Concluimos la segunda parte en una etapa dolorosa para don Luis, la destitución del cargo de jefe político de Rosario, decretada por el gobernador Patricio Cullen en forma indecorosa. También se adelantó que no terminó en ese acto su vida política en la ciudad y que su historia continuará después de su muerte.
Aquel mal momento de marzo de 1862 en el que tuvo que entregar el mando de la jefatura política anunciada en forma tan irrespetuosa, no fue obstáculo para que don Luis, hombre de orden y respeto por las instituciones, elevase el informe de lo actuado a la Corporación Municipal. Días más tarde lanzó un manifiesto titulado “Luis Lamas, al pueblo de Rosario y su Departamento”. Extenso documento en el que reiteraba lo actuado y, sin hacer nombres, destacaba las calumnias insidiosas que recibía. Palabras que evidenciaban la existencia de opositores o enemigos de su gestión.
Sin embargo, Lamas se había ganado el reconocimiento de los vecinos de Rosario y dos años después, en abril de 1864, fue elegido miembro de la Corporación Municipal pero su salud, ya muy deteriorada, le impidió ejercer con normalidad. Falleció septuagenario el 4 de septiembre de ese año y fue sepultado en el cementerio El Salvador.
El historiar rosarino Wladimir Carlos Mikielievich, fundador de la Junta de Historia de Rosario, fuente principal para esta tercera parte, en los números 32 de 1980 y 35 de 1983 de la Revista de Historia de Rosario, transcribe los documentos citados en este trabajo y detalla circunstancias que podrían ser consideradas como una historia post mórtem de Lamas.
Sobre los efectos políticos y sociales de su fallecimiento, señala que no se le rindió homenaje en el sepelio y sólo se informó el deceso en El Ferro-Carril, periódico en el que días después se publicó un artículo de un oriental en reconocimiento de sus compatriotas y rosarinos.
El 15 apareció una poesía titulada “Una lágrima sobre la tumba del anciano Don Luis Lamas”, firmada por “J. C.”. Después de aquellos primeros días de su deceso el destino quiso que la antigua construcción de nichos de El Salvador sobre calle Suipacha, en la que se encontraba el féretro, fuera demolida en 1940. La resolución municipal incluía la reducción en urna de todos los afectados, pero la correspondiente a Lamas se extravió.
Después de 43 años fue descubierta por Mikielievich y, con el apoyo de instituciones culturales y la Municipalidad, se construyó un sepulcro con placa de mármol que se encuentra en la calle trasversal 5 de El Salvador, lado norte, junto al panteón con escultura, obra de Lucio Fontana, de Juana Elena Blanco. No hay dudas de que don Luis Lamas Regueira fue un hombre con historia más allá de su muerte.
Queda por analizar el proceso desarrollado a fin de tomar posición en la aceptación o no acerca de la conjetura que considera que la llegada de Lamas a Rosario surgió de una estrategia política a futuro.
Después de conocidos los hechos que hoy son historia, no caben dudas de que el supuesto plan, de haber existido, debió haber sido elaborado en Buenos Aires para asegurarse apoyo local en la más inmediata e importante ciudad puerto de la Confederación. Esto implicaba una estrategia para el caso de un eventual triunfo en el terreno ya tradicional de los enfrentamientos o una absoluta seguridad de victoria. Claro que esa presunción debió haber sido para una fecha cercana a la llegada de Lamas.
Cabe entonces suponer que sería la batalla de Cepeda algo no esperado por el plan que, si fue mantenido, debía esperar otra oportunidad, que la hubo en Pavón. Sin dejar de lado el carácter de conjetura o teoría de esta trama, el plan se cumplió tal como estaba previsto y se acertó en la elección del agente local del operativo.
Sin embargo, conviene aclarar que de haber actuado según ese plan no sería aventurado considerar que el agente no operó en soledad, porque el contexto en general era partidario de Urquiza, pero en Rosario había un núcleo de liberales que esperaban a Mitre. Basta recordar la inmediata edición de periódicos favorables a la “Nueva Era”, como se llamó significativamente uno de los dos editados. Pero si bien se descuenta que pudo haber habido colaboración al agente local, la hipótesis surge a partir de la figura de Lamas, por lo que se impone la pregunta: ¿en qué se fundamenta la presunción de ser este hombre un agente de Buenos Aires? La respuesta sería que la historia de Lamas en Uruguay, incluso la de su hijo, estuvo vinculada a la de los unitarios porteños en el exilio.
En la primera entrega de este trabajo se detallaron las interrelaciones de padre e hijo con Mitre, Rivadavia y si bien Lavalle no está mencionado, en Montevideo contó con el apoyo de él, entonces inspector de policía para la cruzada contra Rosas. La devoción por Lavalle la pone de manifiesto Mikielievich al recordar que en 1858 Lamas integró la comitiva que de Potosí trasladó los restos de Juan Lavalle a Buenos Aires. Se suma a estos fundamentos la designación dada por Mitre inmediatamente después de haber entrado a la ciudad. Toda la relación de Lamas con la dirigencia de Buenos Aires es cierta y permite elucubrar hipótesis. Pero no debe olvidarse que, amén de un grupo pro-liberal, el grueso de la población de Rosario era federal y tenían en Urquiza un benefactor por haberle otorgado la jerarquía de ciudad y declararla puerto oficial de La Confederación.
Lamas ingresó en ese contexto y fue elegido, además de “municipal”, esto es miembro de la Corporación, vicepresidente de la misma, y fue en mérito a su prestigio de político uruguayo y hombre de la defensa en el Sitio de Oribe al Montevideo de colorados y unitarios. No es posible que nadie se haya planteado que tal persona, en términos modernos, podría ser un quintacolumnista.
Las premisas pueden ser muchas más, pero las dadas son suficientes para definir posiciones. Quien escribe esta nota no considera que la instalación de Lamas responda a una estrategia política, sino a decisiones personales cuyas razones se ignoran. La continuidad política ante la nueva situación no es más que la permanencia en la que fue su causa en Uruguay… Cerrando esta nota sobre Lamas, el abuelo, resulta oportuno recordar que un rosarino, Agustín Rodríguez Araya, trabajando en exilio en la biblioteca del Palacio Legislativo de Montevideo, monumental y hermoso edificio, resumió una biografía de Luis Lamas como parte de su “Génesis Constitucional del Uruguay”, en la que registra una síntesis biográfica de todos los constituyentes de 1828 a 1830 de ese país hermano. La serie Lamas continuará con su hijo, Luis Lamas Hunt, que también fue jefe político de Rosario.