La puerta del 1134 de calle Santa Fe se abría y se cerraba constantemente. La gente no paraba de entrar al Bunker de la Libertad. Chayanne sonaba de fondo. Romina Diez, la economista candidata a diputadas más votada de Santa Fe para las primarias nacionales, bailaba exultante con su compañero de lista, Nicolás Mayoraz: desde la mesa testigo más recóndita hasta un trascendido de la Casa Rosada daban a Javier Milei como el candidato más votado.
El local es una metáfora de los últimos años de Argentina y de Rosario. Tan solo cinco años atrás, el espacio era la sucursal centro de “La Tercera Docena”, una empanadería que se unió a la lista de espacios gastronómicos que abandonaron el microcentro de la ciudad después de 2020 y que hoy sólo se encuentra en Eva Perón al 7000. Después de estar vacío un tiempo, La Libertad Avanza mudó su casa a un espacio más grande en noviembre de 2022. Un lugar que le quedará chico después de las primarias del año siguiente.
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“¡Votá a Milei – ya fue, votá a Milei – Y bajá la inflación!”, entonaban los presentes a viva voz el jingle con la melodía de Provócame ideado por Pedro Rosemblat y los demás integrantes del medio independiente Gelatina. Saltos, abrazos, palmas. Una verdadera fiesta. La Libertad Avanza tenía como umbral de festejo los veinte puntos porcentuales. El resultado en las provinciales fue de 34,41%. En las nacionales, el 30,04%.
Los fiscales llegaron, al principio, a cuentagotas al local. La mayoría de ellos son jóvenes. Muy jóvenes. Llegaron con las actas en sobres papel madera, cuidando con la misma vehemencia que en las escuelas donde fiscalizaron, el voto libertario.
El batacazo de los escarbadientes
Los militantes de Milei tenían hora de concentración a las 6 de la mañana del domingo, cada uno con un sánguche y una botella de agua que ellos mismos se hicieron para combatir una jornada de 10 horas de fiscalización. Muchos de ellos, con medio siglo al hombro y más de una elección encima, atravesaban el umbral del local con una enorme sonrisa en los ojos. Muchos otros volvían de enfrentarse a su primera elección frente a una mesa electoral.
La enorme dificultad para armar estructura estuvo en la formación de los militantes, que además de no tener dinero no tenían grandes cuadros que lo hicieran. Y ahí entró a jugar la creatividad del “Vikingo”, Martín Tomassini: “Tuvimos que formar gente, era muy difícil que se pongan a leer, que sepan qué era lo que tienen que hacer, tantas dudas, tantas cosas de la Ley Electoral. Entonces tuvimos que hacer unos videitos. Me recibí de youtuber, porque nunca lo había hecho, pero le dimos un instructivo bien práctico a los chicos, para que estén tranquilos y tuvieran todas las pautas prácticas, no tanta ley. Lo que sucede de verdad”.
Vikingo fue el responsable de la logística libertaria, y la sonrisa no se le fue de la cara en toda la noche mientras recibía orgulloso a sus militantes: “Hicimos esto con muy poca gente para la semejante estructura que armamos. Y todo con dos escarbadientes, porque fue un aparato nuevo, con muchísima gente que se sumó de golpe, sin experiencia, que simplemente está esperanzada. Los que trabajan en relación de dependencia no pudieron, pero el resto dejamos de trabajar, de ganar plata y vinimos. No dormimos durante varios días, nerviosos todo el tiempo, y cumplimos. Hicimos una fiscalización fuertísima, llegamos a todas las mesas testigo, a cubrirlas a todas. Tuvimos el 95% de las mesas de Rosario cubiertas”.
En Rosario, La Libertad Avanza cosechó 214.942 votos, imponiéndose por apenas un punto sobre Patricia Bullrich, que obtuvo el 31%, y dejando al peronismo 51 mil votos atrás. En Santa Fe, el león de la libertad rugió con fuerza y fue el candidato más votado, con más de 66 mil votos por encima de la exministra de seguridad. Todos esperaban una buena elección: nadie esperaba el batacazo.
“Yo lo que quiero es dolarizar – y prender fuego el Banco Central”. Las gargantas se van sumando al popular jingle. La temperatura sube de a poco en el Búnker de la Libertad donde la figura es claramente Romina Diez. Todos los militantes que llegaban saludaban a sus compañeros con un gutural “¡Viva la libertad, carajo!”, y eran recibidos con un cálido abrazo de la economista. Algunos hasta derramaron lágrimas en su hombro mientras ella los felicita en el oído.
Al soltarse de tan fraternal bienvenida, marchaban con los jefes de fiscales a pedir instrucciones sobre los sobres papel madre que traen de las escuelas. El promedio a ojos vista de quienes van llegando no excede los 30 años, mientras que la mayoría tienen la ropa gastada, aunque prolija. Son gente de barrio, que sabe lo que es levantarse a la mañana para tomar un colectivo para cruzar la ciudad de una punta a la otra. Las zapatillas manchadas de tierra y las mochilas raleadas por el tiempo y el jaloneo se mezclan con los atuendos elegantes aunque sencillos de los adultos que hay en el pequeño y cada vez más abarrotado salón.
