Un Metropolitano colmado recibió el jueves a Manu Chao con ovaciones y cánticos alusivos a sus canciones y a la militancia ecologista y de Derechos Humanos. Entre el público se destacaban no pocas organizaciones que defienden cuestiones como el cierre de minas a cielo abierto; que denuncian las contaminaciones varias que amenazan a Argentina, las que defienden los derechos de la niñez y la juventud; miembros de estas organizaciones subirían al escenario para dar a conocer sus postulados y protestas, y un público totalmente en sintonía con esas proclamas aplaudiría como si las hiciera el mismo Manu Chao.
Con su formación La Ventura, que conserva los momentos más identificables de las anteriores, Mano Negra y Radio Bemba, el músico repasó en un enganchado interminable una suerte de grandes éxitos arengados con un espíritu de cuerpo que Chao vuelve fervoroso y festivo como si se tratase de un ritual. La música de Manu Chao expresa a su modo una resistencia a varios de los grandes males de la era presente. Lo hace desde esas canciones con aires reggaes y de rumba callejera; las letras de los temas aluden a un humanismo latente que en este concierto se tradujo en los carteles que poblaban el escenario y que rezaban: “No a las minas”; “Ni una piba menos”, “Desalambremos la vida”. Un bajo, una guitarra y una batería bien poderosas dieron el marco para que Manu con su guitarra acústica colgada y muchísima energía cantara “Clandestino”, “Me llaman Calle”, “La vida tómbola”, “Me gustas tú”, canciones que vueltas a escuchar no pierden su frescura y su ya tradicional sonoridad de barricada que hicieron bailar todo el tiempo a todo el mundo.
Internacionalista, haciendo de lo musical alterlatino una intensa experiencia, Manu Chao consiguió volver a “encantar” a un público que sintoniza con esa prédica sonora y con la vibración que despliega el músico que por ahora decidió no grabar más discos y dedicar su energía a tocar en vivo, ya sea en bares o en grandes escenarios como el del Metropolitano.