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Magnani sobre Alberto, Perotti, Javkin: «Hay un Estado que definió que no va a defender a nadie»

La concejala de La Cámpora, que busca la reelección, advirtió que las deudas de la democracia se encuentran en las leyes de la última dictadura que aún están vigentes. Según ella, la antipolítica nace en el descontento con la política, pero sus derivas lejos están de ser exclusivamente de derecha

El peronismo tiene múltiples tribus en Santa Fe. Si Norma López es a La Corriente de la Militancia y Lucila De Ponti es al Movimiento Evita, Marina Magnani es a La Cámpora. La concejala, que reivindica el paladar negro kirchnerista y recupera lo mejor de los gobiernos entre 2003 y 2015, se muestra crítica del proceso frentetodista y mira hacia las elecciones con la misma suspicacia que todos los competidores: “Esta elección se va a definir con el voto de las personas que tienen alguna pertenencia”.

Magnani advierte que el descontento viene de la continuidad de las consecuencias del gobierno de Mauricio Macri, que la gestión de Alberto Fernández no supo detener, pero la deriva no es sólo por derecha. Para la militante, que busca un nuevo mandato en el Concejo en la lista cuya referencia es la precandidatura a la gobernación de Marcos Cleri, las deudas de la democracia se encuentran en el cuerpo de leyes y normas de la dictadura que aún hoy limitan el crecimiento del país en un orden nacional y popular.

—¿Qué se le responde a alguien que hoy dice que «Cristina se equivocó»? ¿Cristina se equivocó con la elección de la fórmula presidencial en el 2019?

Depende desde dónde uno lo analice. En el núcleo del kirchnerismo tenés a Cristina tomando una decisión y a Máximo (Kirchner, líder de La Cámpora) diciendo que él no estaba de acuerdo. Ya había una disidencia sobre eso. Creo que Cristina tomó la decisión más segura para que Macri no ganara, que fue por la opción que garantizaba que Cambiemos no volviera a la presidencia. Todo lo demás es contrafáctico, son especulaciones estériles. Con Cristina al frente se ganaba igual.

—Amado Boudou sostiene que la proscripción a CFK viene desde antes del fallo de Gorini, Giménez Uriburu y Basso, y que arranca desde el momento en que quienes la rodean, y ella misma, se convencen de que sólo con CFK no alcanza.

Yo tenía la percepción, cuando recorría los barrios, las empresas y muchos lugares de la ciudad, de que había mucha expectativa con Cristina y que, por lo menos en Rosario, era una buena candidata. También ella antepone el interés colectivo, defender al país y elegir una opción de alianza electoral donde ningún sector quedara afuera del armado del peronismo, ante el riesgo de que los sectores que quedaran afuera fragmentaran el voto y ganara otra vez Macri. Garantizó una elección. Había un montón de factores que no podía prever, como por ejemplo la pandemia, o que finalmente Alberto no lograría estar a la altura del rol que se le dio.

—El periodista Martín Rodríguez se preguntó, en su columna semanal del 13 de septiembre del 2021, el día siguiente a las elecciones de medio término: “¿Hace cuánto tiempo en Argentina no se soluciona un problema?”. Te hago la misma pregunta.

Lo que está pasando es que hay un Estado, en los tres niveles, que no tiene ninguna priorización en el interés del ciudadano, del trabajador o de las personas pobres. Los tres niveles del Estado están totalmente consustanciados con la defensa del status quo y del poder concentrado y se da una sinergia negativa entre esos tres niveles.

En la época en que gobernaban Néstor y Cristina, cuando vos tenías el Estado nacional con una impronta muy fuerte en diversas políticas que buscaban generar, reivindicar o garantizar derechos, se daba una sana competencia entre los Estados subnacionales, que muchas veces sacaban programas parecidos a los nacionales con otros nombres. 

Esa sinergia era positiva porque había una voluntad política de motorizar toda una serie de medidas en todas las áreas desde lo educativo, lo laboral, la salud, y el hábitat hasta la obra pública. Cuando Macri asumió no sólo que desarticuló completamente todas las políticas que atendían a la producción, al trabajo, a la salud, a la educación, generando la pérdida del poder adquisitivo, sino que además se definió darle muchísimo poder al sector concentrado, desarticulando los mecanismos de control del Estado. 

El Estado se dedicó a poner a todos los gerentes de las empresas en los organismos de control, entonces ahí tenés una cuestión muy cerrada de un gobierno del sector concentrado para el sector concentrado. Es decir, no hay nadie preocupado en resolver un problema a nadie que no fuera millonario. Con Alberto se da una continuidad de eso.

—¿Cómo es eso?

Alberto, cuando comienza la presidencia, lo agarra la pandemia con las mismas estructuras del Estado que había dejado el macrismo. Se refuerza lo que tiene que ver con el sistema de salud, que estaba totalmente desfinanciado, pero no se avanza mucho más. Los organismos de control siguen en manos de autoridades que tienen la definición de no confrontar con las empresas.

Esto nos pasa en la Superintendencia de Salud, lo vemos en Enacom, lo vemos en la Secretaría de Comercio Interior, que es una oficina totalmente desmembrada y desprovista de la capacidad de control que otrora tuvo, porque no tiene ni siquiera personal. 

Es un Estado que a las empresas y al sector privado no lo controla. Las empresas de salud hacen lo que quieren con sus afiliados, cualquier trabajador sabe que se violan sistemáticamente sus derechos laborales y que no puede recurrir ni a la Secretaría de Trabajo de la Provincia, ni al Ministerio de Trabajo de la Nación, ni al sindicato, porque además los sindicatos muchas veces tienen connivencia con las empresas. Hay un Estado que definió que no va a defender a nadie, y en los casos de los Estados subnacionales, tenemos el caso de Perotti y de Javkin, con la misma inercia.

