El fotógrafo Marcos López está convencido de que “la idea de país o de patria se sostiene por la cultura popular” y de allí su decisión de proponer un diálogo entre obras de artistas emergentes y consagrados como León Ferrari y Nicola Costantino en Mboyeré, una muestra que se presenta por estos días en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de la ciudad de Santa Fe y que pone sobre la mesa un conflicto: “La diferencia o la zona de confluencia entre el arte y la artesanía”.
Mboyeré se enmarca en la búsqueda de la “fuerza arrolladora de la América mestiza” que López dice haber emprendido, y arriesga que “a lo mejor el haber hecho esta exposición funciona también como un desvarío de mi obra artística personal, o quizás no desvarío, sino un afluente, o satélite”.
En la muestra, que puede visitarse hasta el 31 de marzo en el Museo de Arte Contemporáneo (MAC) de la Universidad Nacional del Litoral, en la ciudad de Santa Fe, se exponen obras de artistas jóvenes junto a otras de consagrados como León Ferrari y Nicola Costantino, a quienes López considera “icónicos por su trayectoria”.
Nacido en Gálvez, Santa Fe, en 1958, López es considerado uno de los grandes artistas del país, ganador de numerosos premios, entre ellos el Konex de Platino en 2012, y autor de los libros Retratos (1993), Pop latino (2000), Sub-realismo criollo (2003), El jugador (2007), Pop latino plus (2007) y Marcos López (2010).
Sus fotografías integran las colecciones del Museo Nacional de Arte Reina Sofía de España, de la Daros Latinamerica Collection de Suiza y de la Tate Modern Gallery de Londres, y su obra se exhibe en galerías y ferias de Madrid, Milán, Chicago, Miami, París y DF de México, entre otras.
En una entrevista con Télam, el fotógrafo indicó que “no hay una sola respuesta a la diferencia entre arte y artesanía” y que “en todo caso es una respuesta filosófica”. Y para buscar una imagen propone “imaginar cuando el Río de la Plata, de agua dulce, se empieza a convertir en el Océano Atlántico: es una línea divisoria difusa”.
“Hay una zona de transición y de mezcla poética”, postuló y puso como ejemplo “las pinturas de Nito Rodelli, que es de Santa Fe y pinta temas isleros con esmalte sintético sobre troncos de árbol, con un cierto aire que remite a Juan Arancio”.
“Vende sus obras en la costanera de Santa Fe por muy poco dinero, pero tienen una fuerza poética y una maestría en la técnica, en la descripción emocional de la vida de la isla, que para mí, como espectador, son obras de arte”, apuntó.
En esa categoría situa también los tejidos de Ñandutí provenientes de Areguá, Paraguay: “Que están en la muestra y son como unos mandalas redondos. Si en mi caso personal me conecto con ese tejido, lo considero poético y eso lo eleva a la categoría de lo que para mí significa el arte”.
Y en ese sentido el fotógrafo aclaró: “No tiene nada que ver el precio de mercado de las obras, porque hay mamarrachos que se venden en Miami por 50 mil dólares”, y desde su perspectiva el valor de una obra “tiene que ver con la actitud del creador”.
“Los valores de mercado y la aceptación del establishment del arte, eso es otro tema, en el que ni quiero meterme porque es otra complejidad”, se atajó, aunque dijo que tampoco cree que sea necesario “plantear un desafío al orden que pretende establecer qué es arte y qué no lo es”, y lo resolvió con una sugerencia al visitante de la muestra: “Sumergirse y conectarse con las obras y con el diálogo de las obras entre sí”.
“En esta exposición creo que está puesto sobre la mesa un conflicto: la diferencia o la zona de confluencia entre el arte y la artesanía”, sostuvo, y contó que hay un plan de invitar al reconocido curador y crítico de arte paraguayo Ticio Escobar, secretario de Cultura durante la presidencia de Fernando Lugo en Paraguay, por sus estudios sobre el tema.
“Este país está bastante devaluado, bastante empobrecido, y si algo lo sostiene es la cultura popular en las canciones, en la pintura, en la poesía, la artesanía también, en la cultura anónima”, opinó.
“Pienso en Atahualpa (Yupanqui), en el Cuchi Leguizamón, la Negra Sosa, Spinetta. Sostienen la estructura de un país. Cuando salgo a la calle en Buenos Aires camino 10 cuadras y hay 5 familias revolviendo los contenedores de basura y gente viviendo en la calle. La idea de país o de patria se sostiene por la cultura popular, que me parece que por eso tiene un valor tan grande, y a veces inasible”, completó.
