De excelente ánimo, enérgico, intenso, simpático y muy dialogador (para lo que tiene acostumbrado) con sus miles de fanáticas que lo esperaban con ansias desde hacía dos años, Luis Miguel volvió a Rosario, una ciudad que, desde la primera vez, lo hizo sentir “como en casa”. El mexicano lo percibió de entrada y la fiesta, plena, se vivió abajo y arriba del escenario.
En el marco de la gira internacional The Hits Tour con la que el cantante mexicano está celebrando sus 30 años de música con un repertorio que reúne algunos de los más grandes éxitos de su carrera, interpretó una treintena de entrañables clásicos acompañados por una eficaz banda que incluso tuvo momentos de lucimiento individual con su corista y bandoneonista a la cabeza.
Hace muchos años ya que Rosario se convirtió en plaza internacional para muchos de los más reconocidos íconos de la música mundial; no obstante, pocos artistas logran lo que Luis Miguel: alterar la atmósfera de una ciudad entera antes de su visita. Y eso es lo que, durante toda la jornada del miércoles, se percibió en las calles, los bares y –como siempre– los taxis.
Claro que no todo el mundo, sino sólo unos varios miles serían los protagonistas de la velada que comenzó con una demora de más sesenta minutos. Esto, lejos de caldear los ánimos, no hizo más que sembrar de expectativas en el monumental predio del Hipódromo Independencia, que no quedó para nada grande.
Era el horario previsto para el comienzo del show, cuando una nave sobrevoló el predio, –“es el avión privado de Luismi”, gritó la fanática parada tras este cronista, mientras apuntaba con su dedo índice al cielo–. Si esto era cierto, lo mejor era conseguir una butaca lo más rápido posible.
La espera se hizo larga, aunque matizada por cantos, arengas y aplausos. Finalmente, a las 22.30, se apagaron las luces: el artista estaba entrando al predio y, para recibirlo, el público se fundió en un alarido enajenado que duraría los quince minutos que tardó en llegar el mexicano al imponente escenario.
En su mejor momento y con una potencia y entrega vocal que hace tiempo no mostraba, la espera terminó con los primeros acordes de “Mujer de fuego”. “Vamos Rosario”, disparó antes de dar paso a “Suave” y “Si te vas”.
Insólitamente condescendiente con su público, agradeció en reiteradas oportunidades a los presentes: “Un aplauso Rosario, qué placer estar acá con ustedes, muchas gracias por estar, bienvenidos”, dijo. Y, entre alaridos –que eso se escuchaba ya a esta altura–, continuó: “Un placer estar en este escenario; quiero agradecerles su paciencia. Vamos a tener de todo y nos vamos a poner románticos. Éste que haré ahora es uno de los boleros más bellos que se hayan compuesto”. “Buenas Noches”, anticipó a “Contigo en la distancia”, para continuar con “La Mentira” y el aclamado “No sé tú”, donde Luismi dejó el protagonismo a la gente que coreó sus estrofas.
Un recurso musical que el cantante sabe que funciona y acostumbra a mostrar en los últimos shows es la presentación de extractos de canciones en un mismo mix. Así, en la primera de cambio, sonaron el festejado “Por debajo de la mesa”, “La gloria eres tú” y “Bésame mucho”.
“Vamos Rosario, arriba”, volvió a exclamar desde el inmenso escenario que, si no fuera por las ocho pantallas de alta definición, lo hacían verse, a la distancia, pequeño y frágil. Y comenzaba otra seguidilla de éxitos: “Sol, arena y mar”, “Busca una mujer” y el viejo “Oro de ley”, con el que el músico se acercó a saludar a los agraciados de las primeras filas.
Seguirían una serie de clásicos como “Esa niña”, “No me puedes dejar así”, “Entrégate”, “Tú”, “La Incondicional” y “Tú y yo” que antecederían al dueto virtual con Frank Sinatra donde, al igual que en 2010, interpretaría “Come Fly With Me”.
Más tarde llegaría un bloque dedicado al tango, con un trabajo musical impecable, tanto a cargo de su banda, como de Luis Miguel, quien puso su voz a la altura de cualquiera de los mejores cantantes de tango e interpretó piezas harto conocidas como “Por una cabeza”, “El día que me quieras” y “Volver” de Gardel y Le Pera, y “Uno” de Enrique Santos Discépolo y Mariano Mores.
Para la última parte del concierto quedarían “Dame tu amor”, “Te necesito” (mientras repartía rosas blancas entre las fans de la primera fila), y “Qué nivel de mujer”.
“Se acuerdan”, preguntó el artista a los presentes y entonó “Decídete”, un tema del 83, cuando todavía era un adolescente y comenzaba a dar los primeros pasos como solista. Entre recuerdos continuaba “Muchachos de hoy”, “Ahora te puedes marchar” y “La chica del bikini azul”, para despedirse con “Cuando calienta el sol”.
“Gracias Rosario, hasta la próxima”, saludaba, aunque la insistencia hizo que el artista tuviera que volver a salir y, minutos más tarde, agradecer a sus seguidoras con “Labios de Miel”, entre una lluvia de papelitos incesantes que cerraban la velada más allá de la medianoche.
Además de su impecable producción, éste será quizá uno de los shows más intensos del año. Camino a la puerta de salida entre la marea de fanáticas y vendedores ambulantes, dos turistas “de las cuatro décadas”, embanderadas con la imagen de su ídolo repasaban lo vivido minutos antes: “Nada que ver con lo que pasó en Buenos Aires”, decía una mientras la otra apuraba: “Todo muy frío allá en el Geba, acá todos estaban re encendidos, Luismi también (risas)”. El romance del artista con los rosarinos culminó: ya nada será igual porque floreció una relación madura y satisfactoria.