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Malo si sí, malo si no: la política atrapada en el juego de las (malas) decisiones

Para muchos, el aumento de las restricciones son el golpe de gracia que deja sin aliento sus frágiles economías… Y para otros el salvoconducto hacia la cama o el respirador que puede salvar sus vidas. ¿Cómo evaluar entonces el impacto de las decisiones que han debido tomar las autoridades?

Elisa BearzottiEspecial para El Ciudadano

El domingo, unos minutos antes del partido que, con su modo de dividir, aglutina las emociones y sentimientos de cada habitante de la ciudad, el gobernador Omar Perotti anunció el listado de las nuevas restricciones vigentes en la provincia. El momento, estratégicamente elegido, diluyó la pesadez del comunicado, dejando una estela de “más de lo mismo” pero sin clases presenciales, aunque en realidad para los departamentos de Rosario y San Lorenzo la decisión gubernamental implica un regreso a la “fase 2” de la cuarentena hasta el 21 de mayo. Para muchos, estas medidas son el golpe de gracia que deja sin aliento sus frágiles economías… Para otros, el salvoconducto hacia la cama o el respirador que puede salvar sus vidas. ¿Cómo evaluar entonces el impacto de las decisiones que han debido tomar las autoridades? Si bien es cierto que la mayoría de las veces las figuras políticas se mueven en el incierto espacio existente entre el hacer y el dejar hacer, siempre y cuando logren salvar el pellejo, en esta ocasión hay que reconocerles mérito: no debe resultar fácil tener a la opinión pública diciendo “malo si sí y malo si no”, mientras uno se encuentra en la puerta de las próximas elecciones.

A pesar de ello, y como nota destacada, hay que decir que en nuestro territorio las pujas políticas se tomaron un descanso y esta semana el intendente Pablo Javkin salió a decir que se sumará al reclamo de la provincia para que se revise la categorización sanitaria de Rosario y, de esa manera, poder volver a la presencialidad escolar. Si bien admitió que los números en cuanto a ocupación de camas “están a niveles muy altos, tanto en el sector público como en el privado”, también indicó: “Hay algo que nos parece fundamental corregir; una cuestión de organización administrativa, como son los departamentos establecidos en la provincia de Santa Fe en el siglo XIX, no puede ser el factor que determine los corredores sanitarios. Nos sentimos orgullosos de atender como núcleo sanitario a toda una región que no tiene que ver con los departamentos. Pero con ese razonamiento, Rosario estaría en una categoría agravada por el hecho de atender pacientes de otros departamentos. No vamos a optar por ninguna decisión que vaya en contra de reafirmar nuestro carácter de corredor sanitario, pero sí nos parece claro y justo que esa medida se corrija”. Tal como decíamos en nuestra crónica anterior, la presencialidad de los niños y niñas en las aulas es un tema más que sensible y, en ese sentido, vale la pena repetir que la escuela no abarca solamente aspectos educativos, sino además económicos, de promoción social y psicológicos, brindando amparo y custodia para quienes se encuentran en la marginalidad, aunque sea por unas horas. Y por esto, Javkin reconoce: “La presencialidad de los chicos en las escuelas, después de lo que vivimos el año pasado, tiene que ser la última restricción”.

Al igual que el intendente, la mayoría de los trabajadores de la educación, aboga por continuar con el sistema mixto que se viene implementando con éxito hasta el momento. De acuerdo a una encuesta realizada por Sadop, el gremio que agrupa a los y las docentes de escuelas privadas, surge que prefieren trabajar con los alumnos en las aulas, antes que cualquier otra instancia de enseñanza. De acuerdo al relevamiento realizado por el gremio, el 82,64% manifestó su preferencia por dictar clases en los colegios, en tanto que sólo un 17,36% optó por la virtualidad. Eso significa que ocho de cada diez maestros se inclinaron por las actividades que se realizan en las aulas, junto a los alumnos. Pero, más allá de este dato, la presencia o no de los niños en las escuelas durante esta emergencia sanitaria, es una cuestión que preocupa a los responsables de los organismos vinculados a la niñez, en todo el mundo.

Según datos de Unicef, la extensión de la pandemia en el tiempo hizo que más de 168 millones de niños no pudieran asistir a la escuela por más de un año, y dos terceras partes de ellos se encuentran en América latina y el Caribe. “Cada día que pasa, la realidad vuelve a recordarnos la catastrófica emergencia educativa que se originó como consecuencia de los confinamientos mundiales. Los niños que no pueden acceder a la educación presencial se van quedando cada vez más rezagados, y los más marginados sufren las peores consecuencias”, sostuvo Henrietta Fore, directora ejecutiva de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia. “No podemos permitir que, por segundo año consecutivo, estos niños sigan sin poder asistir a la escuela de forma presencial o que la presencialidad siga siendo limitada. No debemos escatimar esfuerzos para mantener las escuelas abiertas o darles prioridad en los planes de apertura”. En los últimos tiempos, Unicef no se ha cansado de repetir que el cierre de las aulas tiene consecuencias desastrosas para la educación y el bienestar de los niños, ya que los más vulnerables y los que no pueden acceder a la educación a distancia tienen más probabilidades de no regresar nunca a la escuela, e incluso de ser víctimas del matrimonio infantil o el trabajo infantil. Más aún, para la mayoría de niños en edad escolar del mundo las escuelas son el único lugar en el que pueden relacionarse con sus compañeros, encontrar apoyo, acceder a servicios de salud e inmunización, y obtener comidas nutritivas. Finalmente, hay que destacar también el modo en que la falta de interacción social con sus pares afecta la salud física y mental de los pequeños. Casi todos los especialistas coinciden en que durante la pandemia resulta notable el aumento del estrés psicológico en los niños, lo que se traduce en trastornos de ansiedad, de concentración o del sueño, además de problemas de comportamiento, retraso en el desarrollo del habla, consumo masivo de tecnología y aumento de peso debido a la falta de ejercicios. Un combo de problemas que, estimamos, dejará una huella indeleble en la psiquis infantil.

Muchas veces el juego de la política, inmerso en el ineluctable devenir eleccionario, no permite entrever la consecuencia de las decisiones que se toman. Sin embargo, una emergencia tan extraordinaria como la actual debería reconfigurar la medida en que los funcionarios tiran los dados y hacen las jugadas que impactarán en la vida presente y futura de los ciudadanos. Quizás esta sea una oportunidad única para transformarse en verdaderos estadistas, pensando en el bienestar de cada habitante y haciendo que su paso por la función pública merezca ser recordado. Una vuelta al sueño de juventud, cuando política y solidaridad iban de la mano. Uno de esos golpes de la vida que ayudan a retomar la senda perdida y, a veces, incluso hacen ganar la partida.

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