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Manuela Castañeira: «Myriam Bregman me ghosteó»

Militante de izquierda, anticapitalista, feminista y "en defensa de las libertades democráticas". Así se presenta la precandidata a presidenta de la Nación por el Nuevo MAS. Sus principales propuestas son un salario mínimo, vital y móvil de 500 mil pesos y la defensa de los derechos reproductivos

Por Candela Ramírez

Manuela Castañeira es socióloga (UBA) y precandidata a presidenta por el Nuevo MAS (Movimiento al Socialismo). El 13 de agosto no disputará el máximo cargo en el marco de ninguna interna: la izquierda presenta tres opciones más (sólo el FIT presentó internas), hecho que cuestionará a lo largo de la entrevista con El Ciudadano.

Nacida en Paraná, Entre Ríos, llegó a Buenos Aires a estudiar en 2005 y desde el primer día que vio un tablón y carteles que dictaban la palabra «asamblea», Castañeira quedó prendida a esta forma de discusión universitaria y ya en 2007 se sumaría a las filas del partido por el que hoy encabeza la fórmula para la presidencia. Se recibió de licenciada pero siempre militó, ésa -aclara- es su verdadera vocación. Es no docente en la Universidad de San Martín y el eje de su campaña electoral está puesto en el salario: proponen un mínimo que parta de los 500 mil pesos.

—¿Cómo viene la campaña?

—Está creciendo. Estoy muy contenta porque cuando comenzamos dijimos: queremos generar el debate de la izquierda y por eso hacemos la propuesta de que el salario mínimo, vital y móvil parta de los 500 mil pesos. Hemos podido colaborar con instalar la discusión sobre el salario en una campaña electoral donde los sectores de la derecha o ultra derecha o conservadores están diciendo que el problema de la crisis son los derechos laborales o que el problema de la inflación es la paritaria o que el problema del gasto fiscal son las jubilaciones y no la fuga de divisas o la falta de reservas ni que se la llevan toda. La campaña viene creciendo mucho por conectarse con uno de los temas más sentidos que hay en Argentina en este momento, además de estos dos fenómenos sociales que no son nuevos pero que se están expresando y se han desarrollado mucho: trabajadores conveniados debajo de la línea de la pobreza y el multiempleo.

Hay que respetar los oficios y las profesiones que tengamos todos, todas y todes. Que uno pueda tener un trabajo y poder profesionalizarse o formarse más o dedicar el resto del día para ser feliz, para lo que uno quiera. Eso hoy está muy en cuestión, está siendo imposible de realizar. Es una campaña que crece por esta conexión.

—¿Cuál sería el método para establecer un salario mínimo, vital y móvil que parta de 500 mil pesos?

—Que parta de ahí indexado por la inflación. Esta medida es parte de un plan, de las siete medidas anticapitalistas. Son varias, con una mirada sobre los problemas de fondo del país: el empleo, la salud, la educación y la vivienda.

Con esta medida y muchas más buscamos resolverlo. En primer lugar, no es con emisión, no lo vemos como una medida inflacionaria per se como dicen nuestros detractores sino que queremos que salga de la ganancia. Por eso es parte de las medidas anticapitalistas. Una medida como el aumento de salario tradicionalmente reivindicativa, reformista, pero desde el lado del anticapitalismo porque buscamos que salga de la ganancia que construye un PBI igual al PBI argentino fugado entero en dólares de la Argentina. Hay un PBI fuera de la Argentina en dólares. Fuera de Estados Unidos y de los rusos, los argentinos están entre los principales tenedores de dólar billete, lo que quiere decir que se generan riquezas pero no quedan en el país. Y nosotros queremos que queden en la forma del salario porque es un derecho laboral elemental. Es también una medida de soberanía económica porque queda la ganancia en el territorio, va al consumo y al mercado interno, a que uno pueda construir su vivienda, a poder tener un solo trabajo en vez de seis y poder estudiar o poder hacer otras cosas, poder resolver temas de salud sin agarrar cinco trabajos porque tenés que hacerte un implante dental y tenés miedo porque no lo podés pagar. Son cosas del día a día viven las familias trabajadoras. 

También hay que discutir una reforma tributaria porque en Argentina es regresivo el sistema, los que menos tienen son los que más ponen.

