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Madre e hija interpeladas por lo no dicho

Romina Bozzini habla de “Cachetazo de campo”, obra emblemática de Federico León que versionó junto a los actores Claudia Piccinini, Micaela Gómez e Ignacio Amione

Sobre finales de los años 90, el dramaturgo, director e investigador porteño Federico León, se daba a conocer con el estreno de Cachetazo de campo, una obra que no sólo se volvió un faro y una rareza de aquellos años en términos estéticos y dramatúrgicos, sino que abrió el camino a una nueva generación de creadores, por entonces, de poco más de veinte años.

Cimentada radicalmente en la actuación y sin la presencia de un texto previo, en un primer plano, la obra parecía discurrir acerca de la conflictiva relación de una madre y su hija, ambas instaladas en medio de la pampa, afectadas por un estado de emoción irrefrenable que las tenía todo el tiempo llorando, a instancias del campo, metaforizado en el cuerpo de un hombre cuya presencia habilitaba una serie de otras lecturas.

“Sabiendo que la obra original partió de una investigación e improvisación con las actrices sobre el llanto, en nuestro proceso, nos fuimos para el otro lado: estas son dos mujeres que nunca pudieron llorar; ése fue el primer gran desafío, y también, esa decisión tuvo que ver con encontrarle al material una lógica que dialogue con el aquí y ahora, porque no lloran y tampoco se pueden decir algunas cosas”, dijo Romina Bozzini, actriz que debuta como directora con esta relectura de Cachetazo de campo que se conoce este sábado en Rosario.

La obra cuenta con las actuaciones de Claudia Piccinini, Micaela Gómez e Ignacio Amione, con asistencia de dirección de María Julia Fiasco, adaptación de vestuario y diseño de objeto de Romina Coletta, luces y técnica de Ignacio López, escenografía de Guillermo Becerra, entrenamiento en violín de Franco Dolci, y fotografía y audiovisuales de Lilén Barberis.

El recorrido

“El texto llega a mí como una invitación de las actrices para que las dirija; fue de antemano un gran desafío porque más allá de lagunas experiencias previas, es la primera obra que dirijo sola; de todos modos, somos un equipo y el teatro es siempre un fenómeno colectivo. El desafío es aún mayor porque hay que tomar decisiones, pero yo, antes que directora soy actriz, y dirigir creo que después te permite ser un mejor actor y viceversa, pero además, actuar es un acto de fe y de confianza enorme que en este caso yo agradezco mucho de parte de estos actores”, adelantó Bozzini. Y completó: “Lo que sucedió, una vez que leí el texto, es que es imposible separar la obra del contexto histórico en el cual estamos haciendo esta nueva versión de Cachetazo…; es un material que habla muy crudamente del vínculo entre una madre y una hija, ellas están permanentemente confesándose cosas terribles en cuanto a las elecciones que han hecho a lo largo de sus vidas, que van desde estar juntas y del amor hacia otros lugares más dolorosos, y frente a ellas, este personaje masculino, El Campo, que algunas veces es un absurdo, y en otros momentos es algo muy concreto, es un hombre; es un personaje planteado como un paisaje dentro de la obra y así también lo revela su nombre. En algún punto, el personaje puede entrar y salir de esa ambigüedad”.

Caja de resonancia

Nélida deja todo y se lleva a Sandra, la hija, con lo puesto. Se la lleva al campo, donde hay un hombre que tiene nombre de paisaje. Entre ellas hablan del clima, de muñequitos de trapo, de mascotas y de películas. Ellas siempre hablan de otras cosas porque hay palabras que no pueden nombrar, “nombrarlas, significaría reconocerse en ese espejo en el que no quieren mirase; enfrentar lo oculto, lo que no se puede o lo que se teme”, sostiene la directora.

“Es una obra frente a la cual, con los textos y esos vínculos, no pudimos desoír el tema central del debate en la Argentina de hoy: la legalización del aborto. El vínculo madre-hija, frente al debate actual, plantea y posibilita otras aristas. Y esta madre y esta hija que se reclaman por el amor, también están planteando el hecho de querer o poder elegir ser madres del mismo modo que el haberse arrepentido de serlo. La obra propone, entonces, una mirada muy actual sobre el vínculo, sobre la maternidad, sobre la identidad, sin perder ese origen del material donde todo es crudo y descarnado, apostando a una confianza en el cuerpo de los actores, el presente, el hoy”, analizó Bozzini, conocida también, junto a Claudia Piccinini, por su militancia en el espacio local de Abuelas de Plaza de Mayo y el valioso ciclo “Teatro X la Identidad”.

Discurso patriarcal

“La obra nos interpeló, y sobre todo en lo personal, acerca de lo que significa maternar –completó Bozzini–, qué es ése vínculo y cómo se entabla y se desarrolla, porque se puede maternar en otros espacios más allá de tener un hijo; entonces, nos preguntamos qué significa maternar sin haber sido madres, sin haber parido un hijo. Y también, qué pasa con esas mujeres que han sido madres en un contexto muy difícil y que si lo hubieran podido pensar o hubieran tenido otras posibilidades, quizás hubiesen podido tomar otras decisiones. Son temas que, seguramente, a cada uno le van a resonar por lugares distintos”.

Y finalizó: “Todas esas preguntas se ponen en juego y plantean una tensión en relación con las decisiones que fuimos tomando durante el proceso que nos llevó dos años. En ese recorrido, frente a lo conflictivo de esa relación, dejamos que el tercer personaje, el del hombre, se corra de lo absurdo por momentos y se vuelva tan carnal como ellas, donde queda aún más a la vista su discurso patriarcal que tiene pasajes tremendos, y que en este contexto que estamos viviendo las mujeres adquieren otro sentido, independientemente que en otros pasajes de la obra ellas lo ignoran y él se vuelva nuevamente un paisaje sonoro, un paisaje de fondo”.

Para agendar

Cachetazo de campo, que se estrena este sábado, se presentará todos los sábados de agosto y septiembre, siempre a las 22, en el Centro de Estudios Teatrales, de San Juan 842

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