Por Emiliano Rodríguez (*)
Tras un fin de semana de intensas negociaciones puertas adentro en el seno de Cambiemos, el gobierno de Mauricio Macri confirmó este lunes la cirugía mayor que decidió aplicar en busca de relanzar su alicaída gestión, pensando en los compromisos asumidos con el FMI, pero mirando de reojo también 2019.
La compleja situación económica del país, especialmente después de la disparada que experimentó el precio del dólar en los últimos meses, generó primero que el macrismo resolviera volver al Fondo Monetario Internacional (FMI) y luego que ese organismo robusteciera sus exigencias de ajuste hacia la Argentina.
A la receta clásica del Fondo se sumaron en estas latitudes un incremento del malestar social producto de la crisis, lo que a su vez motivó que sectores de la oposición, y sobre todo del peronismo, comenzaran en los últimos días a batir cada vez con más fuerza el parche del «fin de ciclo», agitando incluso los fantasmas de 2001.
En este contexto, el macrismo sabe que necesita, por un lado, cumplir con el FMI para disponer del auxilio financiero que le solicitó en medio de la tormenta financiera y, por el otro, afinar y afianzar una estrategia electoral que le permita llegar lo más fortalecido posible a los comicios del año que viene, si es que pretende aspirar a una renovación de mandato.
De las reuniones del fin de semana, justamente, participó el «gurú» ecuatoriano Jaime Durán Barba, histórico asesor de Macri, mientras rodaron las cabezas de otros dos «monjes» políticos de la mesa chica de Cambiemos, Gustavo Lopetegui y Mario Quintana, ahora ex vicejefes de Gabinete.
Por estas horas, el gobierno está admitiendo que la economía claramente no goza de buena salud en la Argentina, con una caída de la actividad productiva estimada en principio en 2,4 por ciento para el año en curso y una inflación del ¡42%!
Es evidente que estos datos en absoluto son alentadores para una gestión que viene prometiendo «brotes verdes» en el «segundo semestre» prácticamente desde que Macri asumió el Poder allá por diciembre de 2015 y sobre todo pensando en que en la Argentina el bolsillo suele ser determinante a la hora de votar.
Con la economía en terapia intensiva y el Fondo pidiendo hundir más el bisturí en las cuentas públicas del país, Cambiemos dispuso finalmente aplicar cirugía mayor luego de las discusiones del fin de semana y tratar de relanzar su gestión.
En este sentido, el gobierno resolvió degradar ocho ministerios al rango de Secretarías de Estado y ubicó –en lo que significa un dato llamativo– a Dante Sica por encima de Jorge Triaca, el de aquel problema con su empleada doméstica, en el rol de nuevo líder de la fusionada cartera de Producción y Trabajo.
A partir de ahora, en tanto, Andrés Ibarra, titular de Modernización, pasará a secundar al jefe de Gabinete, Marcos Peña, en lugar de Lopetegui y Quintana, mientras que Adolfo Rubinstein (ex ministro de Salud y ferviente defensor del frustrado proyecto de legalización del aborto en la Argentina) deberá empezar a reportarle a Carolina Stanley en la también unificada cartera de Salud y Desarrollo Social.
A su vez, en otro cambio destacado, Alejandro Finocchiaro, quien aún abriga esperanzas de competir por la intendencia de La Matanza, encabezará la cartera de Educación -su área hasta el momento-, Cultura y Ciencia y Tecnología, con Pablo Avelluto y Lino Barañao como secretarios.
Todas estas modificaciones supondrán, muy probablemente, un recorte adicional de puestos de trabajo en estamentos del Estado.
(*) Secretario general de redacción de la agencia Noticias Argentinas (NA)