“Otra madre es una película sobre la cooperación entre estas mujeres para llevar adelante el día a día. Me interesé en su fortaleza, porque es una fortaleza invisible. Me cuidé mucho de que la figura de la madre no quedara idealizada, porque ser madre también es un trabajo y está en desigualdad de condiciones con el padre. Me interesaba ver cómo hacían estas mujeres para vivir su cotidiano a pesar de todo”, contó el cineasta cordobés Mariano Luque sobre el film que se estreno en Rosario el jueves pasado.
Con las actuaciones de Mara Santucho y Eva Bianco, y la participación de la niña Julieta Niztzchmann, Otra madre se sumerge en la interioridad de estas y otras mujeres, las observa de cerca y se concentra en sus rostros para adivinar sus deseos. Luque confesó haber estado interesado en mostrar “el desdibujamiento de los roles que se produce entre ellas, según las circunstancias”. “Creo que eso viene de referencias familiares –explicó– y gente que conozco en donde noto que muchas veces las que se hacen cargo de las situaciones son las mujeres”.
“Quería trabajar en ese escenario de injusticia en donde a pesar de todo estas mujeres se ayudan y se cuidan y terminan así siendo más fuertes que los hombres”, agregó el cineasta, que muestra el modo en el que, a pesar de su soledad, las protagonistas se ayudan mutuamente y se ocupan unas de las otras, siendo niñas o adultas, cuidándose y tomando el rol de “madres”.
En relación a su marcado interés por el universo femenino, que también estaba presente en Salsipuedes, Luque señaló: “En Los árboles es sólo una cuestión circunstancial, porque de ocho de los hijos de mi abuelo, siete son mujeres. Pero en Otra madre la idea fue poner a la protagonista en situación con su reciente separación, siendo madre de una niña de cuatro años y estando obligada a vivir en la casa de su madre”.
“La película se hace cargo del momento individual de cada personaje. Cómo se cuidan entre ellas y cómo van adoptando el papel de madre según las circunstancias. Pero también es una película sobre el tiempo, sobre personas de distintas edades y contextos muy diferentes. Trata sobre la conciencia de ese paso del tiempo, un poco melancólico y nostálgico”, dijo el cineasta, que buscó “mostrar otra realidad, rescatar la dignidad de los personajes y darle importancia a problemáticas invisibilizadas”.
Por otro lado la semana pasada Luque presentó su primer documental Los árboles, un film que tuvo a su cargo la clausuró el festival Doc en Buenos Aires. En el mismo el cineasta registra las vivencias cotidianas de algunos de los 17 hijos de su abuelo materno, Macías, quién forestó un bosque en una montaña llamado “El silencio”. Allí, tal como él había deseado, sus restos fueron enterrados bajo las raíces de un cedro joven, de modo que cuando crezca, las raíces abracen la urna.
La película retrata y acompaña a algunos de sus hijos más chicos en sus visitas a ese pequeño cedro, al que riegan, cuidan y acarician, en una forma emocional de continuar su vida por otros medios, en este caso en la forma de un árbol, mientras que Luque recorre al mismo tiempo, registrando los días de sus familiares, el árbol genealógico de su abuelo materno, a quien vio pocas veces.
“Macías era mi abuelo materno, lo vi pocas veces porque mi vieja estaba distanciada de él. Se murió hace cuatro años, a los 90, y a partir de ahí empecé a conocer a sus hijos más chicos, mis tíos, y me impactaron los grandes parecidos que tengo con su familia”, recordó Luque.
Y agregó: “Les propuse filmarlos en sus rutinas. Es tan fuerte la presencia de la historia de Macías que preferí correrme un poco de ella y darle más espacio a estos chicos. Mi intención era acercarme a ellos, ver sus rutinas y ver el bosque «El Silencio», donde fueron criados y por lo cual tienen mucha conexión con la naturaleza”.
“Tardé tres años y medio para realizarlo y estoy seguro que sin el apoyo del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa) no hubiéramos podido hacerlo”, concluyó.