Nuestra campaña busca derribar mitos. Primer mito: los empresarios tienen mucha carga impositiva. No es así. El Estado recauda del IVA y del mal llamado impuesto a las ganancias en la cuarta categoría. Además, hay un alto sector de trabajadores que están sin registro, o sea por los cuales no se pagan impuestos. Por ejemplo, los trabajadores por reparto por aplicación no tienen un solo derecho. Les dicen colaboradores. Hay 50 mil en Argentina. Esas empresas cobran a quien quieren y los trabajadores no tienen un solo derecho. 

Queremos discutir los tributos. Mito: el agro mueve el país. Genera divisas sobre algo que debería ser un bien público que es la tierra. Ahora que hay un gasoducto ¿adónde van a ir las regalías, ese ingreso? Hay que discutir retenciones. Para el agro arriba de las mil hectáreas en torno al 50 por ciento. Podemos discutir el número pero para nosotros va por ahí. Que genere divisas y que eso nos permita que vaya a un presupuesto de salud y educación de 10 puntos del PBI que hoy está más o menos en 4 o 5 y se cae a pedazos. Efectivamente son medidas anticapitalistas porque cuestionan la ganancia. 

En los últimos cuarenta años vimos la lógica del ultracapitalismo de poner la ganancia por encima de todo y nos han llevado a un capitalismo que, a pesar de que Cristina Fernández de Kirchner diga que es el sistema más eficiente, no resuelve las cuestiones más básicas como salud, vivienda, empleo y educación. 

A partir de la discusión del salario es hora de mirar un plan integral para la crisis que atraviesa el país que no signifique que el que menos tiene sea siempre el que la tiene que pagar. Esa es la estructura que vemos hoy alrededor y que hace que se caiga a pedazos todo. Ya es insostenible.

—¿Qué es lo que más cuestionás de la gestión de Alberto Fernández?

 —¿Qué no? Que es una estafa. Ganaron porque el macrismo tomó muchas medidas antipopulares como ir al FMI, atacar las jubilaciones y los salarios, y este gobierno prometió llenar la heladera, prometió asado y no se puede comprar ni polenta. No hicieron nada y lo que más les cuestiono es que dejaron que crezca la derecha porque le han impuesto frustración a la sociedad. Con ese discurso del reformismo sin reformas, que no cambia nada, que no se puede enfrentar a la derecha, no se puede no pagarle al Fondo, no se puede salir a la calle, no se puede hacer paro general porque ellos tienen influencia en la CGT para defender nuestros salarios. 

Soy trabajadora no docente y en las universidades nos dieron un presupuesto de miseria y nos dicen que no se puede más, que nos adaptemos a la miseria. Ésa es la frustración que hoy quiere capitalizar el discurso del enojo, del ultracapitalismo, del egoísmo, del individualismo, la competencia con la, le, el de al lado en lugar de los valores de la solidaridad y de pensar en un futuro alternativo.

Es hora de que haya un espacio para la izquierda que somos los que no hemos gobernado. En la historia reciente del país hubo hasta dictadura, hubo macrismo, hubo peronismo de todo tipo desde la Triple A, menemismo hasta Cristina Fernández que es más de tipo progresista. Es hora de discutir las cuestiones de fondo porque están ahí, es una llaga la crisis económica, social y política que hay. Es hora de hacer algo diferente y para eso estamos las nuevas generaciones de trabajadores y trabajadoras que luchan contra la precariedad; del feminismo que conquistó la legalización del aborto explicando y convenciendo en la sociedad con un debate súper democrático pero también en la calle; la juventud que está preocupada por su futuro. En nuestra lista queremos expresar todo esto. Por eso queremos el medio millón de votos que se necesitan en agosto para estar en octubre.

Foto: Franco Trovato Fuoco.

 

Nombraste el fenómeno de crecimiento de la derecha en Argentina, que se expresa mucho en figuras como Milei pero no sólo en él, y que es a la vez un fenómeno global, ¿qué análisis hacés del panorama?

