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Lux Moreno: “La gordura sigue siendo un lugar de invisibilidad, de desprecio social”

El activismo gorde está a las puertas de su Primer Encuentro Pluniracional. Y una de sus principales voces, la filósofa y activista Lux Moreno, a punto de presentar su nuevo libro: “Gorda traidora”

Por: Daniel Giarone / Télam 

“En la escuela me decían gorda y yo reaccionaba, tanto que corría para pegarles. Me sentía muy excluida, tenía la sensación de no encajar. Además, mi viejo era de hacer chiste gordofóbicos y había una insistencia sobre la necesidad de bajar de peso. Cuando entré al secundario empecé una dieta en la que baje como dieciseis kilos y que terminó en un gran desorden alimentario, con una bulimia y una anorexia galopante”, cuenta Lux Moreno, filósofa, profesora de la UBA y una de las activistas que el 27 de noviembre protagonizará el Primer Encuentro Plurinacional de Gordes en la Argentina.

La historia de Lux no es diferente a la de tantos otros. “¿Estás más gordita?”, “¿Te veo con más rollitos o me parece a mi?”, “¿Vas a comer otra?”, “Con esa panza no sé cómo te animás a usar ese vestido”. La presión social y familiar, y también la exigencia interna, para responder a un modelo hegemónico del cuerpo dominado por la delgadez, reproduce por cientos de miles historias como la de Lux. El temor a la gordura puede enfermar, pero también alimentar la gordofobia.

“Una amiga me pasó un blog de gordas y eso fue muy fuerte. Yo decía cómo puede ser que estás personas estén tan lejos de vivir su cuerpo como un estigma; de repente me encontraba ante otro tipo de modelo, en el cual yo podía decir que estaba todo bien con mi corporalidad y que mi cuerpo podía ser sano más allá de su fisonomía. Y ahí empecé a investigar”, relata Moreno a Télam para dar cuenta del salto que le permitió pasar de ser una mujer que penaba por su cuerpo a otra que se convirtió en una de las principales referentes y pensadoras de activismo gorde en la Argentina.

Esta transformación hizo posible “Gorda vanidosa. Sobre la gordura en la era del espectáculo” (2018), un libro donde desafía los principios de la uniformización de los cuerpos a partir de su propia historia. También “Gorda traidora”, que saldrá en las próximas semanas, donde Moreno vuelve sobre la gordofobia, pero esta vez a partir de las modificaciones que sufrió su propio cuerpo, y en el que tampoco escapa a la discusión sobre el endurecimiento de los activismos.

La mirada crítica sobre la gordofobia crece en las calles, en las redes sociales (la iniciativa “Hermana, soltá la panza” promovida por “Mujeres que no fueron tapa” es la muestra más reciente) y también en los medios. Y articula con el debate y la movilización que se produce en la Argentina en torno a las disidencias y a la necesidad de respetar las múltiples formas posibles de transitar la vida.

“La diversidad corporal está compuesta por los colectivos trans, por los colectivos intersex, por los colectivos de la diversidad funcional, mal llamados discapacitados, así como por el activismo gordo. Hay ahí un trabajo sobre las discriminaciones y las violencias que se fijan directamente sobre los cuerpos”, destaca Moreno.

De pies a cabeza

– En distintas entrevistas contaste que fuiste gorda, después flaca y de nuevo gorda ¿Cuál es tu relación con la gordura? 
– Mi historia corporal tiene que ver con una niñez donde fui socializada como gorda. Tenía 9 años y ya me cargaban por mi corporalidad. En esas miradas ajenas sobre mi cuerpo yo no sentía algo malo sino que esa construcción de determinada corporalidad como algo malo fue algo progresivo. Cuando tenía 11 años asistí a un centro dedicado a la niñez con sobrepeso donde tenías una consulta individual con una profesional de la salud y un espacio grupal para blanquear si habías comido o no algo “ilegal”. Una pedagogía propia sobre el exceso que era bastante fuerte. Me acuerdo que esa dieta no la pude sostener. Era horrible la situación de humillación grupal donde contabas qué habías comido y qué no, y donde eras de alguna manera públicamente corregida, siendo una niña gorde.

– En una edad donde los niños pueden sentir cierta crueldad de sus pares…
– En la Primaria me decían gorda y yo reaccionaba. Me la pasaba en la dirección, de hecho. Yo corría para pegarles pero a la vez me sentía muy excluida de todos los grupos. Tenía la sensación de no encajar. Además, mi viejo era de hacer chistes gordofóbicos y había una insistencia sobre la necesidad de bajar de peso. Cuando entré al Secundario empecé una dieta en la que baje como dieciseis kilos en tres años y medio y que terminó en un gran desorden alimentario, con una bulimia y una anorexia galopante. Recuerdo el miedo a volver a subir de peso, al punto de contar las calorías. “No como a la noche”, “Me como un durazno para sobrevivir todo el día”, etc etc.

