Por Franco Albornoz – Especial para El Ciudadano
Vivir unos Juegos Olímpicos de la Juventud puede resultar una de las experiencias más enriquecedoras para los amantes del deporte. En Buenos Aires 2018, como sucede en cada cita olímpica, las ilusiones se renuevan, y no sólo para los deportistas. Es que a pesar de la difícil situación económica que atraviesa el país, más de 7 mil voluntarios de todo el mundo dejaron sus trabajos, estudios, familias y seres queridos para ayudar en la organización del megaevento. La recesión no pudo cercenar su entusiasmo.
“Es mi primera experiencia de este tipo, tengo hijos periodistas y verlos a ellos entusiasmados con los Juegos también me motivó a sumarme, yo tenía dudas porque ya soy grande, tengo 50 años, y no sé idiomas, pero la verdad que fueron importantes para que me decida”, destacó la bonaerense Mercedes Togno, una de las tantas argentinas que se desempeña como voluntaria en el área de acreditaciones.
Estos voluntarios que arribaron a Buenos Aires desde todos los rincones del mundo tuvieron que dejar muchas cosas de lado para vivir la experiencia: pedirse tiempo libre en el trabajo, faltar a la facultad y alejarse de su familia. No les pagan. Tampoco les costean los gastos de pasaje ni de estadía. Sólo están incluidas las comidas de los días en los que trabajan, el uniforme (pantalón, remera, campera y buzo) y el transporte público para moverse a la sede que tienen designada.
“Nos gusta estar, hacer contactos con mucha gente. Nos mueve las ganas de aprender. Todos se preguntan por qué hacemos este tipo de cosas sin que nos paguen, pero yo lo que digo es que es un honor estar acá. Al que le gusta lo entiende, y al que no le cuesta más”, explicó Togno.
Pero ellos no están allí por el dinero. Viajaron para vivir una de las mejores experiencias de sus vidas y conocer gente de todo el mundo. Les regalan a todos una sonrisa y realizan su trabajo con todas las ganas. Son los verdaderos héroes no reconocidos de los Juegos, sin los cuales un evento de tal magnitud no sería posible.
Desempeñan un sinfín de labores operativas. Reciben a la prensa y a las delegaciones de los diferentes países que compiten en los Juegos. Proveen servicios de traducción y asistencia de todo tipo a los visitantes. Llevan a cabo tareas de comunicación y colaboran en todo lo que pueden. Además, reciben entrenamiento sobre qué hacer en caso de estar ante un paquete sospechoso o ante una persona que actúa de una manera dudosa, cuidados que se extreman si se tiene en cuenta que los Juegos presentan una preocupación adicional por el terrorismo desde hace muchas ediciones.
Como parte de las sesiones de capacitación online antes de llegar recibieron información sobre la historia de los Juegos, sus valores, la importancia del respeto a la diversidad y la inclusión, además de temas de salud y seguridad en el trabajo, liderazgo y servicios.
“En total se inscribieron 34 perfiles aunque algunas personas se anotaron más de una vez. Luego pasaron por varios filtros hasta elegir los definitivos. La mayoría de los voluntarios son de Brasil y Venezuela. La diferencia es que los venezolanos están radicados aquí y los brasileños vinieron específicamente por los Juegos”, contó a El Ciudadano la francesa Emeline Fraysse, Coordinadora de Voluntarios, quien arribó al país proveniente de Toulouse con la única meta de ser parte del evento.
“Fui voluntaria en Río de Janeiro y también en la Eurocopa de Francia. Me gradué en Administración de Empresas de Deporte, una carrera que amo. Por eso me cansé de mandar currículums y por suerte me llamaron”, concluyó Fraysse con una sonrisa imborrable, la misma que tienen los miles de voluntarios que llegaron a Buenos Aires para ser parte de la historia.