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Luminol, olfato y dichos, claves para acusar a pareja por crimen de la docente

Homicidio agravado por codicia es la calificación elegida por el fiscal y avalada por la Justicia para imputar a los dos detenidos por el asesinato de María Isabel Ruglio, cuyo cuerpo descuartizado fue hallado en el arroyo Saladillo. "No somos tan ambiciosos", contestó la acusada al funcionario

Josefa “Pepi” R.C., una mujer española de 58 años, y su pareja Marcelo Alberto “Momia” o “Huevo” F., de 53, quedaron presos este viernes por el crimen de María Isabel Ruglio, la docente jubilada de 73 años que vivía en Uriburu al 500 y cuyo cuerpo desmembrado fue hallado en siete partes en el arroyo Saladillo el 10 y 11 de febrero último.

El fiscal Adrián Spelta, en una extensa audiencia imputativa, les atribuyó la coautoría del delito de homicidio calificado por codicia, una figura poco común que contempla un móvil económico y prevé prisión perpetua.

Un asesinato que «fue perpetrado con el fin de quedarse con la propiedad que la mujer les prestaba para vivir», en palabras del funcionario.

Para el defensor público Francisco Broglia sus clientes «no fueron echados de esa casa porque tenían una muy buena relación con María». Y señaló que la calificación legal de la fiscalía «es propia de un relato de una serie de Netflix».

Para enumerar la evidencia del crimen, que habría sido concretado en el patio de la casa de la víctima entre la tarde del 6 y el 7 de febrero, Spelta expuso un relato que se despega de los cánones de la narcocriminalidad típica de Rosario y por momentos remite a casos explorados en la literatura policial y el cine. Una imputación agravada por la codicia.

La evidencia está basada en elementos científicos, como las pruebas de luminol –un reactivo para detectar rastros de sangre– en la pileta del patio de Ruglio. Y olfato del perro Kimbo, que no dudó en señalar a puro ladrido que los restos invisibles en el desagüe de esa pileta eran de la misma persona que fue hallada desmembrada en el Saladillo.

Pero también en testimonios de familiares y vecinos de Ruglio que eran testigos de los movimientos de la víctima y la pareja.

Desaparición

Es que en el barrio La Bajada a Ruglio la vieron por última vez el 6 de febrero. La ausencia generó sospechas, pero las presunciones no se materializaron en denuncias.

Sí una vez que la pareja fue detenida, el miércoles pasado, los testimonios de vecinos y comerciantes se fueron entrelazando y, sumados al olfato de Kimbo y el luminol, Spelta terminó atando los cabos.

Ruglio, que era una mujer con problemas de depresión y que atravesaba un posoperatorio por una cirugía en la columna, hacía más de una década que no tenía contacto con sus hijos y solamente solía hablar con una hermana que vive en la ciudad de Santa Fe, señaló el fiscal.

En el barrio La Bajada la vieron por última vez a Ruglio el 6 de febrero. La ausencia por un mes generó sospechas; de hecho cuando los vecinos le preguntaban a Marcelo y Pepi por la mujer, ellos contestaban que Ruglio se había ido de vacaciones. Sin embargo, las presunciones no se materializaron en denuncias hasta fines de ese mes.

Una vez que la pareja fue detenida el miércoles pasado, ya que Ruglio había sido identificada ese mismo día por huellas dactilares, los testimonios de vecinos y comerciantes que comenzaron a hablar se fueron entrelazando con el resto de las pruebas reunidas.

En el allanamiento a la casa la Policía secuestró bolsas de náilon similares a las que contenían los restos del cuerpo de Ruglio; también una sierra de mano, una cuchilla de cocina, guantes de látex, un contrato de alquiler, y notas de la mujer sobre el alquiler de la verdulería.

Testimonios

El 19 de febrero una hermana de Ruglio que vive en Santa Fe recibió una llamada de Coca, una vecina y amiga de la víctima.

Coca le preguntó si Pipi –como le decían a Ruglio– estaba en la ciudad capital, y dijo que le llamó la atención que el 8 de febrero las amigas habían arreglado para jugar a las cartas. Por supuesto, Ruglio nunca fue.

Cuando Coca fue hasta su casa, los imputados le contestaron que la dueña de casa se había ido de vacaciones, justamente a Santa Fe. La hermana de la víctima sabía que ella no estaba allí.

Un dato que remarcó el fiscal Spelta es que los imputados comenzaron a contestar el teléfono fijo por los llamados que preguntaban por Ruglio y respondían que la mujer no se encontraba en la casa, pero ese teléfono estaba en un sector de la vivienda que ellos no ocupaban ni tenían acceso. Es decir que habían ocupado la casa en su totalidad. Tal es así que durante el allanamiento fueron halladas colillas de cigarrillos y ceniceros en las habitaciones de Ruglio.

En el legajo un testimonio interesante es del dueño de un minimarket de Uriburu al 400, el sitio donde Josefa conoció a Ruglio.

«Preciso con los cortes»

El comerciante dijo que conocía al imputado Marcelo desde hace muchos años porque iban a pescar juntos: “Sé que uno de los trabajos que Marcelo realizó en su estadía en España fue trabajar con las patas de jamón crudo. Y que tenía que ser preciso con los cortes, debían ser perfectos, si no lo despedían”.

También, recordó que cuando Marcelo era pescador en Rosario “utilizaba un cuchillo de todas las dimensiones. Una vez cortó un pescado como si nada, era experto en lo que hacía”.

También consta que una vecina el 6 de febrero salía de trabajar y pasó por la tardecita frente a la verdulería. Describió sobre ese día: “Nos pareció raro porque el local estaba cerrado muy temprano porque cierran siempre a las 22. Estaba todo oscuro y nos dio miedo, pero la puerta estaba semiabierta y toqué timbre pero no salió nadie. Nos asustamos y volvimos a tocar timbre y nada, entonces llamamos a la Policía de Ayacucho y Uriburu. Pero antes salió Marcelo y nos pidió que no hagamos ruido. «Tenemos problemas con la dueña de casa, no le cuentes nada a Pepa», dijo él. Luego vino la Policía pero nos dijeron que no podían entrar porque no tenían orden de allanamiento. Al otro día recién abrieron a las 11 cuando siempre abren a las 9”.

Esa noche, para Spelta y los forenses es probable que haya ocurrido la muerte de Ruglio.

«El resultado de la autopsia no determina la causa de la muerte. Los cortes fueron post mortem, por lo que entendemos que la causa de la muerte fue diferente a los seis cortes que desmembraron el cuerpo. Pero sí sabemos que cada uno tuvo un rol diferente pero que tuvieron una planificación previa que era la de quitarle la vida a la propietaria para quedarse con su vivienda», dijo el fiscal.

«Es una locura pensar que nosotros podemos llegar a hacer eso por una casa. No somos tan ambiciosos», declaró Josefa durante la audiencia y agregó: «Tenemos un departamento y, además, no soy tonta, sé que de esta manera no íbamos a tener la casa», fue el descargo de la acusada. Su marido, en tanto, guardó silencio. Ambos quedaron presos por el plazo de ley por la resolución del juez Florentino Malaponte.

«Hay probabilidad de autoría –dijo el magistrado–. El hallazo de material humano, que es compatible con la forma de descarte del cuerpo, es la clave. Resta ahora determinar si se trata de material de la víctima. El móvil puede ser mantenerse en el domicilio y la víctima, por sus características, era candidata a semejante atrocidad».

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