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Luces y sombras de un año pandémico, y la doble responsabilidad nacional y popular

El autor repasa el primero de los cuatro años de gestión de Alberto Fernández en "un gobierno de coalición" con exceso de zancadillas externas que también provocan titubeos internos. "El pueblo es el único sujeto social que construye la historia", recuerda

Jorge Rachid (*)

Hace sólo un año, los sueños de los argentinos eran dejar atrás, una etapa dramática que arrasó a nuestro país, desde todo punto de vista: moral, económico, cultural, patrimonial, provocando un dolor social inmenso con exclusión y muerte, a un abismo que evitó el pueblo argentino democráticamente.

Ese proceso fue producido por el macrismo bajo el ideario neoliberal brutal e inhumano, amparado y direccionado por la Embajada de Estados Unidos. lo mismo que el resto de los países de América latina.

Hace un año, un gobierno nacional y popular, recién electo, se aprestaba a dar respuestas urgentes a las demandas dramáticas de la hora: el endeudamiento externo, que limita las posibilidades de decisión soberana del gobierno y una situación social extrema, de millones de hambrientos, niños en situación de pobreza y jubilados sin medicamentos, amputados en sus remuneraciones. Una industria destruida y un marco de creciente desempleo se completaban con dos epidemias: dengue y sarampión.

El Consejo del Hambre y la renegociación de la deuda fueron los dos pilares en los cuales el gobierno asentó sus esfuerzos, confiando en que su llamado al consenso alcanzaría para que se entendiera la gravedad de la situación. No fue así; a la semana de asumir un sector del poder económico concentrado le hizo saber que no permitiría cambios estructurales a la marcha de la economía y los negocios, lanzando un lockout patronal del autodenominado “campo”.

Pero a los tres meses la pandemia cambió el escenario previsto, una lluvia dramática se derramó sobre el mundo, llegando a la Argentina después de arrasar Asia, Europa y América del Norte. No había Ministerio de Salud, ni de Ciencia y Tecnología, tampoco de Trabajo, todos instrumentos inservibles para un neoliberalismo saqueador y financiero. Pero pudimos prepararnos, asumiendo como prioridad, la salud de los argentin@s y desplegando los instrumentos económicos, sociales y sanitarios, para enfrentar una guerra larga, contra un enemigo, que sabíamos no podíamos derrotar, pero si controlar con acompañamiento social efectivo, con Comunidad Organizada, con esfuerzo fiscal inmenso y medidas audaces como la cuarentena precoz.

Lo que no se sospechaba es que además se debería luchar contra una oposición que lejos de asumir la responsabilidad del bien común en una batalla por la vida, se dedicó a provocar disparando fuego constante a las medidas sanitarias, atacando la política del Aspo y cuestionando el despliegue de instrumentos económicos del gobierno para que el pueblo argentino soportase la lucha pandémica.

En la medida que crecía el apoyo popular a las medidas adoptadas, la ferocidad de los adversarios fue transformando a algunos de ellos en verdaderos enemigos del pueblo y de la Patria. Es que cuando se cruzan los límites de la discusión política al ataque y el agravio personal, con imputaciones falsas a las cuales se acostumbraron acumulando años de experiencia en espionaje, armado de causas, mentiras cotidianas en los medios hegemónicos, linchamientos y persecuciones personales, ocultando información veraz, terminaron creyendo sus propios relatos.

Lo dramático es que un sector del pueblo les creyó hasta las elecciones que dieron por tierra con esa construcción, de un modelo que despojaba de identidad y memoria al pueblo argentino. Pero como un sector de la sociedad, ,fue cooptado por la cultura colonial, conservan hoy su poder de fuego, cuando el gobierno llama al consenso, para vencer el período pandémico. No aceptaron ni siquiera una tregua, son peores que un enemigo fanatizado e irracional, se comportaron como terroristas atacando las políticas sanitarias.

Por supuesto en éste año hubo aciertos y errores, algunos provocados, otros no forzados, que sembraron en nuestras propias filas dudas y confusiones.

En ese sentido es necesario aclarar una vez más, que se trata de un gobierno de coalición, donde el peronismo es dominante pero no constituye la totalidad, por lo cual todas las decisiones deben ser tomadas de común acuerdo. El enemigo lo sabe y opera a diario para dividirnos; sería su triunfo político, una nueva fragmentación del campo nacional y popular.

La unidad es la respuesta vencedora del campo popular a la fragmentación estratégica del enemigo, que opera desde el siglo XlX e intenta impedir al peronismo, su concreción del modelo social solidario, justo, libre y soberano en la Patria Grande.

