bañaron con agua caliente -literal- por primera vez. Pero otros, además, asumieron el compromiso de estudiar como condición para continuar jugando.
“Cuando presenté el proyecto, en 2016, yo sabía que podíamos armar un equipo entendiendo que también los que recuperaran su libertad podían ser incluidos en cualquiera de los clubes de Misiones”, dice Hernando en diálogo con El Ciudadano. “Pero lo que no imaginaba es que iba a ser tanta la gente que me iba a ayudar”, agrega.
“Para meterme en este mundo tuve que eliminar prejuicios. Sabía, por medio de indicadores, que en su mayoría, las personas privadas de su libertad son analfabetas, obviamente no pasaron por el sistema educativo, vienen de un sector vulnerable, de un sector social en donde no llegan un montón de derechos y a pesar de que eso se sabe mi premisa fue enseñar rugby de la misma manera que enseñaría en la universidad, en el club o hasta en un seleccionado. O sea: no suponer de antemano nada de ese sujeto que está preso. Encontrarme con él y a partir de ahí valorizar lo que sabe, valorizar sus antecedentes en cuanto a sus prácticas deportivas, ver qué habilidades tiene, qué le gusta ver. A partir de ahí planificamos la enseñanza. Hay mucha estigmatización cuando uno va a enseñar a un lugar donde hay gente pobre. Para nosotros fue así: bueno, si tenés si la cancha que no tiene las medidas correspondientes no importa, vamos a jugar al vóley con o sin red y en todo caso usamos una soga. Si no no tenemos ropa de rugby, vamos a jugar al rugby como juegan los mejores y ganarles”, resume Hernando.
“Muchos de los detenidos sintieron, a través del deporte, que no hacía falta salir en libertad para rehacer su vida. Que la podían rehacer aún dentro del mismo penal, jugando al rugby, estudiando”, agrega el entrenador.
Entre tantos momentos particulares que muestra Historias desde Adentro: Los Toros, hay uno que es central. Es cuando se cuenta que el equipo llega a la final de un torneo. Un jugador se emociona porque su hijo, que nació con él en la cárcel, lo verá por primera vez fuera de las rejas. “Vivir eso es increíble”, le comenta Hernando a este diario.
Hay, además, otro diálogo que recrean dos de los detenidos. Es cuando uno de ellos recuerda la vez en que Cirilo le ofreció un mate. “Era la primera vez en cuatro años que, aún compartiendo celda, ofrecía. Porque jamás lo hacía. Siempre tomaba solo y no hablaba con nadie”. “Hasta que me metí a jugar, yo no hablaba con nadie”, reafirma Cirilo.
Lo concreto es que Cirilo empezó a reír y a tallar vírgenes que fueron enviadas a otros penales. Ahora que se define como carpintero y escultor, remarca su condición de capitán de Los Toros. Y cuenta: “Salir a jugar fuera del penal fue el postre de todo lo que hicimos. Le ganamos a uno, a otro y a otro. A veces nos caímos, pero aprendí que otros compañeros te pueden levantar”.
“El rugby -le dice Hernando a El Ciudadano– les dio la oportunidad de mostrarse no como presos sino como deportistas”.