—Me parece súper interesante que lo enmarquemos dentro de lo que pasa en el mundo porque justamente es un fenómeno global. En Argentina hay una crisis de un sistema que no garantiza lo más evidente pero es una crisis en el mundo, de ultracapitalismo que busca quitar los derechos. En Francia cuestionan el sistema previsional que era histórico, las jubilaciones de los ferroviarios. En Estados Unidos hay una discusión del nuevo fenómeno de sindicalización porque dejaron sin ningún derecho a la clase trabajadora y ahora hay todo un nuevo sector con Amazon, Starbucks e incluso con pilotos de aviones que empiezan a organizarse o la Nana Fine saliendo a pelear por los derechos de los actores y actrices.

Hay un problema a nivel mundial con un sistema que está destruyendo todo y esas expresiones de centro que venían gobernando no resuelven ya los problemas. Hay polarización en el mundo, hay respuestas por ultraderecha de estos fenómenos pero también por izquierda. Siempre que me preguntan dónde veo el anticapitalismo, digo: en esos fenómenos de respuesta al sistema; en el feminismo internacionalista que es un nuevo movimiento social mundial que conecta países; en los jóvenes y les jóvenes que pelean por el medio ambiente y contra el ecocidio.

Esos fenómenos de derecha intentan resolver la crisis a través del ultracapitalismo con discursos de demagogia, dicen más o menos lo que el otro quiere escuchar pero en realidad hacen lo opuesto. 

Por ejemplo, la fantasía de tener dólares para resolver tu vida cotidiana. Te mienten porque en Argentina la dolarización es el desempleo, no vas a tener ni un dólar. 

Están sobrevaluados esos fenómenos de derecha y subvaluados los fenómenos de izquierda. Y que por campañas con mucho dinero,  como pasó en España, decían que se venía Vox con todo y al final no fue tan así. En Argentina en particular no son fenómenos tan orgánicos, no están afincados en la sociedad, están traídos muy de afuera, me parece que los metieron con fórceps. El bolsonarismo en Argentina es Milei. Y el bolsonarismo es un fenómeno de Brasil. Argentina es el país que tiró abajo una dictadura a partir de la movilización popular, esa experiencia es única en la región. Es el país de la legalización del aborto a partir de la marea verde, del alto nivel de sindicalización, de la universidad pública, de otras tradiciones mucho más democráticas. Lo que respira con la sociedad es la izquierda porque estamos junto a estos movimientos que enumeré. Hay que estar muy alertas a la derecha y pararles el carro y llamarlos por lo que son: ultraderecha, fascistas, nazis. Si pudieran revivir a Videla lo harían. El plan económico de Milei es un plan que se podría aplicar en Argentina con una dictadura, es el plan de la dictadura con 30 mil detenidos desaparecidos. Pero también hay que decir que no hay que darle más lugar del que representan. Cuántos votos tienen lo vamos a ver el 13 de agosto.

Militás en un partido que incluye la palabra socialismo, ¿qué vigencia tiene ese término hoy? ¿Por qué es una opción?

—En primer lugar decimos que somos la izquierda anticapitalista para tratar de decir qué tipo de socialismo somos. En esta provincia hubo sectores del socialismo que estuvieron con la Sociedad Rural, que es totalmente antagónico al socialismo que yo pienso. Y también porque se lo ha identificado al comunismo que está vinculado al stalinismo, a la pérdida de libertades democráticas, que es algo que totalmente cuestionamos.

Nosotros somos las socialistas feministas, somos anticapitalistas en un mundo que empieza a hacer una experiencia con la debacle de este sistema, con lo que este sistema no resuelve y que tiene las ideas para dar una respuesta concreta y vincularse con los problemas más cotidianos de las mayorías sociales. A diferencia de otros que hablan del socialismo pero están de espaldas a estos problemas buscamos cuestionar las ganancias de unos pocos.

Hay tanta crisis a nivel mundial que volvieron las grandes discusiones, ¡volvió Marx! (risas) Somos parte de una tradición que está en Argentina hace mucho tiempo, incluso en la dictadura, que tiene más de 100 detenidos desaparecidos, que fue el PST que es nuestro partido anterior.

Se reabre el debate inclusive en la izquierda acerca de qué es el socialismo. Para mi tiene que tener libertades democráticas, derecho a la opinión, la capacidad de que vos te puedas organizar. Es un aspecto que hay que cuidar y tomar. 