En Mboyeré, López se lanza al vacío “sin red, para trabajar desde la praxis” los dos ejes curatoriales: por un lado, el diálogo entre las obras de artistas emergentes y consagrados, y por el otro el interrogante ¿Cuál es el límite entre el arte y la artesanía?
“No soy un teórico, soy un práctico. Me lancé a experimentar con las obras en la sala, verlas interactuar entre sí. Uno mira la obra de León Ferrari, que son collages sobre la dictadura cívico militar, asociándola a la iglesia y al nazismo, y da vuelta la cabeza y ve unas pinturas casi naif de una estudiante de arte en su primera exposición”, ejemplificó.
En esa línea, propuso: “El valor de la exposición es esa mescolanza, por eso la palabra mboyeré, que se pronuncia con una m como absorbida, que también es un poco tratar de ir hacia la América profunda, hacia la lengua guaraní”.
Además contrapone esa decisión al hecho de “pasarse todo el día hablando sobre qué serie te gusta más, «Breaking Bad» o «Better Call Saul», con esa narrativa de la serie y ese discurso, que es un discurso totalmente de los patrones del mundo”.
“Mboyeré es como decir berenjenal, me gustó como una especie de guiño, de complicidad, de homenaje, es difícil de pronunciar, con una m como aspirada. Me pareció un nombre poético con el que intento agrupar obras que me conmueven. Con eso yo mismo borro las fronteras entre arte y artesanía”, explicó.
López relaciono la muestra con su documental Ramón Ayala (2013). “Obró como si fuera el capitán de un barco que me lleva a recorrer el Paraná río arriba, como hacia las entrañas del Alto Paraná, hacia las entrañas de la selva guaraní, en una búsqueda ilusoria de esa América profunda, mestiza, que es lo que me interesó siempre en mi obra, la fuerza arrolladora de la América mestiza”, explicó.
Sobre la posibilidad que Mboyeré permita ampliar horizontes a artistas no tan difundidos y hacer conocer ideas y estéticas, como sucedió con su película sobre el músico misionero, el artista dijo que sí, pues “la función del arte es cuestionar, sacar al espectador del pensamiento cotidiano”.
En la muestra puede observarse la obra de Nito Rodelli, que López utiliza “como un empapelado de un living de una casa burguesa”, junto a la de Nicola Costantini, “que puede costar miles de dólares”, o un león fabricado por Jorge Moyano, “que es un artista empírico que los hace con un cuchillo y los vende como artesanía”.
López vuelve sobre la división planteada entre el arte y la artesanía para brindar una definición en base a las percepciones ante una obra. “Yo mismo me confundo al soltar las palabras porque la línea divisoria no es blanco y negro. Un poncho, trenzados gauchescos de cuero, de riendas de caballo, artesanía popular pampeana, que son… Entonces uno dice: esto es una obra de arte, tiene que ver con lo emocional y lo poético”, puntualizó. Y mencionó el carnaval en Brasil y sus favelas, donde en medio de “la mortalidad, los asesinatos, el hambre, la violencia de las drogas, el carnaval funciona como un curativo del alma”.
“Si uno se pone a la analizar las letras del samba brasilero, tienen un valor poético altísimo y la celebración es importante. Las formas de diversión pacífica de los pueblos merecen el más alto respeto y por ahí la vida moderna nos hace olvidarlas”, remarcó, mientras pidió: “No mirar otras culturas y costumbres con liviandad para reivindicar celebraciones ancestrales que las clases medias aburguesadas por ahí juzgan”.
“En México, a lo mejor una trabajadora doméstica o un obrero ahorran dinero tres años para hacer una fiesta de 15, y alquilan limusinas y los festejos duran como dos días. Uno puede juzgar, decir: cómo esta gente, que le cuesta tanto ganar el dinero, se lo gasta en una celebración de unas horas, pero esa celebración es algo muy valioso”, analizó.
La propuesta también incluye obras de Lula Álvarez López, María Victoria Verrengia, Candelaria Gómez Crespo, Amanda Tejo Viviani, Ananké Asseff, Laura Glusman, Mario Platini, Alejandra Bonfanti, Aimé Luna, Roberto Fernández, Dora Grijalba y Edgardo Giménez.
“Es una muestra muy modesta, pequeña, de bajo presupuesto, el museo es como una casita muy chica. Lo tomo con mucha modestia, como un pequeño aporte a una reflexión sobre el arte contemporáneo, que finalmente nos salva. La poesía, el cine, la música, nos salvan de lo difícil del cotidiano”, concluyó.