Los clásicos de Virus se reeditarán este sábado en el concierto que Marcelo Moura (voz y guitarra) junto con Agustín Ferro (guitarra), Ana Naón (voz y percusión) y Lucía Borensztein (batería), brinde, a las 22, en McNamara (Tucumán 1016).
Se trata de un formato sostenido en un concepto glamoroso donde el líder de Virus vuelve sobre su banda insignia pero además recorrerá experiencias solistas como la que dio origen a Disculpen la deMoura, su último trabajo.
“Este formato comenzó tratando de trasladar a un escenario lo que sucedía en la intimidad del living de mi casa”, dijo el músico a El Ciudadano. Pero destacó que, con el tiempo, el concepto se fue “moldeando” y hoy no le queda nada de electroacústico: “Somos una banda superpoderosa”.
—Son cuatro, caben en un auto…
—Vamos en auto con los instrumentos en el baúl, lo cual nos permite bajar el caché y los gastos. Si no fuera así, de movida tendríamos que cubrir un número que nos impediría tocar en lugares como McNamara. Y tocar allí es lo que más me gusta, por una cuestión de comunicación con la gente.
—¿Está complicada la venta de entradas?
—Sí. No está laburando nadie pero nosotros estamos rechazando trabajo. No comenzamos con este formato por ese motivo. En los próximos 14 días tengo ocho shows. Pero para tocar bajé mucho el presupuesto. Mi caso es especial porque tengo un montón de hits.
—¿Te sorprende que los clásicos de Virus de los 80 lleguen a las nuevas generaciones y también se asuman como hits?
—Muchos chicos no vieron nunca a Federico; me vieron a mí. Recién hablé con un periodista y le dije si creía que yo era tan idiota como para haber pensado en reemplazarlo. Nunca lo pensé. A mí lo que me interesaba era saber que, si bien Virus sin Federico no sería lo mismo, podía igualmente ser un muy buen grupo. Si la música hizo feliz a una sola persona, justifica todas las piñas que me comí en esos años. Esos chicos ven el show con una mirada no comparativa.
—Lo último que grabaste, a nivel solista, fue “Disculpe la Demoura”, un disco muy poco promocionado…
—Sí; fue una patada en la columna vertebral. La discográfica lo metió en un cajón. Si sacaba un disco y a la gente le parecía espantoso estaba todo bien, pero me duele que nadie se haya enterado que salió.
—¿Qué pasó exactamente?
—No me apoyaron en lo más mínimo. Estoy en juicio con la compañía. En la primera presentación oficial que hice no fue nadie de la agencia ni de la compañía. Un desamor y algo espantoso. Después se tradujo en una suerte de excusa, pero veinte días más tarde lo presenté en La Trastienda y pasó lo mismo. Estuve un año recorriendo el país con shows y aprovechaba para ir a las disquerías; no entraba yo porque me daba vergüenza, pero mi mujer preguntaba por mi disco y nadie sabía nada. Estaba fabricado y distribuido por Sony.
—¿Tenés alguna conjetura?
—Hay un antiguo ejercicio en el mundo de la música que se traslada al mundo de las empresas en general y consiste en que, si sos el dueño de Coca Cola, antes de lanzarlo sacás Pepsi para competir con vos mismo. Eso en la música se usa mucho pero es una ruleta rusa. A todos nos firman contrato con la misma sonrisa, brindan con el mismo champagne y nos dicen lo mismo, pero a algunos les toca la bala. Lo que duele es que estuve meses ensayando con una banda buenísima para salir a mostrar esas canciones.
—¿Se pueden producir los temas en forma independiente?
—En su historia, esta compañía ganó más de 50 millones de dólares con Virus y ahora no me atienden el teléfono ni me contestan los mensajes. Da miedo. Yo cometí un error alevoso en no firmar mi contrato. Están acostumbrados a tratar así a los músicos pero nadie les hace juicio. Cuando tuve algunas mediaciones el abogado me decía que era la primera vez en la vida que un músico les hacía juicio. Y yo le respondí que tenía suerte de estar, por primera vez en su vida, frente a un tipo con pelotas. Ellos se escudan y piensan que pueden hacer desaparecer a un artista del circuito. Lo pueden hacer, pero no conmigo.
—¿Qué ocurrirá con esas canciones?
—Me da mucha bronca que se subviertan los valores. Ganaron millones conmigo y ahora que le pido una reunión no me la dan. ¡Qué mierda les pasa! Es el mundo del revés. Yo estoy convencido que era un gran disco. Era algo que nos estaba faltando, que tiene su personalidad, que tiene su identidad. Pero estoy luchando contra molinos de viento.
—Lo único que no se les puede sacar a los artistas es su credibilidad. Vos la sembraste y por eso la cosechás…
—La gente sabe. Ahora se cumplen 30 años del lanzamiento de Superficie de Placer, por lejos el mejor disco de Virus, y en ese momento fue el fracaso comercial más grande de la banda. Treinta años después, la gente habla de que es la obra maestra de Virus. Nosotros nunca jugamos con especulaciones y siempre hicimos lo que sentimos.
—¿Habrá gira de Virus con ese disco?
—Hace un año paramos por una cuestión de preservación, porque pasamos mucho tiempo viajando, haciendo shows todos los días y durmiendo dos horas. Yo soy el menor y ya tengo 57 y el cuerpo pasa factura. Se empezaron a generar un montón de rumores ridículos porque bajamos un cambio. Esta semana estuve con Julio (Moura) en La Plata y charlamos del asunto. Los dos somos los miembros originales de la banda y los dueños del nombre de la marca “Virus”. No le ponemos fecha a esas cosas. Me parece más relevante que ahora Sony editó un vinilo de Superficie de Placer que está número uno en ventas en Latinoamérica. Pero es lo que decías vos, uno cosecha lo que siembra. Yo hago lo que siento y no lo que sé que funcionará; siempre digo lo que pienso.