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Luis Machín: “No entiendo cómo se pueden decir las barbaridades que se dicen en pos de la República”

El destacado actor rosarino radicado en Buenos Aires regresa este fin de semana a su ciudad con “La última sesión de Freud”, junto a Javier Lorenzo, en un contrapunto actoral surgido de un texto magistral escrito por Mark St. Germain, bajo la dirección de Daniel Veronese  

Un contrapunto poderoso, que deviene de un texto poderoso, en el que reaparecen el filósofo C.S. Lewis y el psicoanalista Sigmund Freud en la casa de este último, en Londres, en 1939. Es una obra teatral, se llama La última sesión de Freud, escrita por el norteamericano Mark St. Germain, bajo la dirección de Daniel Veronese, que este fin de semana se presenta en Rosario, en el Astengo, con tres funciones. Pero es, al mismo tiempo, bastante más que todo eso.

En principio, porque se trata de un material que pone atención en los vaivenes de la fe con todas sus contradicciones, en un tiempo en el que creer o no creer es toda una cuestión. Pero además, transcurre en el arranque de la Segunda Guerra Mundial, en Inglaterra, en un mundo “real” que ve cómo se tejen los entretelones de una potencial tercera contienda planetaria. Y como si todo eso fuera poco, habla del sexo, de la llegada de la muerte y del dolor como su fatídica antesala, entre otras cosas, lo que la vuelve aún más universal y atemporal.

En La última sesión de Freud, obra de tesis que se revela como un testimonio invalorable de los últimos momentos de un Freud enfermo de cáncer de boca, con un notable deterioro físico pero con una claridad de pensamiento apabullante, Machín, que oportunamente le puso el cuerpo a C.S. Lewis, filósofo y autor de, entre otras, Las Crónicas de Narnia, Cartas del diablo a su sobrino y El regreso del peregrino (cuya incidencia aparece fuertemente en el conflicto que atraviesa la obra) y que ahora está en manos del talentoso Javier Lorenzo (en el estreno original, a cargo de Jorge Suárez), es aquí el padre del psicoanálisis.

Freud cita en su casa a C.S. Lewis para mantener una charla, en ciernes, interesado (también confundido y curioso) por su conversión al catolicismo. “Nada más ortodoxo que un ateo converso”, se escuchará en algún momento del relato, apelando a pequeños datos de una realidad histórica que el destacado dramaturgo y guionista norteamericano dosifica a lo largo de un texto que se equilibra entre el ingenio y el revisionismo histórico.

No se sabe a ciencia cierta si C. S. Lewis y Freud se encontraron alguna vez. Sí se sabe que el padre del psicoanálisis vivió algunos meses en Inglaterra hasta su muerte, en septiembre de 1939, y que pudieron haberse encontrado pocos días antes de ese acontecimiento. Por entonces, Lewis tenía 40 años y hacía una década que era católico, al tiempo que Freud, con 83, ya tenía fama y su obra y pensamiento estaban consolidados.

Debate de ideas

“Ahora estoy del otro lado del mostrador”, dijo Machín abriendo una larga charla no exenta de la cuestión política. “Esta es una obra que yo conozco mucho dado que hice el otro personaje, pero pasaron once años y cuando la retomamos debí volver a estudiarla, ahora desde la óptica de Freud. Siento que es una obra compleja, con una terminología específica, donde se habla mucho de religión y de psicoanálisis, más allá de que, en gran medida, mucha de esa terminología es parte de nuestro cotidiano”.

Y respecto de cómo los cambios de la vida real suelen dialogar con la ficción, planteó: “Es un desafío hacer el otro personaje; durante muchos años yo fui un católico practicante hasta que el teatro fue desalojándolo y el campo del psicoanálisis fue tomando cuerpo; yo soy carne de diván desde hace muchísimos años, más de 25. Y tengo mucho que agradecerle al psicoanálisis, mucho que agradecerle a este buen hombre”.

