Bajo un clima enrarecido por el incremento de la tasa de femicidios como resultado de la convivencia forzada por la cuarentena entre las víctimas de violencia de género y sus agresores, se cumple este miércoles el quinto aniversario de la marcha Ni una menos, una celebración que para la periodista Luciana Peker quedará rezagada en la escena urgente de una pandemia donde «el aumento del autoritarismo, el desempleo y la pobreza impacta particularmente en las mujeres».
«Lo intempestivo» se llama el programa de radio que desde hace un par de meses la periodista conduce junto al filósofo Darío Sztajnszrajber por Nacional Rock y es a la vez el adjetivo que mejor da cuenta del giro drástico que implicó, para la nueva agenda de derechos instalada por el feminismo, arrancar marzo con la promesa del presidente Alberto Fernández de enviar al Congreso un proyecto para la legalización del aborto y atravesar ahora un letargo de duración incierta en el que todo aparece monopolizado por el aislamiento social impuesto el 20 de marzo, durante el que se han producido 53 muertes de mujeres por razones de género, según el Observatorio Ahora que sí nos ven.
«La protesta social, sobre todo la que se ha dado en Chile sobre la desigualdad económica o la que se está dando en Estados Unidos sobre la desigualdad racial, fueron impulsadas mayoritariamente por una ola de feminismo que no tiene que ver con una agenda específica de derechos sino con la movilización como forma de salir de democracias que hoy están flojas de herramientas para representar y atender las demandas sociales», destaca Peker, una de las voces que mejor ha testimoniado la lucha por la igualdad de género a través de textos como «La revolución de las hijas», «Putita golosa» y el inminente «Sexteame», cuya aparición está prevista para julio.
-Estamos en un momento en el que por las restricciones impuestas por la pandemia disminuyeron todos los delitos menos los femicidios ¿La llegada del coronavirus implicó un retroceso transitorio de la agenda feminista?
-Luciana Peker: La pandemia y la cuarentena implican un retroceso para el mundo: un aumento del autoritarismo, del desempleo y de la pobreza que impacta muy particularmente en las mujeres y en las poblaciones más vulnerables y sin lugar a dudas en la agenda de género. Los femicidios siguieron y aumentaron en este tiempo, a diferencia de todos los otros delitos, que bajaron sus estadísticas.
No es el mejor contexto para presentar el proyecto de ley que prometió el presidente Fernández pero de alguna manera hay que buscar mecanismos para que no se demore mucho más el tema. Un ejemplo de la gravedad del asunto es que en Formosa, donde no hay casos de Covid, murió una mujer de 22 años por la clandestinidad del aborto.
Otra cuestión que preocupa es la ola de negacionismo que se está dando en América Latina sobre las cuestiones de género. Creo que el único gobierno que no ha obviado el tema es el argentino, que se diferencia de otros de la región y muy especialmente de México, donde el presidente Andrés López Obrador ha tenido posturas repudiables como decir que las llamadas al 911 denunciado violencia de género eran falsas. Hoy en México hay diez femicidios por día mientras que en la Argentina hay uno cada 26 horas.
-¿Hay algún margen de acción para mitigar el riesgo que corren en este contexto tantas mujeres, trans, niños y niñas?
-LP: Se ha vuelto tan complicado el discurso social que antes que nada debo aclarar que estoy particularmente a favor de la cuarentena. Dicho esto, creo que se tendrían que haber aplicado más medidas de protección a las víctimas de violencia de género. En las conferencias de prensa cuando se anuncia una nueva fase de la cuarentena nunca se hace alusión a esta cuestión. Por otro lado, creo que se tendrían que haber difundido mejor algunas medidas, como que algunos sindicatos ofrecieron sus hoteles para que las víctimas de violencia de género se pudieran ir de su casa. Esa medida está en un comunicado del Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad pero no fue difundida. Y si no se difunde, no existe. No basta con que sea una medida institucional.
– Vivimos tiempos en los que se habla de deconstruir la maternidad, el amor romántico, el rol del varón ¿Debemos deconstruir todo?
-LP: Hay que entender que deconstruir no es destruir. Creo que hay que deconstruir las formas en las que el machismo y el patriarcado actúan para que las mujeres estemos sometidas. El punto es que cada cual pueda elegir cómo quiere vivir. Una cosa es querer renovar los roles y otra cosa es querer destruirlos. El feminismo plantea deconstruir el amor para reconstruirlo.
– A propósito de eso, el amor romántico cuestiona la idea del sufrimiento ¿Pero cómo se distingue el «sufrimiento» consustancial al amor de aquel que no lo es o que, mejor dicho, está asociado a la idea del amor romántico que el feminismo busca desbordar?
-LP: Le cuestionamos al amor romántico no el sufrimiento per se sino el sufrimiento por machismo, la sumisión, que sería como una palabra clave para saber por dónde va el cuestionamiento. Soy parte de una generación que tuvo que explicarle a las pibas jóvenes que no se banquen un cachetazo de un novio porque eso no era amor sino violencia. El amor no debe doler cuando se trata de sufrimiento ligado al machismo. Pero el amor en definitiva sí duele porque siempre va a estar atravesado por mandatos, machismos, prejuicios, diferencias y fragilidades subjetivas. El tema es no caer en una clase de amor que nos enseñe a bancarnos un cachetazo, a dejar nuestro tiempo y nuestra vida o a no tener derecho a desear.
-Se le critica a cierto feminismo que a veces alienta la idea de que si una se acepta a sí misma con eso conjura la presión o las impugnaciones del afuera ¿No hay un exceso de voluntarismo en esto de suponer que si una se autopercibe de una manera «condescendiente» va a salir del lugar del sufrimiento?
-LP: -Las que escribimos desde hace años contra la «gordofobia» generamos un exorcismo colectivo que es fundamental: he visto muchas pibas salir de la anorexia y la bulimia con el feminismo, bancarse no tener tetas… yo misma tengo un peso por el que me han echado de la televisión y por el que muchos varones me desprecian. No creo que alcance con aceptarse pero tenemos que estar orgullosas de que hace unos años el único discurso era ser flacas, tener tetas o ser rubias y hoy nuestros discursos han salvado a muchas pibas.