– ¿Tenías miedo de volver a ser gorda?
– El miedo era volver a ser gorda y a ser una persona no mirada, excluida, que no pertenecía a ningún grupo. Fue en ese momento que pasé de ser una piba muy introvertida, hasta los 15 años, a ser extrovertida como soy ahora. Hubo algo que habilitó esa delgadez, que yo sentía que no habilitaba ese cuerpo gordo, que era mi voz. Después a los veintipico subí de peso. Todo se reducía a que bajar de peso soluciona las cosas. Pero yo tenía la experiencia de que bajar de peso no solucionaba nada. Ni siquiera a nivel salud, porque a los 16 años empecé con problemas graves de acidez estomacal que con el tiempo me obligaron a operarme, ya que el desgarro del esfógago me afectó una vávula del estómago que posteriormente me obligó a hacer un bypass gástrico.

– ¿Cuándo empezaste a problematizar la corporalidad, a pensar de manera crítica lo que pasaba con tu cuerpo?
– Una amiga me pasó unos blogs de gordas y eso fue muy fuerte. Yo decía cómo puede ser que estás personas están tan lejos de vivir su cuerpo como un estigma; de repente me encontraba con otro tipo de modelo en el cual yo podía decir que estaba todo bien con mi corporalidad y que mi cuerpo podía ser sano más allá de su fisonomía. Y ahí empecé a investigar. Fue una cosa muy loca porque yo no usaba jeans hacia años y ahí me dije “voy a comprar uno”. Yo no me compraba un jeans por la vergüenza que me daba comprar el talle especial.

– ¿La militancia llegó después del jeans?
– Empecé a militar en 2013, cuando me encontré con personas que pensaban lo mismo, como Laura Contrera (coautora del pionero “Cuerpos sin patrones”), Nicolás Cuello, Constanza Álvarez, de Chile, y empezamos a armar redes. Además comencé a escribir, algo que al comienzo me daba mucho miedo. Ese recorrido me llevó a publicar “Gorda vanidosa” en 2018. Y se dio la circunstancia de que en ese mismo momento tuve que hacerme un by pass gástrico, algo muy irónico. En seis meses bajé como 48 kilos, algo tremendo. Hasta tuve que hacer dieta para recuperar peso. Todo el tiempo esa sensación de ser gorda, ser flaca. Después de unos cuantos años de estar militando, de ser una referencia, de crear material teórico, de repente tenía una corporalidad que no se condecía con lo que yo decía. Esto fue un tema incluso con una editorial, que rechazó publicar “Gorda traidora”.

Foto IG reinamiel

Foto: IG @reinamiel

 

Un cuerpo, los cuerpos

– ¿Cómo definirías el modelo hegemónico del cuerpo? 
– El modelo hegemónico de cuerpo es la delgadez, pero no cualquier delgadez. Es una delgadez blanca, binarizada (tiene que ser hombre o mujer), “en forma”, con determinados rasgos y accesos económicos, y pertenecer a determinada clase social. El modelo hegemónico se identifica con la figura del éxito social. Pensemos en algunos famosos. Hay algo de la delgadez que tiene que ver con habilitar espacios de la valoración social y que esa valoración social es diferencial para un cuerpo delgado respecto a un cuerpo gordo. Los cuerpos gordos son sistemáticamente excluidos. No se trata de que desaparezcan los gordos, ya que son funcionales al sistema de exclusión. Es necesario señalar a alguien para poder medir las jerarquías corporales, quién es más visible y quién menos.

– Una construcción social más que una caracterización física, biológica.
– El cuerpo hegemónico es eso, una construcción social, cultural, que tiene aproximadamente doscientos años, y que desde los años 40 en adelante ha tenido un incremento exponencial. Después, en los años 80, empezó lo que es el fenómeno de la histeria de la obesidad. A partir de una serie de procesos y políticas neoliberales se empieza a imponer esta idea de que el ciudadano no solo decide, sino que tiene que autogestionar responsablemente su cuerpo, cumplir mandatos corporales.

– ¿Son eso mandatos los que alimentan la gordofobia? ¿Cómo la definirías?
– La gordofobia es la discriminación o el prejuicio específico sobre las corporalidades gordas. Asume una serie de supuestos y estereotipos sobre esas corporalidades. Desde que una persona gorda está enferma hasta que no tiene voluntad y no es atractiva. La fobia en su etimología tiene que ver con la aversión, con el desprecio, con el rechazo. Cuando una persona sube de peso en nuestra cultura provoca rechazo. Hay una serie de imaginarios vinculados con esto, como por ejemplo que al verano hay que llegar más delgado porque es la época de la exposición corporal. Así la gordura sigue siendo un lugar de invisibilidad. También de desprecio social. Algo habrá hecho el gordo para estar gordo.