Hoy el anticapitalismo abraza todas las causas que se muevan contra lo más duro, expoliador y explotador de este sistema. Tenemos un anticapitalismo que está vinculado a las nuevas generaciones, que también baila y se ríe porque eso es necesario también para proyectar. Está lleno de futuro. 

—No disputan internas el 13 de agosto

—Disputamos una externa (risas)

—Hay otras opciones que se presentan como izquierda, ¿en qué se diferencian? ¿por qué no hay un acuerdo programático?

—Yo también me hago esa pregunta. No sos vos, todos nos lo preguntamos. Sobre todo nosotras y nosotres del Nuevo MAS. Hay cuatro opciones de izquierda a nivel nacional. Hay mucha fragmentación y división. La primera cuestión es reconocerlo. El resto no lo reconoce. Deberíamos tener listas unitarias. Yo pedí una PASO a Myriam Bregman y al Frente de Izquierda. La lista de Solano se negó a sentarse directamente y Myriam Bregman después me ghosteó, veníamos hablando por la posibilidad de una PASO. Nos dijeron que no, les propusimos una fórmula común y ahí desapareció de la conversación. Tipo «Myriam Bregman ha eliminado el chat». Me parece irresponsable. 

A nivel electoral el FIT está atravesando una crisis, llevan 10 años y dicen que ya está la unidad de la izquierda pero si hay cuatro listas nacionales hay una contradicción. Hay una crisis porque han utilizado la PASO como un negocio, en agosto, de ver quién pasa y quién no y el cálculo de con qué votos se quedarían. Eso se lo tenemos que dejar a los partidos tradicionales, al PJ, y no a la izquierda. Ese problema de métodos los ha llevado a estar sin brújula, en una campaña sin aporte de ideas, dicen “levantá la izquierda”, ¿qué? ¿está caída? Otros atacan a la izquierda porque les dicen kirchneristas. Se dicen cosas irreproducibles en vez de poner sobre la mesa el debate de ideas que es lo que ponemos nosotros. Necesitamos la unidad para proyectar las ideas anticapitalistas para hacer una campaña que haga ruido, evidentemente teníamos mucho para sumar porque estamos colaborando con el debate a nivel nacional sobre todo para contrapesar las campañas de la ultraderecha. Aportamos al eje del salario y la discusión de cómo se puede lograr. Veo que el FIT no está aportando las ideas. Hay un poco de letanía, de repetición, de falta de propuestas y nosotros tenemos este perfil de defensa a las libertades democráticas. 

El FIT está esperando el juego de la silla de una banca y la puede perder. Se la puede ocupar otro por no hacer la unidad. Una forma de resolverlo es que tengamos este medio millón de votos que se necesita el 13 de agosto para poder estar en octubre y ahí sí forzar a que haya un líder porque es lo que están planteando el resto de las listas.

El año pasado cuando fue el intento de magnicidio de Cristina Fernández de Kirchner fuimos el único partido de izquierda que salió a movilizar, no subir un tweet ni decir algo que lo podés borrar o palabras que se las lleva el viento. Hechos. Somos una izquierda muy preocupada por las libertades democráticas en un contexto donde el ataque al derecho a la protesta es parte de los planes de ajuste. Y mantenemos nuestra independencia, todos saben que no somos afines al gobierno. 

La unidad de la izquierda no está resuelta y la necesitamos para poder construir un bloque, para proyectar y potenciar nuestras voces.

—Trajiste el tema del intento de asesinato de CFK y en la campaña casi no se habla de esto. ¿Te parece que es un hecho que encendió ciertas alarmas? ¿Qué mirada tenés ya pasado casi un año?

—Lo que pasa es que no fue contundentemente rechazado. Fue rechazado en la calle. Lo que más rescato es la movilización casi espontánea que hubo al día siguiente en Plaza de Mayo, nosotros estuvimos ahí. El resto de los partidos tradicionales no lo cuestionaron porque no les importa. Dicen que es una campaña, no le dan el valor. A los hechos de violencia los anteceden las palabras y todas las palabras de violencia que hubo por parte de la Justicia y dirigentes de la oposición generaron el clima que terminó en ese intento de magnicidio. Ante eso había que oponerle hechos y estar en la calle. La plaza condicionó a que no puedan terminar de decir lo que pensaban todos los sectores de derecha y le puso un límite.

