Un llamado anónimo alertó sobre un cuerpo a la vera de colectora José María Rosa, en inmediaciones de bulevar Oroño y Circunvalación, justo enfrente de Las Flores y a poco metros del barrio La Granada, en el final de la autopista Aramburu. Eran las 8.30 y cuando la Policía llegó al lugar, un descampado dominado por una plantación de cardos, comprobó el dato: entre la vegetación encontraron el cadáver de un hombre corpulento que a simple vista llevaba unos días en el lugar.
Cuando llegaron los investigadores, los entrecruzamientos de información arrojaron una posible identidad: un hombre desaparecido 48 horas antes. La conjetura se confirmó entrada la tarde, cuando familiares de la víctima confrontaron los restos en la morgue judicial: Lucio Raúl Maldonado, de 37 años, murió ejecutado de tres disparos, uno de ellos en la nuca, en el marco de un crimen de claras características mafiosas. Entre las ropas del fallecido apareció un cartel con la leyenda “Con la mafia no se jode”.
El jefe de la Fiscalía de Homicidios Dolosos, Adrián Spelta, en reemplazo de su par en turno Luis Schiappa Pietra, llegó al lugar a las 10 de la mañana. Bajo una garúa incesante, explicó que el cuerpo presentaba tres disparos: uno en la nuca, con orificio de entrada y salida, y otros dos en la zona lumbar. Como en el lugar no fueron halladas vainas servidas, y se presume que el arma fue una pistola, que las expulsa al disparar, estimaron que a Maldonado lo mataron en otro sitio y arrojaron su cadáver en el terreno poblado de cardos donde lo encontraron.
Tenía una remera gris levantada hasta el pecho y un short azul con dibujos, contó Spelta. La presunción, sobre la base de la lividez cadavérica, es que el cuerpo llevada entre 36 y 48 horas sin vida. Y que no fue ejecutado en ese lugar. “Existe una sospecha de que sea una persona de la cual buscaban el paradero desde hace dos días. Coincide además con el tiempo que tiene de fallecido”, apuntó el funcionario.
Pasadas las 15 llegó el dato oficial: la víctima fue identificada por familiares como Lucio Raúl Maldonado, de 37 años, un hombre a quien los detectives le atribuían manejarse en un territorio espinoso como en el que fue asesinado: lavado de dinero, vínculos con el hampa de Rosario y la provisión de armas, por las cuales tenía una fijación que dejó expuesta en su perfil de Facebook.
Escrito con fibras sobre una cartulina y metido entre la ropa de Maldonado, apareció un cartel que “de alguna manera explica el motivo por el cual fue ejecutado”, arriesgó Spelta. Se refería a la leyenda: “Con la mafia no se jode”, un mensaje elocuente.
Un cartel con la misma frase apareció el sábado 3 de agosto en inmediaciones de un departamento acribillado a balazos en calle Libertad al 300, donde vivió hace años la jueza Marisol Usandizaga, integrante del tribunal que juzgó a la banda de los Monos. Ese ataque fue parte de la saga de 18 balaceras que estremeció al poder político y judicial entre mayo y agosto y culminó con trece imputados, entre ellos Ariel “Guille” Cantero, líder de Los Monos, el célebre clan originado en Las Flores y mudado luego a La Granada.
Chupado
La última vez que los familiares vieron a Maldonado fue el sábado último por la noche. A partir de ese momento, Lucio se esfumó, aunque el auto en el que se movía había quedado en su vivienda. Este lunes, un hermano de la víctima hizo una denuncia por paradero en la sede de la Fiscalía Regional y se activó el protocolo de búsqueda, dijeron fuentes judiciales. Se presume que lo secuestraron y lo mataron enseguida. Dónde ocurrieron ambas acciones eran incógnitas hasta entrado este martes. El tercer hito de la saga es el cardal donde arrojaron el cuerpo.
Afincado en Garibaldi al 600, barrio Tablada, Maldonado tenía antecedentes desde 2006, que van desde las lesiones al abuso de armas, algunos de ellos en un sector de la zona oeste. En julio de 2015, la Policía allanó una casa en Amenábar al 6300 por repetidos disparos de arma de fuego. Allí los recibió un sobrino de Lucio, a quien le secuestraron una ametralladora FMK3.
Este joven argumentó que el arma se la había prestado su tío, para probarla. Las mismas fuentes judiciales añadieron que el muchacho ofreció un soborno para anular el procedimiento. Acto seguido, por orden del entonces fiscal Rafael Coria, allanaron la casa de Maldonado en zona sur, aunque con resultado negativo.
Tampoco pasa desapercibido en su prontuario un episodio ocurrido en noviembre de 2011, cuando cayó detenido junto con un hombre de Cabín 9 acusado de tirotear el frente de una bailanta en Fader y Rivarola, en barrio Godoy, luego de una persecución que culminó en Amenábar y Cullen: los efectivos se incautaron de un revólver calibre 32, según asentó un sumariante de la comisaría 32ª.
Sacaba chapa por las redes
Imágenes de botellas de vinos Rutini, fajos de pesos y dólares, armas de todo tipo, cadenas de oro y autos de alta gama. Una admiración manifiesta por el colombiano Pablo Escobar y Tony Montana, el personaje de Al Pacino en la película Scarface. Eso alimentaba el perfil público de Facebook de Lucio. No escatimaba ostentaciones y chapa de pesado. Semejante exhibición despertó el interés de los detectives de la Policía de Investigaciones, quienes admiten que el usuario de esa cuenta ameritó informes de inteligencia, al menos, “como contacto de personas investigadas”.
“Se creyó vivo y en algún momento cagó a las bandas a las que les proveía armas, autos y les lavaba dinero. Y terminó así, como todos”, sentenció una alta fuente policial en estricto off. “Muchos hampones hablaban con él, tenía vínculos con todos”, dijo un detective que no descartó que la ejecución tenga el sello de Los Monos, aunque con una salvedad: «Tal vez le copiaron el cartel y lo tiraron en ese lugar para que se piense que son ellos, o bien les estén mandando un mensaje a Los Monos, pero es poco probable».
Un vocero del caso recordó que en los últimos tiempos Maldonado se había concentrado en los autos: «Podía hacer manejes para lavar guita comprando y vendiendo vehículos u otro tipo de maniobras, como «el reduce» (cuando se vende algo robado). No es casual que esto se dé ahora, después del secuestro del gitano Colián Miguel y el revuelo por el crimen del pibe Cristian Enrique (secuestrado en Cabín 9 y cuyo cuerpo apareció en la noche del pasado viernes). No se descarta que pueda haber conexiones».