El plazo para que el ex presidente de Brasil Luiz Inacio Lula da Silva se entregue a la justicia expiró este viernes a las 17 locales (la misma hora en la Argentina), sin que el líder del Partido de los Trabajadores (PT), condenado a más de 12 años de cárcel por corrupción, diera la más mínima señal de cuáles son sus intenciones.
Poco antes, un juez de tercera instancia denegó el pedido presentado por la defensa de Lula para suspender la orden de prisión emitida el jueves por el juez Sergio Moro, que le dejaba 24 horas para ir «voluntariamente» a Curitiba (sur), donde tiene una celda preparada.
El ex mandatario de izquierda (2003-2010), favorito de cara a las elecciones de octubre próximo, se halla desde este jueves en el Sindicato de Metalúrgicos de San Bernardo do Campos, en la región de San Pablo, rodeado por sus seguidores.
Según sus allegados, tenía previsto hablar ante unos miles de simpatizantes reunidos frente al sindicato, muchos de ellos congregados desde el jueves en una vigilia.
Los seguidores de Lula en San Bernardo, y sus adversarios frente a la Policía Federal de Curitiba, hicieron una cuenta regresiva antes de las 17.
Cuando dio esa hora, los primeros estallaron en gritos de «¡Resistencia!» y «¡Lula libre!», mientras que los segundos clamaban «¡Forajido!».
«Lula es un símbolo muy importante de la izquierda. Yo yo estoy totalmente en contra de esa visión del mundo», afirmó Igor Merchert, un empresario autónomo de 27 años en la capital del estado de Paraná.
Un comisario de la PF en Curitiba, Igor Romario de Paula, afirmó que Lula podría entregarse en cualquier otro lugar, para ser trasladado desde allí a la ciudad meridional.
«Resistir hasta el fin»
Frente a la sede sindical de San Bernardo, los partidarios de Lula estaban decididos a resistir. «Estaremos aquí el tiempo que haga falta. Hay gente decidida a todo», dijo Luciano Oliveira, de 24 años. «El presidente no debe entregarse, porque uno se entrega cuando hizo algo errado y él no es culpable», añadió.
«Estamos aquí para resistir hasta el fin. Lula no será encarcelado y volverá a ser presidente para ayudar al pueblo», afirmó Renata Swiecik, una cajera desempleada de 31 años y madre de cuatro hijos.
«Si querían a Lula en Curitiba, espérenlo sentados, porque Lula no se entregará», arengó por su lado a la multitud el dirigente del PT Pablo Pimenta.
Lula, de 72 años, fue condenado a doce años y un mes de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero, como propietario de un apartamento ofrecido por una constructora para obtener contratos en Petrobras.
El ex presidente ya estuvo 31 días detenido en 1980, cuando dirigía las grandes huelgas obreras contra la dictadura militar (1964-1985).
Otros manifestantes se mostraban más prudentes.
«Lula tendrá que resistir, pero en algún momento tendrá que entregarse. Los militantes aceptaremos cualquier decisión que él tome», afirmó Michelle Baza, una farmacéutica de 37 años, militante del PT.
¿Candidato entre rejas?
Paradójicamente, la ley brasileña permitiría que Lula hiciera campaña electoral desde la cárcel, ya que su postulación sólo podría ser invalidada en agosto por la justicia electoral, que impide participar en comicios a personas condenadas en segunda instancia, como es su caso desde enero.
El PT podría verse forzado a cambiar de candidato a último momento. En ese caso, quedaría por ver cuál es su capacidad de transferir votos a otros candidatos de izquierda, para unas elecciones que se anuncian como las más inciertas desde la restauración de la democracia en 1985.
Movilizaciones
En tanto, el Partido de los Trabajadores (PT), del ex mandatario, convocó a una «movilización general» contra la detención de su líder.
El Movimiento de Trabajadores rurales Sin Tierra (MST) inició una campaña de cortes de carreteras, para expresar su «indignación contra la inminente detención del compañero Lula». Según reportes de la estatal Agencia Brasil, al menos ocho de los 27 estados brasileños registraron piquetes viales, la mayoría en el noreste –baluarte electoral de Lula– pero también en Rio de Janeiro y Rio Grande do Sul.