El conflicto argentino-británico por las islas Malvinas tiene como telón de fondo la disputa por los recursos naturales. Sin embargo, existe poca difusión de la verdadera dimensión de las magnitudes implicadas en el conflicto. Algunas veces, se escucha livianamente considerar el conflicto solamente en torno al territorio de las islas y sus áreas adyacentes marítimas.
Es de vital importancia que todos los argentinos, los compatriotas latinoamericanos, y todos los países comprendan la verdadera magnitud del conflicto y de los recursos que están en juego. Se trata de la disputa territorial actual más grande del planeta, tanto en términos cuantitativos de espacio territorial, como en términos cualitativos de los recursos naturales involucrados.
La inmensa superficie marítima en disputa es equivalente a todo el territorio terrestre argentino, abarcando 5 millones de kilómetros cuadrados. Debido a que en el espacio marítimo no existe la propiedad privada, todos los recursos naturales de la columna de agua, el lecho y el subsuelo marino son propiedad exclusiva del Estado nacional. Se trata de recursos de relevancia estratégica y geopolítica para las futuras generaciones de argentinos, y en cuya recuperación descansan posibilidades reales de mejoramiento de la calidad de vida de generaciones enteras y de nuestro futuro como Nación.
El oro negro y la pesca descontrolada
En cuanto a los recursos petroleros representa una de las regiones más prometedoras del mundo, debido al espesor de los sedimentos contenidos en la plataforma submarina, muy similares a los del Mar del Norte, cuya riqueza petrolera ha provocado el extraordinario bienestar económico de Noruega. En materia de petróleo, sólo en la zona adyacente a Malvinas, las estimaciones oficiales británicas hechas por su oficina de hidrografía, estiman la existencia de 60.000 millones de barriles de petróleo. Estamos hablando de la pavorosa cifra de 6 billones de dólares. Para hacer una comparación simple representa, por ejemplo, cerca de 700 veces el valor de mercado de YPF.
La región marítima del Atlántico Sur también es extremadamente rica en recursos pesqueros, es una de las grandes regiones pesqueras de importancia global. La pesca ilegal, no controlada es una de las mayores amenazas a la biodiversidad marina en todo el mundo. Estos recursos están siendo literalmente depredados de forma ilegal y unilateral, desconociendo los tratados firmados. En 2005, el Reino Unido intentó adjudicarse derechos de propiedad por hasta 25 años sobre recursos pesqueros de las aguas circundantes a las islas Malvinas, lo que llevó al entonces presidente Néstor Kirchner a tomar la decisión de la rotura de los tratados de cooperación bilateral.
El gigante blanco detrás de las islas
El conflicto ha tomado una nueva proyección por el reclamo de soberanía en la Antártida. Toda la plataforma marítima y el territorio antártico argentino y de otros países sudamericanos están amenazados por el dominio británico de las islas. La Antártida alberga el 80 por ciento del agua dulce del planeta, además de otros recursos como hidrocarburos y minerales, y también recursos biológicos, como los que están generándose con el proyecto genoma blanco, que logró secuenciar completamente el material genético de microorganismos resistentes a ambientes extremos, lo cual permitirá desarrollar aplicaciones biotecnológicas de punta con patente nacional.
Las Malvinas también son esenciales para el abastecimiento que el Reino Unido realiza de sus bases en la Antártida, de ahí que constituyen un enclave colonial estratégico desde el punto de vista de los recursos naturales en el Atlántico Sur, en la Antártida y por extensión en toda Sudamérica.
El futuro de Malvinas
La cuestión de los recursos naturales es un tema esencial para analizar la historia y el devenir de las negociaciones por la soberanía sobre las islas. En la invasión de las islas en 1833, se constituyó un lugar estratégico para almacenar carbón y proveer a sus barcos de un recurso como la turba, que podía reemplazar al carbón. Entrado el siglo XX, el Reino Unido se lanza a la busca de petróleo en todo el mundo, y las Malvinas le sirven para abastecerse del petróleo de Comodoro Rivadavia, para sostener su poderío naval en los mares del sur. Al año siguiente del descubrimiento de petróleo en la Patagonia argentina, la corona británica anexa las islas Georgias, Orcadas, Shetland, y Sandwich a su colonia de las islas Malvinas.
A pesar de todo, en el año 1965, con la sanción de la resolución 2065 de la Asamblea General de la ONU, los derechos argentinos sobre las Malvinas se afianzaron enormemente, porque se rechazó el derecho a la autodeterminación de los isleños. En el año 1968, la soberanía argentina fue reconocida de hecho por el Reino Unido, con la firma de un “Memorándum de entendimiento” en el cual se estableció que “el gobierno del Reino Unido reconocerá la soberanía de la República Argentina sobre las islas a partir de una fecha a ser convenida tan pronto como sea posible”.
Sólo restaba arreglar cómo se garantizarían y respetarían los intereses de los isleños. La historia comienza a torcerse a partir de los 70: en ese momento el Reino Unido era un imperio en decadencia, que comienza un proceso de recuperación gracias a la explotación del petróleo en el Mar del Norte, y el imperio que había estado décadas buscando ese recurso por el mundo para hacerlo propio, comenzó un cambio de postura y dio marcha atrás al constatar el potencial petrolero que tenía al alcance de sus manos en esas islas que tenía entonces olvidadas.
La región sudamericana es privilegiada desde el punto de vista de sus recursos naturales. “Es también una causa regional y global, porque las grandes batallas del siglo XXI van a ser sobre los recursos naturales de nuestros pueblos. Y América latina, la América del Sur es una de las regiones más ricas del planeta, no solamente en recursos humanos, sino en recursos naturales, en agua y en todas las potencialidades que a diario se están descubriendo”, citó la presidenta Cristina Fernández.
El Atlántico Sur es la principal frontera de la puja por controlar y dominar los recursos naturales del continente. La militarización de este gran espacio territorial es una cuestión que amenaza la soberanía territorial de toda la región. La protección del Amazonas, el Acuífero Guaraní y las plataformas submarinas, entre otros recursos naturales de importancia, deben entenderse desde una visión integral regional para abordar la defensa del patrimonio común de los sudamericanos, que resultará clave en el siglo XXI.