En el mismo sentido, Machín destacó lo oportuno de reponer la obra en un tiempo donde muchos de los temas que transita han regresado a la agenda del presente: “Es oportuno reponerla porque es una obra con una presencia en nuestro cotidiano muy importante. Insoslayable lo de la guerra entre Rusia y Ucrania; el paralelismo es inmediato cuando en la obra se menciona que estamos en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial y Freud dice que es la guerra que acabará con todas las guerras y Lewis le dice «yo no creo que eso sea posible». Es un momento crucial de la vida de ambos; con Freud, un hombre con una fortaleza extraordinaria, que ya llevaba 16 años de un cáncer de laringe, con la muerte cercana y aparece también el tema de la eutanasia, dado que le pide a su médico que lo ayude a morir, otro de los temas que hoy es de agenda”.

El actor, con una vasta carrera, en teatro, cine y tevé, profundizó acerca de cómo esos rasgos del personaje condicionaron la actuación: “Freud habla de más de 30 operaciones; fueron 33. Tuvo una reconstrucción del maxilar superior y del paladar. Hay algunas grabaciones dando vuelta donde se lo escucha hablar y lo hace con evidente dificultad. Al principio no lo teníamos tan presente; son esas cosas que tienen que ver a veces con los procesos. A medida que fueron aconteciendo las funciones, se fue haciendo más presente el tema de esa dificultad, de algo en el habla. Lo fui probando, la gente a veces no lo sabe, pero los actores estamos todo el tiempo probando cosas; descartás, volvés a probar, lo haces en ámbitos distintos. Ahora que salimos de gira, nos tocan teatros muy distintos, con acústicas diferentes, y es un desafío también componer a un Freud que tiene dificultad para hablar porque la gente, por supuesto, tiene que entender lo que dice el personaje”.

Machín habló también de su acercamiento al pensamiento de este médico neurólogo, padre del psicoanálisis, por fuera de la obra: “Es interesante conocer a Freud desde otros lugares porque, por ejemplo, era una persona que tenía encuentros con gente que pensara diametralmente opuesto a él; esto habla mucho de cómo era. No tanto para dejarse influenciar, sino para debatir. Él tenía su verdad revelada: estaba convencido de que nos moríamos y todo se terminaba allí, algo apuesto a lo que piensa un católico. Y al mismo tiempo es una obra que transita mucho humor, Freud era muy filoso y esa era también una forma de exponerse. Cuando se tiene que ir de Alemania, algo que no quería, deja una carta muy irónica donde aparentemente habla bien del nazismo; ese humor suyo, ese cinismo, está en la obra todo el tiempo ejecutado sobre Lewis, que además es alguien que lo había admirado. Freud no puede creer que alguien de su inteligencia que abraza ciertas convicciones, de pronto abandone la verdad y se abrace a una mentira insidiosa. Esa discusión está muy presente en la obra. Todo esto la vuelve muy interesante porque además vivimos en un país donde el psicoanálisis, por suerte, es muy cercano a la gente y ni hablar en Rosario”.

Lo que dejó el neoliberalismo

Con fecha a confirmar, durante este año tendrá su esperado estreno en la plataforma de contenidos streaming Star+ la serie Diciembre 2001, rodada en plena pandemia, en la que Machín da vida al funesto ex ministro de Economía Domingo Cavallo, en otra de sus caracterizaciones magistrales: “La idea era estrenarla en diciembre del 2021, cuando se cumplieron 20 años de la semana de los cinco presidentes y de todo ese tiempo trágico, pero no se pudo. Yo hago de Domingo Cavallo y hay grandes actores; dirige Benjamín Ávila (Infancia clandestina), y está basada en el libro El palacio y la calle, del periodista Miguel Bonasso. Es una serie que ofrece una mirada de lo social muy importante. Creo que va a dar mucho que hablar, porque repasa un momento de mucha sensibilidad para nuestra historia reciente y de un gran costo para los argentinos, porque es lo que dejó el neoliberalismo, es el final del gobierno de Fernando de la Rúa y todas las consecuencias que trajo. Creo que va a llegar en un buen momento como para revisar ese tramo de la historia argentina tan doloroso en un tiempo donde la liberación de la economía parece ser la salvación”.

