Luciana Peker es periodista y una pieza clave en la difusión de la revolución feminista, que en diciembre de 2020 obtuvo la sanción de la Ley 27.610, de Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), junto a la ley de los Mil Días. “Se hizo mucho pero es poco”, analiza Peker y avizora una agenda feminista en la que considera indispensable tomar más medidas para disminuir los niveles de violencia hacia las mujeres y los femicidios, poner en marcha una ley integral de cuidados, y lograr que todas las mujeres que lo deseen puedan acceder a la IVE, ya que en muchas provincias hay trabas para su aplicación.
—El feminismo tuvo en 2020 una de las victorias más grandes con la sanción de la IVE. ¿Cuáles son ahora las prioridades de la agenda feminista?
—Creo que fue muy importante lograr la ley de IVE en el 2020. Y creo que un gran desafío es que la ley se cumpla. Hay lugares como Chaco, Córdoba y Salta donde hay presentaciones judiciales y es importante lograr la accesibilidad plena del aborto legal.
Siento que los femicidios, como el caso de Úrsula (Bahillo), generan escozor. El asesinato de una piba de 18 años que ya había presentado denuncias y había pedido ayuda y el Poder Judicial no la escuchó. Sin lugar a dudas creo que se ha hecho mucho, pero es poco. Y en algunos casos no sólo es poco sino que la maraña burocrática de todos los poderes del Estado hace que les digan a las mujeres “vayan y denuncien”, y después no se las cuida. Y a veces es difícil desenmarañar ese entramado burocrático y pedir acciones concretas.
Es necesario que tengamos una repercusión muy potente que genere un cambio cultural, pero a la vez creo que hay que balancear ese planteo cultural con medidas muy concretas, como el patrocinio jurídico gratuito, que las mujeres sean acompañadas. El plan Acompañar, que para mí fue muy bueno. Que las mujeres tengan 20 mil pesos por seis meses para ser acompañadas cuando sufran violencia de género. Es necesario que se cumpla, porque hoy está delegado en que se cumpla en cada localidad. El 144 no acompaña. Y una ley integral de cuidados, ya que si era difícil antes de la pandemia, ahora es peor.
—Los femicidios en 2021 pusieron de manifiesto los problemas que tiene el Estado para hacerse cargo de la violencia machista. ¿Cómo creés que es el camino para mejorar las instituciones?
—Creo que tenemos que reclamar medidas concretas. El patrocinio jurídico gratuito es una ley que salió después del Ni Una Menos en 2015. El Ministerio de Justicia quedó en hacerlo, pero no lo hizo durante el macrismo. Armaron un plan piloto, con una idea de un abogado por provincia. Hoy, con un Ministerio de Mujeres, tiene que depender de allí y no puede haber un abogado por provincia. Este es un problema porque no es que las mujeres no denuncian, sino que no hay un acompañamiento para que las mujeres puedan llevar las causas adelante. Si hay un agresor que es denunciado hay que medir el riesgo de una víctima y para eso hay que llevar adelante un acompañamiento. La Justicia tiene que unificar las causas pero además hay que llevar las oficinas de evaluación de la Corte Suprema a todos lados, pero además hay que conocer los antecedentes. No puede ser que hoy que se conocen los datos de las personas no se sepa si alguien fue denunciado por ex parejas, porque si un juez sabe que esa persona tiene antecedentes y es peligroso tiene que tomar medidas. También tiene que haber sí o sí tobilleras electrónicas para agresores. No se soluciona la violencia de género con tecnología, pero ayuda. Las tobilleras electrónicas permiten advertir a la policía los movimientos del agresor y creo que deben ser implementadas. Esto se probó con un plan piloto en (el partido bonaerense de) San Martín y se probó que los agresores no paraban de violar las restricciones de acercamiento aún con las tobilleras. Creo que no todo se soluciona con más leyes y más penas, pero cuando son necesarias son necesarias, porque son las herramientas que hoy tenemos. Creo que tiene que haber una ley que penalice las violaciones de las restricciones de acercamiento, porque es una práctica repetida que pone en peligro a las mujeres. Y si bien no creo que la cárcel sea una solución, hay que proteger a las víctimas con custodia y, en los casos graves, con prisión preventiva.
Tenemos un gran problema con las fuerzas de seguridad. Hubo 214 femicidios desde 2008 a 2021 en manos de empleados de la fuerza de seguridad. Es inadmisible que las personas entrenadas por el Estado sean asesinos. Hay que correrlos de las fuerzas cuando están denunciados y sacarles el arma provista por el Estado.
Amor
Peker estuvo en Rosario en el marco de una charla con Darío Sztajnszrajber. Ambos ponen en escena una charla necesaria “donde un varón y una mujer se están escuchando, piensan distinto, pueden cambiar, pueden escucharse, pueden reflexionar juntos, es un escenario para decir que se ha cambiado el juego el tablero y preguntarse qué hacemos, pero qué hacemos a través de la escucha”.
—¿Cómo es hablar de amor en tiempos de feminismo?
—Creo que el feminismo es la gran revolución del siglo XX-siglo XXI y es una revolución política que cambia absolutamente todo. En medio del peor año de la humanidad, el 2020, el feminismo logra aprobar la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo el 30 de diciembre. Con un Rosario que es antecedente, ya que el lugar donde más y mejor se pudo acceder al aborto legal, con la aprobación de la producción pública de misoprostol, con Rosario como una ciudad de avanzada, donde el feminismo tiene una incidencia masiva, pionera y de mucho poder.
Si pensamos en una relación sexual entre las muchas posibilidades, entre un varón y una mujer, el varón era el que podía terminar y sobrevivir y la mujer podía morir en la clandestinidad de un aborto. Nos damos cuenta, cómo para bien, en el sentido de que ahora podemos sobrevivir y en el cuestionamiento al poder, las mujeres hemos cambiado todo. Si antes te podían matar y eso era pasión, por más que la muerte de una mujer tuviera una sanción judicial, en el kamasutra del amor se incluía el crimen pasional. O sea que lo hemos dado vuelta todo y no es posible dar vuelta todo sin que eso genere una interpelación.
Y si ahora medimos que las mujeres trabajan tres horas por día más en actividades domésticas y no remuneradas y evaluamos que en la pandemia eso ha crecido y que los varones tienen más tiempo para leer el diario, para el ocio, porque la mujeres en vez de poder descansar tuvieron que hacer las tareas por zoom y ahora llevar a los hijos e hijas en horarios flexibilizados de escuelas que vuelven a medias, sabemos que esas desigualdades siguen y se han profundizado, pero que para las mujeres eso ya no es natural. No entregamos el tiempo, la vida, el dinero en nombre del amor. Y, en todo caso, eso sigue sucediendo, pero lo cuestionamos.
El feminismo entonces tiene una incidencia muy alta y sobre todo en cuestionar las relaciones amorosas y sexuales. Lo que hay que hacer es interpelar. Por eso hay tanto conflicto hoy. Hay conflicto y hay una vuelta atrás en la forma de relacionarnos, porque los varones fueron enseñados de un modo que hoy ya no es legitimado. Y eso lo que tiene que generar no es que nos relacionemos menos, sino distinto y la única forma es la conversación y la interpelación.