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El cantautor francoespañol Manu Chao puso a bailar el sábado por la noche a los rosarinos durante más de dos horas y media en el Anfiteatro Municipal Humberto de Nito, en un show en el que no faltaron sus clásicos solistas, los compuestos en Mano Negra, novedosos covers y el compromiso social que lo caracteriza en una noche cargada de “esperanza y fuerza”.
Tal como viene sucediendo en todas las presentaciones de este tour, el artista, conocido por su sensibilidad por las causas sociales, brindó un espacio destacado -casi media hora de su presentación- para hacer pasar al escenario a activistas que denunciaron, el “ecocidio” de los humedales, su rechazo al protocolo antipiquetes y al DNU impulsados por el Gobierno nacional, y recordaron al militante social, Claudio “Pocho” Lepratti asesinado por la policía en la represión de diciembre de 2001 en esa ciudad.
Más cercano a una fiesta popular y carnavalesca que a un concierto de rock, la formación del trío acústico completado por el guitarrista, Lucky Salvadori y el bongosero Miguel Rumbaeo, que por momentos agrandó su formación con la incorporación del rosarino David Giosa en el trombón, logró un sonido potente y perfecto para las constantes reversiones y mezclas que Manu Chao trajo de sus clásicos.
La noche se caracterizó por el baile y los cánticos de un público que se sintió protagonista de la fiesta que se propuso desde el escenario.
Desde temprano, en las gradas del anfiteatro ubicado en la barranca del río Paraná, el público se acomodaba con tranquilidad y visible alegría, pero suplicando que la lluvia no arruinara una jornada que se avizoraba como una rotunda fiesta.
La heterogeneidad de la asistencia, en donde comulgaron jóvenes -muchos lo verían por primera vez- acompañados por sus padres, adolescentes y algunos más entrados en años, respondió no solo al crisol de ritmos que encarna Manu Chao, sino también, a la notable y extensa historia que une al artista con los rosarinos.
Muchos de los presentes recordaron durante la previa, aquella presentación sorpresa que brindó José Manuel Arturo Tomás Chao Ortega -tal el nombre de Manu- en 2012, cuando tocó por más de dos horas en el mítico bar del rock local Willie Dixon; los más nostálgicos rememoraron incluso el primer show que dio en esa ciudad en el 2000, cuando trajo su disco Clandestino (1998), el único editado como solista en aquel momento.
Poco antes de las 21.30, desde las entrañas de un escenario austero, salió Manu Chao con su implacable sonrisa y ambas manos levantadas en el aire para saludar a su público que estalló en aplausos.
Desde una banqueta alta en el centro y una bandera que rezaba “Somos humedal” colgada en el fondo arremetió con “Vecinos del mar”, “Todo llegará” y una seguidilla implacable de hits que comenzó con “Algundiavacaer”, “Me llaman calle” y “Me Quedo Contigo (Si Me Das Elegir)”.
Casi sin mediar intervalo, lanzó “La vida tómbola”, tema durante el cual pidió a viva voz “un aplauso eterno para Diego Armando Maradona”, mientras las pantallas led mostraban a algunos fanáticos levantando camisetas del seleccionado argentino que utilizó el futbolista con el número 10 en la espalda.
A continuación, Manu Chao se despachó -como hizo en sus últimas presentaciones en Argentina- con una versión en clave de flamenco de “Huelga de amores”, de Divididos, que fue muy celebrada por los presentes.
El formato de trío le sirvió al ex Mano Negra para ir y venir sobre sus temas, repetir y modificar sobre la marcha su lista que siguió con un popurrí de “Circo caliente”, “Libertad”, “El tren se fue” y “Malegría”, mientras en el escenario, activistas locales pintaban una hormiga blanca que los rosarinos enarbolan como una alegoría al trabajo de Pocho Lepratti en los barrios más postergados.
Seguidamente, con el trombón ya en escena arrancó “Mala vida”, en una extensa e intensa versión que tomó al público en su momento más efervescente, listo para escuchar “Mi vida” y “Yo no podía vivir sin ti”, en medio de saltos y bailes.
“No se ve la luz en Palestina. Que pare la masacre en Palestina”, arrojó Manu Chao entre otras frases que repitió como mantras a lo largo del show, como “Fuerza Rosario. No te rindas nunca”, y “es hora de pasar a la acción Rosario. Fuera motosierra”, en obvia alusión al presidente, Javier Milei.
Para cerrar la primera parte del show, interpretó “La despedida/mentira”, aquel último tema de la placa Baionarena (2009), que en su letra amenaza con haber llegado al final del concierto pero que sin embargo, todos los fanáticos sabían que se trata solo de un precalentamiento para lo que vendría.
“Mentira”, “Mr. Bobby”, “King of the bongo” y “Je Ne t’aime plus”, sonaron uno tras otro como enganchados para retomar la celebración y la energía vibrante.
En ese punto, los músicos soltaron los instrumentos y con una base festiva y circense lanzada desde las consolas, arengaron y saludaron al público mientras Manu Chao revoleaba una remera por todo el escenario.
Para el tramo final quedó nada más y nada menos que “Clandestino” en el que aclaró: “Nadie es ilegal”, mientras la concurrencia estallaba el repleto Anfiteatro Municipal, para seguir con “Bienvenido a Tijuana”, “Vagabundo de las calles”, “Romerito verde” y “Desaparecido”.
Cuando la noche parecía no deparar más sorpresas, la banda interpretó el candombe “¿Cómo que no?”, del músico uruguayo de culto, El Príncipe, en lo que fue el segundo y último cover de la noche.
Tras más de dos horas y media de show y para la despedida de uno de sus públicos más fieles y potentes, Manu Chao interpretó “Qué horas son mi corazón” y “La primavera”/ “Me gustas tú”, con los que coronó una noche única.
La gira que comenzó el 16 de febrero en Obras continuará el próximo martes en una fecha agregada recientemente en el Teatro Flores de Buenos Aires, y luego el artista seguirá su viaje con conciertos en Chile, España, Bélgica, Países Bajos y Francia.