Y sumó: “Ante las dificultades que atravesamos en este momento vuelve una reedición del «que se vayan todos» un poco más edulcorada; sin que se vayan todos pero dándole paso a algo nuevo como si lo que se hizo hasta ahora no tuviese ningún valor. Es muy preocupante, sobre todo porque es muy curioso que haya gente que sería la primer perjudicada que clama por eso: la dolarización, la quema del Banco Central, dinamitar el Estado”.

En un momento con una derecha que se posiciona a la derecha de la derecha histórica en la Argentina y en un año electoral, Machín habló de los medios de comunicación y de su rol en una instancia donde desde lo hegemónico se dirimen cuestiones políticas: “Existen las Abuelas y las Madres de Plaza de Mayo que siguen buscando a sus nietos 40 años después frente a todo esto, y me pregunto cómo llegamos hasta acá, cómo fue posible esto. El teatro, en ese sentido, y esta obra en particular, propone otra forma de pensar las cosas, en una sociedad donde vivimos permanentemente bombardeados por noticias que pueden llegar a ser hasta nocivas. Me refiero a plantear una discusión del nivel de la de Freud y Lewis donde los tiempos son otros, porque las discusiones ahora duran muy poco. Apenas encontramos una disidencia, se terminó la discusión”.

Y profundizó: “Es muy difícil mirarse para hablar, es muy difícil tener el tiempo para hacerlo, cada vez hay menos tiempo para todo. Cada vez hay más posibilidades de comunicación y estamos cada vez más solos y sin escucharnos. Todo está tan degradado, y no quiero ponerme melancólico y tampoco decir que no hay que darle paso a las nuevas formas de comunicación, por supuesto que sí; pero todo lleva a un choque permanente, no hay entendimiento posible y no me interesan las discusiones en las redes sociales. También me pregunto cómo se pueden decir las cosas que se dicen en algunos programas, cómo pueden opinar de la salud de las personas, de la salud de la hija de la vicepresidenta. No entiendo cómo se pueden decir las barbaridades que se dicen en pos de la República”.

El actor habló finalmente del lugar de las y los actores, de cómo puede expresar una idea, un pensamiento a través de un personaje, y del teatro como un espacio para la verdad en el contexto de un hecho artístico que propone una realidad diferente: “Yo creo mucho en lo que hago, y creo de verdad que con lo que hago algunas cosas se pueden modificar. Yo abro un debate desde el lugar que asumo como actor, con las cosas que elijo para hacer: yo quiero discutir haciendo de Freud como de Domingo Felipe Cavallo o como lo hice con Natalio Botana, Domingo Faustino Sarmiento, Manuel Belgrano o San Martín. También con Néstor Kirchner, Juan Domingo Perón o el General Mosconi. Yo quiero discutir las cosas en un lugar donde la gente lo vea y opine, porque el teatro debe ser un lugar para abrir ese tipo de discusiones que son tan valiosas. Y el teatro es un lugar de una realidad distinta, más allá de que me llevó tiempo darme cuenta de eso. Fuimos formados en un contexto donde nos decían que el actor «mentía con verdad» y creo que no es así, porque cuando un actor está haciendo bien su trabajo hay una verdad concreta aunque se trate de una realidad distinta, y eso puede ser muy poderoso”.

Para agendar

La última sesión de Freud se presenta en Rosario este sábado a las 20, y el domingo a las 19 y 21.30, en el Auditorio Fundación Astengo, de Mitre 754. Las entradas se venden a través del sistema www.tuentrada.com o bien a través de la boletería del teatro en horarios habituales.

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