Entre las políticas exitosas podemos nombrar la sanitaria, que dio respuesta al drama del covid-19, que fue planificada para moderar el impacto y aplanar la curva, de manera tal de impedir el colapso del sistema: se logró. El enemigo plantea que hubo 50 mil muertos cuando siempre se supo que no se podía vencer, sin Aspo ni Dispo, al virus comunitario y voraz. Ambas medidas fueron boicoteadas por las naves insignias opositoras: Clarín, La Nación e Infobae.

Pero atacaron apenas iniciada la cuarentena, pusieron en duda la existencia del virus, dijeron que la pandemia era para limitar las libertades individuales, que la vacuna no servía, que la Tierra era plana, que el dióxido de cloro era efectivo, que la economía no resistía, que habría saqueos o colapso; no los hubo, fracasaron en su oráculo provocador. Es fuego argentino, enemigo propio, poniendo de rehenes a 45 millones de compatriotas. Sin dudas una oposición criminal e irresponsable.

Estamos entrando en la etapa final de una lucha titánica, comprendida y acompañada por la mayoría del pueblo argentino, liderada por el gobierno con múltiples trabas de la oposición: la vacunación masiva que nos llevará primero a alejar del peligro a los grupos de riesgo y luego al conjunto del pueblo, cuando alcancemos la inmunidad comunitaria, al llegar al 70% de la población.

Esas trabas descriptas son las del Estado Colonial, que el enemigo consolidó en su paso por el gobierno. Medidas estructurales para impedir cualquier cambio posible que afecte sus intereses. Pisa el acelerador a fondo cuando se avanza, desde el campo nacional y popular porque teme y se atrinchera, en especial en la Justicia cómplice y en los medios canallas, desplegando una batería de misiles contra el gobierno con afán destituyente como objetivo estratégico y deteriorarlo en lo táctico.

Pero en esa lucha, aparece la confusión en nuestras propias filas, ante medidas incomprensibles, no explicadas, o dudosas desde el punto de vista de la defensa de los intereses populares, junto a otras que si lo son y marcan un camino correcto en lo político.

Paliar el hambre está bien en etapas de emergencia, consolidar la pobreza estaría mal en el futuro. El peronismo no construye un Estado Benefactor, construye justicia social, amplia derechos y los institucionaliza, derrotando la pobreza. Èse es nuestro designio, marcando la filosofía de la defensa de los sers humanos y la naturaleza como prioridad de vida.

Sabemos que encontramos un país arrasado, un pueblo golpeado y una sociedad impaciente, pero para consolidar la marcha de una nueva reconstrucción, que apuntale cambios estructurales, que debemos producir si o si, con movilización popular, con medidas enérgicas, con reformas de fondo, debemos identificar a los enemigos, con claridad.

El pueblo debe saber lo que significa un Estado Colonial al servicio de intereses extranjeros, debemos predicar y persuadir al conjunto de nuestros compatriotas que no habrá destino como país, sin sacudir el yugo de la opresión colonial. Eso significa confrontación y lucha, para afrontarlo, el pueblo debe saberlo.

Entonces el movimiento nacional y popular tiene hoy en su militancia una doble responsabilidad, fortalecer el gobierno y modificar su rumbo, sin favorecer los planes estratégicos del enemigo al acecho.

Eso se realiza con inteligencia estratégica y movilización popular, sin minar el camino lento de nuestro gobierno de coalición ni gritar destempladamente ante cada error. Significa enfocar la lucha en el enemigo externo, el afuera y plantear las correcciones en el adentro de nuestros espacios, porque el conjunto del pueblo argentino hoy tiene dos prioridades: el hambre y el miedo pandémico, siendo responsabilidad nuestra darle respuesta a ambas demandas.

Esos son los tiempos situados del pueblo, los de nuestros militantes políticos, sociales y sindicales son otros, conformados por prioridades que duelen: los presos políticos y la lucha por el espacio simbólico en una batalla que perdemos diariamente si no modificamos el esquema comunicacional y el andar alegre de una Justicia cómplice.

Entonces tiempos históricos son los del pueblo, tiempos biológicos, demandantes, es el de los militantes populares, que no deben debilitar las construcciones colectivas, menos aún en manos del enemigo.

“El pueblo es el único sujeto social que construye la historia y cambia los paradigmas de la sociedad, desde una Comunidad Organizada”. (Juan D. Perón)

Primero la Patria (www.lapatriaestaprimero.org)

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