En una nueva audiencia de debate donde se ventila el crimen del custodio Carlos Dolce, en el marco de las amenazas al médico Omar Ulloa –también dedicado al negocio farmacéutico– y la tentativa de homicidio al abogado Alberto Tortajada, ayer declaró Ulloa. El profesional sostuvo, frente a los dos imputados –Pablo Peralta y Matías Núñez–, que fue sujeto de dos ataques: una balacera al frente de la casa y amenazas a su persona en el interior de su consultorio en 2013, donde le dejaron en claro que no tenía que abrir una farmacia en San Lorenzo y Maipú. El hombre aclaró que el amedrentamiento surtió efecto y después supo que ambos hechos estuvieron encargados por los empresarios farmacéuticos José Antonio y Juan Pablo Iborra (padre –ya fallecido– e hijo). Por su parte su esposa sostuvo que le llegaron rumores de que el último de los nombrados fue visto en la calle cuando debería estar cumpliendo arresto domiciliario.
Ulloa hace 40 años que se desarrolla en el rubro farmacéutico; sostuvo que cursó sus estudios de médico trabajando en una farmacia y tiene una empresa familiar de servicios farmacéuticos. En enero de 2012 sufrió un ataque a balazos a su casa, donde se encontraba su esposa. Refirió que en aquella oportunidad no tuvo idea de dónde podía provenir la agresión. Sostuvo que a una de sus hijas se le ocurrió preguntarse si no tenía vínculo con una farmacia que estaban por abrir en San Lorenzo y Maipú.
El médico sostuvo que había iniciado los trámites para abrir un local farmacéutico en dicho lugar y todo estaba realizándose sin sobresaltos. Como tenían un viaje familiar planeado, tras el hecho decidieron irse de vacaciones. Al regresar, Ulloa sufrió un nuevo hecho de violencia, por el que están acusados como autores materiales Peralta y Núñez.
Esta vez dos hombres se presentaron en su consultorio de calle 3 de Febrero al 1000. El médico relató que le golpearon la puerta del consultorio y observó a dos personas con una planta; describió que el que la llevaba tenía un cuerpo atlético, como si hiciera deportes o fuera al gimnasio: “Forcejeamos, creo que sentí un disparo, el forcejeo se terminó, me golpearon”. Añadió que se entregó a la situación y le pegaron un culatazo y otro más cuando puso la mano en el escritorio. Se llevaron dos teléfonos pero antes le aclararon el motivo de la visita: “No abrás la farmacia, nosotros fuimos los que te tiroteamos la casa”.
La víctima quedó en shock, tirada en el piso; escuchaba gente ir hacia el fondo del consultorio y hacia afuera, luego llegó la ambulancia y la Policía. Describió vagamente a los atacantes: sostuvo que le dieron entre 5 y 8 puntos en la cabeza y habló de Dolce, el custodio muerto en la puerta de la clínica cuando intentó detener a los agresores, a quien no conocía. Sostuvo que los comerciantes juntaban algunas monedas para pagar una persona por prevención y creía que la clínica también colaborada. Por dichos de terceros supo que la salida de los hombres le llamó la atención al policía; uno no ofreció resistencia y el otro aprovechó para matarlo, refirió.
En cuanto a los motivos de los hechos sostuvo que al principio no sabía por qué lo atacaron, aunque la razón le quedó clara con el segundo ataque: no abrir el local. Sostuvo que la farmacia contaba con la aprobación de Inspección de Farmacias –su titular había sido amenazada en la violenta saga de los Iborra– y finalmente la amenaza hizo efecto porque no abrió sus puertas por temor.
En cuanto a las personas que ordenaron estos ataques sostuvo que con el tiempo supo que fueron Iborra padre y su hijo.
Su esposa también declaró. Describió la balacera a su casa y adujo que un balazo ingresó a la propiedad y quedó incrustado en un espejo. Según las pericias, le vaciaron un cargador, refirió.
Sostuvo que supo al tiempo el origen de los ataques, porque se enteró de que otros farmacéuticos habían sufrido agresiones y por lo que le habían dicho a su marido en el consultorio. La mujer concluyó que en este momento no siente nada, porque se tardó mucho en aclararse la situación: “Soy una persona limpia y todavía creo en la Justicia, somos gente de bien”. Y agregó que Juan Pablo Iborra, quien firmó un acuerdo abreviado a 6 años y 8 meses de prisión con modalidad domiciliaria, no lo cumple: “Me llegó que anda en la calle”.