La conclusión que me llevo es que nuestro país tiene una enorme tradición de conformar la política no solo en los palacios ni instituciones sino en las plazas y en la calle con la movilización. Defiendo ese método para ponerle un límite a la derecha y por eso cuestiono tanto al gobierno. Fui a la plaza porque fue un intento de magnicidio contra Cristina pero también porque fue un ataque al conjunto de los argentinos y argentinas de la clase trabajadora, a los que quieren participar en política, a los que quieren discutir derechos sociales, fue un ataque a las libertades democráticas. Que otros sectores de la izquierda no hayan ido y digan «éste es kirchnerista porque fue la plaza» me parece que se llevan izquierda a marzo. No entienden lo que significa defender las libertades democráticas para la clase trabajadora.

El problema que veo es que el 2 de septiembre el propio gobierno no llamó orgánicamente a todos los sectores en los que tiene influencia a un paro general. Para ponerle límite a la derecha hay que ser tajante porque utiliza métodos muy fuertes para imponerse. Es un escándalo que teniendo a agrupaciones políticas tan grandes en el país como es La Cámpora no los hayan llamado para marchar, para luchar. Y en cambio, sale la derecha y eso no hay que permitirlo. 

Veo atado a este proceso electoral a prepararse a lo que puede ser el 2024 cuando distintos sectores quieran cuestionar los derechos democráticos, políticos, laborales: póngase las zapatillas porque vamos a tener que caminar muchas plazas, vamos a defender esto que es la maravillosa Argentina que no se suele nombrar, su clase trabajadora, su movimiento feminista, su juventud que ha conquistado derechos. No han sido los gobiernos, ha sido la sociedad.

En Rosario uno de los temas que más preocupa es el eje seguridad/inseguridad/narcotráfico, ¿qué propuestas tiene el MAS en este sentido?

—Queremos aportar una mirada, porque hay mucha discusión institucional sobre esto. Es de una gravedad importante porque en este momento hay como un Estado dentro del Estado. Es decir, un Estado narco que tiene sus complicidades con los poderes políticos, judiciales, policiales, porque sino no se sostendría. 

Desde el punto de vista de lo social hay que pensar cómo combatir que a los pibes los arrastra el narco. No hay una única respuesta. El que lo dice, miente y el que sólo tiene una respuesta represiva miente doblemente. En las nuevas generaciones, que son las que este sector utiliza para construir sus redes y para consumir, hay una pérdida de perspectiva. A eso hay que oponerle derechos, hay que ir a competir contra la destrucción con construcción y eso es nuestro salario mínimo, vital y móvil que parte de 500 mil pesos para que vos puedas por ejemplo estudiar, pagarte un alquiler, resolver un poco más tu vida. Se necesitan obras y financiamiento público hacia los clubes de barrio. Se financian las eléctricas que distribuyen luz pero no se financia los clubes de barrio. Se les da toda la guita a las empresas. Son recursos que existen y hay que distribuirlos de otra manera porque están sólo bajo la lógica de la ganancia. Hay que empezar a pensar con la lógica de la necesidad social para salir a desarmar el narco, en el sentido de dónde copta a la juventud. 

Que haya anfiteatros en todos los barrios para que los pibes puedan llevar su banda o para que puedan hacer las batallas de freestyle pero en ámbitos públicos. 

Hay que pensar en el presupuesto para la educación, que no se caigan a pedazos las escuelas, se necesitan becas para ir a estudiar, financiamiento público en oferta horaria en las universidades, en el boleto educativo. El narco crece donde crece la desindustrialización, la pobreza, la desesperanza.

También hay que pensar cómo fortalecer los acompañamientos para el consumo problemático. ¿Cómo puede ser que un pibe de 18, 20 o 24 caiga para ser funcional a esas redes? Detrás del fenómeno, detrás de la consecuencia, está la causa. Hay que discutir las causas que en Rosario también han llevado a que estos jóvenes y estas jóvenes sean víctimas de esas redes para obviamente delinquir porque no vamos a hacer apología del delito, hay que condenar y desarmar esas redes.

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