– El sobrepeso, las grasas, tener los triglicéridos elevados, por ejemplo, pueden dañar la salud ¿Cómo ingresa la medicalización en el debate sobre las corporalidades?
– Actualmente se está trabajando en el Ministerio de Salud de la Nación sobre la actualización de la Guía Clínica de Obesidad. Una de las propuestas más interesantes para poder trabajar sobre el estigma social es que no se habla de enfermedad, tampoco de factor de riesgo, ya que no necesariamente una persona con obesidad o sobrepeso lo tiene. Se habla de un problema de salud y no de una patología. Esto significa que depende de la singularidad de esa estructura corporal.

– Suele asociarse el exceso de peso con la enfermedad…
– Nadie está diciendo que el sobrepeso no ocasione inconvenientes. Lo que estamos diciendo es que los inconvenientes no se infieren necesariamente de una condición corporal como la gordura. Hay un término que puede ayudar a pensar esto que es el de obesidad metabólicamente saludable. Hay personas que tienen sobrepeso y metabólicamente no presentan ningún indicador que implique que tengan alguna patología. Los gordos también pueden ser sanos. El sesgo a nivel  macro es el tratamiento de la obesidad como una pandemia, pero también aparece en las prácticas micro. Por ejemplo, cuando se dice “qué flaca estás” para decir “qué linda estás” o la opinión sobre el cuerpo ajeno cuando se dice “che, deberías comer menos grasas”. Un cuerpo delgado no es necesariamente un cuerpo bien nutrido.

La industria, la salud, el Estado

– A veces parece más importante la dieta que la calidad de lo que comemos ¿Qué pasa con los alimentos?
– Hay cuestiones que hacen a la soberanía corporal tienen que ver, por ejemplo, con la reciente ley de etiquetado frontal. Si bien muchos de los argumentos que escuchamos tienen que ver con la obesidad y el sobrepeso, en realidad hay que poner en discusión la capacidad de decidir si consumimos determinado alimento o no, en función del tipo de grasas, la cantidad de azúcar, etc. Otro aspecto importante es el del sistema de salud, por ejemplo, que las operaciones bariátricas tienen efectos no deseados y que se publicitan como si se tratara de sacarse una muela.

 Mencionaste a la industria alimenticia, la medicalización y las construcciones culturales ¿Qué sucede con la industria de la indumentaria y de la moda?
– La ley de talle nos permite empezar a pensar el activismo gordo no solo como una forma de dar de baja a ciertos estereotipos de belleza, ya que también reflejó un acto de colonización. Nosotros usábamos los talles europeos, una tabla de talles importada. Ahora con el sistema único de normalización de talles, cada diez años se debe realizar una medición antropométrica y elaborar una tabla autóctona. Esto significa que los talles son de gente que vive acá y que las empresas textiles los tienen que utilizar. Esto implica desarmar prácticas que tienen que ver con la exclusión corporal.

PLENARIO GORDO

Convocado por el Colectivo de Gordes Activistas de Argentina (CGA), el 27 de noviembre próximo se realizará en la provincia de Buenos Aires el primer Encuentro Plurinacional de Gordes en Argentina.
El encuentro se llevará a cabo desde las 10 horas en el Predio Quinta Seré, ubicado en Santa María de Oro 3530, Castelar, partido bonerense de Morón, y busca un “primer acercamiento y accionar del Colectivo con la comunidad gorda, para encontrarnos y establecer un canal de comunicación que nos permita trabajar en conjunto”, según declararon los organizadores.
Los convocantes se proponen entablar acciones para denunciar “la patologización de la gordura” y tienen como fin “dar luz a diferentes violencias para así erradicar la estigmatización y la gordofobia”, de acuerdo a lo detallado en un comunicado.