Un joven con una austera bufanda de la selección argentina y sobretodo azul recorría el salón deslizándose entre la gente, con una gorra azul marino que en letras perfectamente bordadas en planteado rezaba: Make Argentina Great Again. No hay una estética única entre los militantes libertarios: cabello lacio y camperas negras, atuendos que recuerdan a la tribu urbana hipster, con lentes, jeans de corte recto y camisas leñadoras. Pero lo que más abunda entre ellos es la sencillez: buzo tipo canguro de algodón, jeans gastados, zapatillas de patear calle. Barrio y clase media.
En silencio y desde el pie
En un momento, las aguas se abrieron, los festejantes se apartaron a un costado y dejaron entrar a una señora mayor, con bastón, gafas y un elegante abrigo blanco que era escoltada por una chica que fue al encuentro de Diez. Otra vez, una muchacha empapaba el hombro de la candidata: esta vez, eran las lágrimas emocionadas de su hija. Abuela, madre y nieta atravesaron en procesión una multitud que ya no entraba más en el Búnker de la Libertad.
La edad parece no importarle a nadie. Todos se miran a los ojos como iguales. Cuando cambia la canción, el ambiente se vuelve a electrificar y el pogo libertario se arma. “Se viene el estallido – de mi guitarra, de tu gobierno también”. De los hombros de Diez y Mayoraz se cuelga un hombre que no supera los 35 años, robusto, de campera negra y que resume toda la alegría del festejo en su energía: «La jornada de hoy fue extenuante. Arrancamos a las 6 de la mañana a todo a pulmón. Cada uno ponía su vehículo, cada uno hacía los sándwiches para poder comer durante el día, juntando los votos, cargándolos, repartiendo las boletas por la escuela”, cuenta Diego Dolce, quien estuvo a cargo de la organización de los militantes en los barrios y el territorio.
La ausencia de recursos, de plata, para mandar a hacer banderas o incluso remeras engañó hasta al más azuzado observador: nadie esperaba que tuvieran un armado territorial, una estructura. Y lo que es más llamativo: de hecho, no la tuvieron: “Hubo mucha gente que se sumó de corazón, puso su auto para ir a fiscalizar. Acá la gente hizo todo por convicción», sostiene Dolce con la voz quebrada. En los ojos carga el peso de un día muy largo y de la sorpresa de una victoria cuya contundencia no imaginaban. Sobre las pequeñas y angostas mesas blancas a los costados del salón hay muchas botellitas de agua mineral y una bandeja de sandwiches de miga que se agotó rápido.
Aprender la teoría, festejar en conjunto
Entre la multitud sobresalen algunas figuras, como la del jovencísimo candidato a concejal libertario Franco Volpe, que va y viene en zapatos y un blazer gris a rayas. Desenfocado, él es la otra figura de la noche. Volpe es hijo del asesor de Mayoraz. Con una performance más que respetable, el veinteañero competirá en septiembre por una banca en el Concejo Municipal para ser el primer edil libertario de Rosario. Con ojo atento atiende a la prensa, recibe a los fiscales y se ocupa de los detalles mientras las cámaras apuntan a la ahora candidata a diputada: “Todas nuestras mesas testigo nos dan en los treinta puntos”, dijo extasiado. Por momentos, le faltaba el aire.
Al momento de emitir los resultados del 61% de las mesas escrutadas, el espacio se congeló por un milisegundo, y el repertorio del cancionero libertario explotó. Desde el estribillo de un Chayanne convertido a la Escuela austríaca y un “Se Viene el Estallido” que de bersuitero tenía sólo la energía, cantaban que “La casta tiene miedo”.
La noche tenía que cerrar con la palabra del presidenciable más votado, y así fue. Romina Diez había desaparecido por un buen rato para estar con su madre, y salió a sostener el micrófono mientras esperaban la salida del líder libertario en Capital Federal. “Ese movimiento lo conozco, ahí sale, ahí sale”, grita la economista. Y en eso salió Milei. Mientras el musicalizador trata de bajar la música, que está siendo transmitida desde la misma computadora donde miraban el vivo del canal oficial de Javier Milei, el candidato se acomoda y se coloca los anteojos para leer su discurso.
La televisión teletransporta a todos al Hotel Libertador de Capital Federal, y la pantalla es sólo una frontera. Las canciones en aquel salón también se entonaron en Santa Fe 1134, igual que las arengas y las risas, pero mientras la voz de Javier Gerardo sonó, apenas volaba una mosca. En un momento de su alocución, el economista citó al “máximo prócer de las ideas de la libertad”, Alberto Benegas Lynch hijo, y como en una misa, las palabras de Milei se repetían en un coro silencioso entre sus militantes. Los ojos no perdieron contacto con la televisión, y alguno incluso aplaudió orgulloso mientras Milei daba la clase.
“Quiero decirles que si seguimos trabajando con esta pasión, con este profesionalismo, con este amor por las ideas de la libertad, estamos en condiciones de ganarle a la casta en la primera vuelta”, rugió Milei, y sabiéndose festejados por su ídolo, el piso se movió en un festejo masivo. El Búnker de la Libertad explotó de gente, y algunos debieron salir a tomar aire a un lado de los que se apartaron a fumar un cigarrillo.
Entre los cantos de “¡Oh – Que se vayan todos – que no quede ni uno solo!”, el Palacio Fuentes toca la medianoche emulando el Big Ben de Londres. A cuarenta años de la recuperación de la democracia, el primer museo privado del mundo dedicado a ella cierra la jornada de una sola campanada, mientras los jóvenes de ultraderecha que todavía están en el búnker hacen sonar su grito de guerra: “¡Viva la Libertad, carajo!”