—Todo esto abona en un terreno donde la antipolítica crece. ¿Por qué se está dando este crecimiento?

La decepción es un factor aglutinante de todos esos espacios que siguen a Milei o que no se representan en los espacios tradicionales. Esto pasó en los 90 con Menem: cuando comenzó este proceso de entrega nacional y de abandonar los postulados históricos del peronismo mucha militancia que acompañó las candidaturas de Menem a presidente en el 89 se alejó de la participación hasta mucho tiempo después.

En el caso de las personas que no eran pertenecientes orgánicamente a ningún espacio, se alejaron afectivamente de la política. No es sólo alejarte de no ir a la unidad básica o no ir a votar: es alejarse emocionalmente, es decir «no me representan, nadie me va a resolver nada». Eso ya pasó en los 90 y pasó cuando hubo un proceso electoral que, habiendo concitado mucha esperanza y mucha expectativa, le dio la espalda al pueblo que lo había puesto en ese lugar, en este caso a Menem. Con Alberto pasa algo parecido. 

—Pero, en ese entonces, aquellos militantes políticos que no veían a los espacios a los cuales pertenecían como una herramienta de transformación pasaron a construir lo que hoy conocemos como movimientos sociales. Hoy no se da ese proceso. ¿Dónde radica la diferencia?

No hay diferencia. Hoy la gente se replegó en la militancia social, porque así como hay una lectura, que es intencionada de parte de muchos medios de comunicación, de que los jóvenes son todos libertarios, la realidad es que los jóvenes no son todos libertarios. Vos te vas hoy a un club de barrio, o te vas a un comedor comunitario o te vas a un lugar donde están dando apoyo escolar o te vas a una iglesia que está haciendo algún trabajo en el barrio, y encontrás muchos pibes, adolescentes y jóvenes que están militando activamente esos espacios. Lo que pasa es que, a diferencia de lo que ocurría durante el kirchnerismo, esa práctica social no la vinculan a una identidad política.

Lo que está pasando hoy es un fenómeno muy parecido al de mi adolescencia: fui una militante social en un contexto de desavenencia con la política partidaria. Después Néstor es el que nos incorpora a la política partidaria, pero pasamos 10 años de militancia, donde hacíamos un montón de cosas, pero nunca estábamos en diálogo con los partidos políticos. Eso fue lo que dejó la post dictadura y todas las desilusiones con la democracia que dejan esa generación, que son la gente de mi edad, desvinculada de lo político partidario.

Tenés la desilusión del alfonsinismo, porque Alfonsín generó una expectativa con el proceso de juicio y castigo a las Juntas Militares, y después con el proceso de las leyes de Obediencia Debida y Punto Final también generó una desilusión masiva. Menem también provocó una desilusión muy fuerte, porque llegó con la revolución productiva, el salariazo, y también generó esa desilusión colectiva. Y Alberto, que viene de la mano de un proceso en el que le dimos fin al macrismo, terminamos con el ajuste y con el neoliberalismo, ascendió a la presidencia con una campaña súper participativa, con muchos actores sociales y sectores comprometidos, pero de golpe hubo toda una serie de definiciones que daban por tierra con todo lo que se planteó en la campaña. Esa desilusión generó estas dos cuestiones: por un lado, la reacción por derecha y, por el otro lado, una reacción replegada en la acción política en lo social, no en lo partidario.

—¿Qué es lo que todavía falta?

Es fundamental avanzar con las normativas que nos deja la dictadura en materia de leyes financieras. Creo que es la gran deuda de la post dictadura, porque lo que ha sido el corpus normativo nacido en la dictadura se intentó corregir por parches. Tenemos que pensar seriamente en construir un proyecto de ley que regule el funcionamiento de la Justicia y democratice el Poder Judicial. Hay que avanzar en términos populares y organizativos, en todos los puntos del país, en construir un proyecto de ley desde las bases, desde los abogados comprometidos, desde los educadores. Construir cuáles tienen que ser los puntos para la construcción de una Justicia democrática.

Un legado que hemos tenido de la dictadura y que al día de hoy no se ha tocado es la ley de Entidades Financieras. No se pudo revisar ninguna de las leyes que nos dejaron los militares para determinar esta matriz financiera que permitió que el macrismo volviera al Fondo Monetario Nacional y a la toma de deuda privada y permita la bicicleta financiera. Toda la estructura legal de Argentina en torno a posibilitar la liberalización del tipo de cambio y todas estas maniobras que hacen los grandes capitales especulativos se dan en el marco de una legislación que heredamos de la dictadura. Es una de las grandes deudas.

Cuando tenés un gobierno de representación nacional y popular, esa normativa era relativamente peligrosa pero había mecanismos de control. Cuando vos tenés un gobierno de tinte claramente oligárquico y concentrador con esa misma normativa generás el desastre que generaron. No haber revisado integralmente la normativa del Estado en materia financiera creo que es una de las deudas de la democracia.

Por otro lado, nacionalizar los recursos estratégicos, como por ejemplo las empresas energéticas. Si no tenemos soberanía sobre la energía, tanto en la generación como en la distribución, para garantizar el autoabastecimiento e impulsar un proceso productivo nacional, vamos a seguir dependiendo de este esquema que heredamos de la dictadura y que luego ratificó el menemismo. Esos tres puntos: soberanía financiera y energética, y democratización de la Justicia.

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