– ¿Qué tiene en común el activismo gordo con el resto de las luchas por el respeto a las diversidades? ¿Es una misma lucha?
– En las luchas transfeministas, feministas, en los colectivos LGTB, la diversidad corporal aparece muy fuertemente. En Europa desde fines de los 60, principios de los 70, y en la Argentina desde 2011 en adelante, se hace hincapié en que hay identidad corporal. La diversidad corporal implica que los cuerpos son todos diferentes. La diversidad corporal está compuesta por los colectivos trans, por los colectivos intersex, por los colectivos de la diversidad funcional, mal llamados discapacitados, así como por el activismo gordo. Hay ahí un trabajo sobre las discriminaciones y las violencias que se fijan directamente sobre los cuerpos. Esos discursos no se fijan solamente sobre el tamaño o la capacidad del cuerpo sino también sobre la diversidad sexual, por ejemplo. Son luchas que tienen en común la decisión sobre el propio cuerpo, pero que también tienen sus conflictos. Por ejemplo, cuando dentro de movimientos transfeministas aparece la gordofobia. O cuando se reduce la diversidad corporal a los estatutos de belleza. Son luchas que tienen alianzas, puntos de encuentro, pero también tienen tensiones.

“La traición es también una ficción posible para poder seguir discutiendo críticamente”.

–  ¿Hay una agenda pública que permita discutir los planteos del activismo gordo?
– El 27 de noviembre se realizará en Morón el Primer Encuentro Federal de Activismo Gorde. Venimos de más de diez años de militancia. Desde el año pasado hay señales de que hay voluntad política de que esto sea un tema relevante para el Estado. Ya sea desde el INADI como desde el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidad, tanto de la Nación como de la provincia de Buenos Aires, y de Defensa del Consumir o el INTI, que se comprometieron con la ley de talles. Empieza a aparecer el debate sobre las corporalidades como tema de agenda política.

Gorda traidora

 

Gorda traidora

«Gorda traidora».

– ¿Con qué nos vamos a encontrar en “Gorda traidora”?
– Es un libro que escribí a partir de mi experiencia con el by pass gástrico. Cuando estaba escribiendo “Gorda vanidosa” estaba con los estudios por mi problema gástrico, de hecho escribo el capítulo sobre el modelo médico hegemónico con una sonda gasogástrica. Y “Gorda traidora” lo escribí gestando, ya que estoy a poco más de un mes de parir. Me encontré de nuevo escribiendo en medio de una transformación corporal.

– ¿El cuerpo se transforma y con él lo que tenés para decir sobre el mismo cuerpo?
– El libro se pregunta sobre esto, sobre lo que pasa con los cuerpos intervenidos dentro de los activismos, qué pasa con la producción de sinceridad que se nos pide desde determinados ámbitos políticos, en el sentido de que nuestra imagen es lo único que valida una serie de cuestiones en el ámbito público. Si yo no me veo gorda no puedo ser una activista gorda. Qué pasa con eso. No solo se trata del activismo gorde sino de qué pasa con nuestras corporalidades y con la situación comunitaria de los cuerpos. Cuál es el lugar que tiene el cuerpo.

– ¿Cómo se reflexiona “desde la traición”?
– “Gorda traidora” tiene que ver con cómo la traición es también una ficción posible para poder seguir discutiendo críticamente, para que no se vuelva todo una identidad escencializada, porque si soy gorda necesariamente tengo que ser activista gorda y hacer cosas de activista gorda. Qué pasa cuando los activismos se dejan de preguntar y empiezan a exigirnos identidades cada vez más duras para poder pertenecer. Y ahí entra en tensión también lo que hace el propio sistema de consumo, cuando crea nichos de mercado, cuando estandariza características.

“En las luchas transfeministas, en las feministas, en los colectivos LGTB, la diversidad corporal aparece muy fuertemente”.

– Sin embargo, los cuerpos son intervenidos y se están modificando permanentemente, no es una cuestión de voluntad. Hay movimientos permanentes en el cuerpo, por razones culturales, biológicas, políticas, subjetivas… 
– Sí, claro. Yo sostenía todo esto teóricamente pero cuando me pasó por el cuerpo, qué me pasó. El libro también habla de eso. Hay algo de las afectividades, del cuerpo como un objeto feliz, etc. Los y las activistas decimos: “bueno che, yo también soy gordofóbico”. Y no me genera ningún tipo de problema decirlo. Porque fui criada en esta cultura. Ahora, hay que ponerse a trabajar sobre todo eso, sobre esas prácticas totalmente naturalizadas.

– Qué respondes cuando escuchas: “Llega el verano ¿Qué hago?”
– Que el verano llega solo. Lamentablemente el tiempo no se detiene. Al verano llegamos igual. Con o sin dieta ¿Qué se nos juega cuando no llegamos al verano con un cuerpo para poder mostrar? Esto empieza a aparecer en los medios pero también en un montón de discursos sociales. Encima se suma la culpa: si sigo comiendo y no modifico este cuerpo no voy a ser bien rankeada. Entonces hay mucha gente que termina usando una remera o tapándose. También hay gente que llega con la corporalidad que tiene y no es un problema. En definitiva, mostrar el cuerpo es también una situación de exposición social.

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