Los trabajadores de la firma Prunelle abandonaron el piquete que mantenían frente a fábrica de la vecina localidad de Soldini, cerrada desde mediados del mes pasado, e ingresaron al establecimiento para vender el stock de productos de belleza que todavía hay en existencia.
Prunelle ya funciona de hecho como una cooperativa, aunque aún no se ha pedido la quiebra, y sus empleados siguen manteniendo relación de dependencia con dueños ausentes de una empresa paralizada por decisión de sus propietarios.
Al respecto, abogados del personal, los propios trabajadores y la comuna de Soldini –donde está localizado el establecimiento fabril de productos cosméticos– ven con confianza el futuro como potencial empresa recuperada cuando se completen los pasos legales en trámite.
Entre la guardia y la jornada laboral, los trabajadores necesitan resolver con urgencia la situación para retomar la producción y volver a generar ingresos.
Firmes en la lucha
El lunes 15 de septiembre, los trabajadores de Prunelle se encontraron con las puertas de su lugar de trabajo cerradas. Los empleados cuentan con llave de los galpones, pero una linga y un candado en la reja de entrada significaron que el paso estaba cerrado para ellos. Una guardia permanente y la lucha por la continuidad de los puestos de trabajo empezaron ese día.
La linga, sin embargo, amaneció esta semana sin candado y los trabajadores hicieron lo de cada día: ir a trabajar, esta vez sin que la reja se lo impidiera.
Los empleados son veinte –“todavía no abandonó ninguno”, aclara con orgullo Ramón Arias, presidente de la cooperativa en formación– que aguantan una guardia de veinticuatro horas en turnos de ocho.
La fábrica tiene cortados todos los servicios. No tiene ni luz ni agua, y apenas un stock de productos que ya se está agotando. Mientras tanto, se negocia el futuro.
“La gente de Prunelle está muy convencida del paraguas jurídico que se abre con la cooperativa. Independientemente de eso, no ven mal que aparezca un empresario que se haga cargo. Pero ellos quieren preservar su fuente de trabajo y la cooperativa es por ahora la única alternativa”, explicó Carlos Yacopetti, abogado especialista en este campo, que está asesorándolos.
En el camino
La cooperativa ya está creada de hecho. Hay un acta de conformación firmada, la comisión directiva fue votada e incluso ya se realizó el curso de economía social que exige el gobierno provincial.
La quiebra, explico Yacopetti, todavía no se pidió porque todavía se mantiene un diálogo y una mínima negociación con los socios minoritarios de la firma, que son también los dueños del inmueble.
Para los trabajadores de Prunelle, la situación es esperanzadora: tienen el apoyo de la comuna y todos los compañeros que aguantan día a día, además de aquellos que ya pasaron por la misma instancia y se acercan a expresar su apoyo.
“Tenemos confianza”, resume con serenidad y firmeza Ramón Arias, el flamante presidente de la Cooperativa Prunelle en ciernes.
La historia
El conflicto comenzó en octubre de 2011, cuando los antiguos dueños de Prunelle vendieron más de la mitad del paquete accionario de la firma.
“La mayoría quedó en manos del señor Vilhelms Dangaus, que vive en Buenos Aires, quien se encargó de vaciar la fábrica. Estafó a todo el mundo, no nos pagó los sueldos y desapareció”, relatan los empleados de la fábrica, que desde mayo no perciben salario.
Dangaus autorizó a los trabajadores para vender el stock acumulado y juntar unos pesos con eso, pero nada más.
Mientras tanto, la promesa de nuevos inversores había llegado hace unos treinta días a través de los antiguos dueños y socios minoritarios, a quienes los empleados identifican como Jaime Cortinas, Daniela Fuentes y Julio Sánchez.
Los trabajadores esperaron ese aporte pero la situación no cambió; por el contrario, y por el simple paso del tiempo, fue empeorando. Así, veinte días más tarde, decidieron organizarse como cooperativa y seguir trabajando como se pudiera, pero el lunes 15 la situación llegó a su peor extremo: cuando llegaron al laboratorio, las puertas estaban cerradas con candado.
Ahora consiguieron ingresar otra vez a la fábrica y renuevan la expectativa de poder darle continuidad.
Despidos y paro en Cargill
Los trabajadores de Cargill iniciaron ayer un paro por tiempo indeterminado por el despido de 35 empleados de la planta de Punta Alvear y una “drástica” reducción en las horas de trabajo. La medida de fuerza, que también afecta las instalaciones de la empresa en Villa Gobernador Gálvez, se tomó en reclamo de la reincorporación de los despedidos, según la organización gremial en forma “arbitraria” y como parte de “la arremetida especulativa que busca forzar una nueva devaluación y compromete la paz social” en el país.
Adrián Ávalos, secretario general del Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros de Rosario (Soear), sostuvo que los 35 despidos fueron en Punta Alvear, y el establecimiento está paralizado debido a que la empresa no permitió el ingreso de los empleados.
“Es provocar al sindicato porque los compañeros despedidos –la mayoría de ellos empleados de empresas contratistas– se afiliaron hace poco. Nosotros reclamamos la actividad principal, que es la aceitera, porque sale más aceite que porotos. Cargill el año pasado vendió por 26 mil millones de pesos, lo que equivale a un cuarto del Producto Bruto Interno de Santa Fe”, detalló Ávalos.
El gremialista no descartó un paro general en toda la región si no aparece una solución.